Las residencias de seis escritores argentinos abren sus puertas al visitante. Una invitación a conocer los mundos privados de Ernesto Sabato, Ricardo Rojas, Olga Orozco, Manuel Mujica Láinez, Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga.
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El 13 de junio se celebra el Día del Escritor en nuestro país. La fecha fue elegida en homenaje al natalicio del poeta, ensayista y periodista Leopoldo Lugones. Su casa, como las de muchos otros escritores argentinos, puede visitarse, por eso el día de hoy es ideal para hacer un repaso de aquellas que están abiertas al público.
La lista integra autores tan diversos como Ernesto Sabato, Horacio Quiroga, Olga Orozco, Manuel Mujica Láinez, Ricardo Rojas y por supuesto el mismo Lugones. Cada casa invita a adentrase por su universo privado y quizá encontrar allí algunas de las claves que definieron su obra. Todas conservan objetos de la vida cotidiana y nos devela un espacio desconocido de aquellos que nos atraparon en los libros.
Casa Museo Ernesto Sabato
El refugio de Ernesto & Matilde
La casa está en Santos Lugares, localidad del Gran Buenos Aires, donde Ernesto Sabato vivió la mayor parte de su vida. Con Matilde, su mujer, se mudaron en 1945. El sitio era propiedad del productor de cine Federico Valle, quien les alquiló la casa con una única condición: él se quedaría viviendo en el sótano. Y así fue durante catorce años.
Aquí Sabato escribió casi toda su obra (Sobre héroes y tumbas y Abaddón, el exterminador, El túnel, …), aquí nacieron sus dos hijos y pasaron incontables días sus nietos Luciana y Guido. Hoy son ellos los encargados de velar por el patrimonio de su abuelo y los que llevan de la mano al visitante por aspectos poco conocidos de su vida mientras se recorren las diferentes estancias.
La visita tiene un guión particular. Sus nietos ponen el acento en las facetas menos conocidas: la infancia, cómo se encontró con Matilde, su trayectoria como físico, así cada espacio de la casa se va hilvanando con un momento de la historia personal del escritor. El itinerario se alterna con anécdotas de la vida cotidiana y con una serie de videos que Mario, hijo de Sabato, filmó. Así, Ernesto vuelve a nuestros días para contarnos algún detalle de la casa o de los objetos que la habitan.
El escritorio conserva la famosa Olivetti y los muchos libros, dispuestos casi, casi como entonces. En el taller de pintura están expuestos los cuadros de Sábato, este es el único lugar donde puede verse su obra pictórica que avanza sobre la galería, el lugar donde la familia solía festejar su cumpleaños, un acontecimiento que congregaba a vecinos y personalidades destacadas.
También están los dos jardines, el de Ernesto es salvaje y tiene árboles poco habituales en el barrio: una magnolia, una araucaria, cipreses. El de Matilde es puro sol y está lleno de flores. En cada espacio se refleja la personalidad de sus hacedores: “Matilde era así, luminosa, centrada en la familia y ayudaba a mi abuelo a concentrarse en esas cosas y no estar todo el tiempo preocupado en cómo le iba al mundo”, señala su nieta. Esta y otras reflexiones de la intimidad irán surgiendo durante las dos horas, inolvidables, que dura la visita.
Los recorridos se organizan cada sábado por la tarde. Es necesaria reserva telefónica previa.
Casa Museo Ricardo Rojas
Eurindia en Buenos Aires
Sobre la calle Charcas en el corazón de Barrio Norte (CABA), la casa del escritor Ricardo Rojas y su mujer Julieta Quinteros destaca por su fachada neocolonial rodeada de edificios modernos. Pero más allá de esta singularidad son pocos los que saben que se esconde detrás de sus puertas. Construida por el arquitecto Ángel Guido entre 1927 y 1929 es una suerte de manifiesto estético de las ideas de Rojas, cuyos conceptos fundamentales se encuentra en Eurindia, un neologismo de su invención que propone la construcción del ser nacional argentino sobre la base del legado europeo e indígena en armoniosa convivencia.
La residencia fue diseñada con una línea europea y sobre esa base se plasmaron motivos hispanos e indígenas. En el jardín principal hay un frontispicio, réplica del Convento de los Dominicos en Arequipa, Perú. Alrededor del patio se pueden ver elementos cuzqueños combinados con estilos coloniales y detalles propios de la herencia musulmana, romana y mediterránea. Una preciosa fuente de tradición española se destaca en el centro. Alrededor, una galería interna envuelve ese espacio, allí confluyen los techos góticos con las columnas de capiteles corintios y elementos de la simbología incaica como el sol, la mazorca, el rostro de un indígena, que identifican el mestizaje propio de las modernas culturas americanas. La casa tiene además un jardín de invierno de estilo andaluz y un jardín de naranjos.
Por dentro se guardan objetos personales de Ricardo Rojas, muebles de estilo colonial, español y francés, además de varios otros diseñados por el mismo Guido. La biblioteca personal de 25.000 volúmenes cuenta con ediciones raras y ejemplares autografiados por sus autores. Otra perlita es la colección de pintura cuzqueña de los siglos XVII y XVIII.
Casa Museo Olga Orozco
“Un espacio de eternidad”
Toay es un pequeño pueblo a 11 kilómetros de Santa Rosa, La Pampa. “Con sol en Piscis y ascendente en Acuario, y un horóscopo de estratega en derrota y enamorada trágica, nací en Toay”, afirma la poetisa Olga Orozco (1920-1999) en Anotaciones para una autobiografía. Esa misma casa, la que construyó su padre en el inicio del siglo XX, es la que hoy se puede visitar.
Además de escritora fue periodista –trabajó en varios medios informativos y literarios– incluso editó la sección de horóscopos de un importante matutino porteño – y fue tarotista. En literatura formó parte de la generación de la Tercera Vanguardia, un grupo de tendencia surrealista.
Orozco vivo aquí hasta los 8 años. La casa es una morada luminosa que invita a leer y conserva mucho de su espíritu. Aquí está su biblioteca personal, que fue donada en vida a Toay, y también innumerables objetos de la vida cotidiana: su máquina de escribir portátil – una Olimpia Splendid 33 –, manuscritos, varias lapiceras y numerosas fotografías donde Olga niña aparece con su hermana o ya mayor se la ve en compañía de su marido Valerio Peluffo o en París junto a Alejandra Pizarnik.
La habitación que ocupó de pequeña está casi como entonces, la cama tendida, alguno de sus vestidos, los rarísimos zapatos y decenas de recuerdos de los viajes.
Después será cuestión de dar una vuelta por el pueblo para comprobar aquello que aseguraba la poeta cuando le preguntaron qué significaba haber nacido en Toay: “Es contar con la eternidad. Se puede seguir la aventura de la lagartija, la aventura de las escapadas a la hora de la siesta, la aventura de subir a un árbol lleno de fruta verde.”
Casa Museo El Paraíso
El Edén de Manucho
Dicen que Manuel Mujica Láinez encontró esta casa por casualidad, paseando por Cruz Chica y quedó prendado del lugar. Creía que el nombre El Paraíso era una suerte de predestinación: en 1957 había publicado la novela Invitados en el Paraíso. Además, y quizá para contagiarle el entusiasmo a su mujer Ana de Alvear Ortiz Basualdo, insistía en que la ubicación también tenía un mensaje: la propiedad estaba sobre la calle que entonces se llamaba Alvear.
“Manucho” compró la propiedad en 1968 y un año después se mudó junto con su enorme biblioteca de 13.000 ejemplares que fue sumando otros miles en el tiempo. Autor de Misteriosa Buenos Aires, Aquí vivieron, Los ídolos, Bomarzo, Los viajeros y tantos otros, Mujica Láinez vivió allí hasta su muerte ocurrida en 1984.
La residencia ubicada a 3 km de La Cumbre, Córdoba, en el corazón del valle de Punilla, es obra del arquitecto León Dourge quien la construyó en 1922 a pedido de Ramón Avelino Cabezas. Dourge la diseñó a con espíritu español y construyó cuatro casas más: Toledo, Sevilla, Granada y La Gitanilla, todas emblemáticas de la zona
El Paraíso está montado sobre la ladera de una sierra, los muros de mampostería revocados y pintados de blanco contrastan con las escultóricas cornisas de ladrillo visto, las mayólicas decorativas, las rejas y las barandas de hierro ornamentadas. Una vez dentro es posible rastrear las señales que dejó Manucho, signos que se identifican con sus obsesiones y permiten descubrir a los personajes de sus cuentos y novelas. Aquí se pueden ver los objetos que trajo de sus muchos viajes: cerámicas precolombinas, porcelana japonesa y china, altorrelieves, dibujos, esculturas, tapices, mobiliario y arte europeo, tallas medievales, arte religioso. También están sus pertrechos personalísimos como los sombreros, el monóculo y la máquina de escribir.
La casa está puesta como entonces, quizá los lugares más atractivos son el escritorio donde Manucho trabajaba a diario y la biblioteca. Los jardines son dignos de recorrer: un parque con estaque repleto de nenúfares que se convierte en un bosque mágico donde está la tumba de su perro Cecil.
Allí Manucho albergó a numerosos amigos que venían aquí a pasar una temporada. Dan cuenta de ello las fotografías que pueden verse exhibidas aquí.
Una vez instalado en El Paraíso escribió la novela Cecil (1972), relato autobiográfico narrado por su perro, el whippet Cecil, El viaje de los siete demonios, El escarabajo y unas cuantas novelas más. Lugar soñado, sorprendente y maravilloso, un imperdible para agendar en las escapadas serranas.
Museo Poeta Lugones
La casa natal
Villa de María del Río Seco es una pequeña localidad del norte cordobés, a tan solo 25 kilómetros del límite con Santiago del Estero. Allí nació Leopoldo Lugones, uno de los escritores más importantes de nuestro país.
Su casa natal es una vivienda de anchas paredes de adobe cocido, una construcción típica del siglo XVIII, que fue testigo de los primeros años del poeta. Vivió allí hasta los 6 cuando la familia se trasladó a la ciudad de Santiago del Estero luego del nacimiento de su hermano.
La casa tuvo sucesivos dueños, pero en 1944 gracias a las gestiones de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) pasó a manos del gobierno provincial, luego fue convertida en museo y declarada lugar histórico.
La vivienda cuenta con tres espaciosas habitaciones, un salón, patio de tierra, aljibe rodeado de malvones y un viejo algarrobo que aún se mantiene en pie. En el frente junto a la entrada principal se encuentra una bella mayólica, obra de Fernando Arranz, a modo de homenaje. Dentro se exhiben varias pertenencias de Lugones, entre ellas dos singulares escudos familiares, ejemplares de sus obras y fotografías.
Ensayista, poeta, periodista, hombre de múltiples saberes, Lugones fue el máximo representan del modernismo en la Argentina. Entre su vastísima obra se destaca Lunario sentimental, El payador y El imperio jesuítico.
Lugones describió así a la casa donde nació, la misma que hoy se visita :
Y el adobe macizo y plano/ con su rústica honradez de paisano./ Y el pueblo en que nací / y donde quisiera dormir en paz,/ cuando muera.
Y así fue. Luego de quitarse la vida en un recreo del Delta, fue sepultado en el cementerio de la Recoleta, pero en 1994 sus restos se trasladaron hasta Villa de María del Río Seco y aquí están, al pie del Cerro Romero, como él había pedido.
Casa Museo Horacio Quiroga
El hechizo de la selva
En 1903 Horacio Quiroga conoció la selva misionera y quedó fascinado con esa geografía salvaje y exuberante. Había llegado como fotógrafo de la investigación que dirigió Leopoldo Lugones en las Misiones Jesuíticas y se prometió volver.
En 1906 compró unas 185 hectáreas de tierra cerca de San Ignacio sobre el Alto Paraná. Dos años más tarde se instaló allí con su primera mujer, Ana María, en un bungalow que construyó a modo de vivienda y que hoy se visita. Aquí nacieron sus hijos Egle y Darío. Entonces, consiguió el puesto de juez de Paz de la localidad y se inició en la explotación de yerbatales
En la casa se conservan los muebles, las herramientas de trabajo, la vajilla, decenas de fotografías, incluso algunos manuscritos del escritor. También se exhibe su legendaria bicicleta.
Durante esos años Quiroga se ocupó personalmente de la educación de sus hijos y los crio para familiarizarlos con los riegos y peligros de la selva que los rodeaba. Luego del suicido de su mujer regresó a Buenos Aires.
Volvió en 1929 y se instalado definitivamente con su segunda mujer María Elena Bravo hasta su muerte, ocurrida en Buenos Aires, adonde había viajado para una consulta médica que le diagnosticó un cáncer terminal.
Quiroga, escritor uruguayo y cuentista maravilloso, encontró en esta geografía una singular fuente de inspiración. Sus Cuentos de la selva son el mejor ejemplo de ello.
El parque que rodea la propiedad fue remozado este verano y permite una caminata por los alrededores, una experiencia para dejarse llevar por la magia de la naturaleza misionera, esa que hechizó a Quiroga hace más de un siglo.
Nota. Debido a la actual situación sanitaria es recomendable revisar la web oficial de los lugares para consultar particularidades acerca de los horarios, protocolos y días en que están abiertos, ya que varían de acuerdo al desarrollo de la pandemia.
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