Evoca a Mar de las Pampas o a Cariló en sus inicios. Aunque ya cumplió 54 años, el balneario San Cayetano mantiene un ritmo propio, sereno, sin estridencias y al ritmo de la naturaleza, a 80 km de Necochea.
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La mayoría de los porteños –e incluso muchos vecinos de localidades más cercanas– ni siquiera escucharon hablar de este pequeño paraíso. Ubicado en el sudeste bonaerense, a no más de 80 km de Necochea, 200 km de Mar del Plata y 557 km de la ciudad de Buenos Aires, el balneario San Cayetano seduce a quienes eligen descansar lejos de la agitación de los grandes centros urbanos y a los amantes de la naturaleza.
Allí no llegan ni colectivos locales, ni ómnibus de larga distancia. La costa amplísima está ceñida por bosques cercanos y calles sombreadas por acacias, aguaribayes y fresnos entre casas bajas –unas 100– de estilo californiano y moderno.
Con una población estable de apenas 60 almas, aunque esa cifra se multiplica en los veranos, el balneario logra conservar el pulso singular, casi zen, que le imprimen sus habitantes. “Cada temporada, entre los vecinos que tienen casas de fin de semana y los turistas que llegan, el número de gente puede trepar a más de 15.000 , aclara Lucía Camejo, encargada de turismo del partido de San Cayetano. Año a año esa cifra paulatinamente se incrementa: se dice que el que alguna vez veraneó aquí irremediablemente vuelve.
Los encantos del balneario
Hay dos momentos del día ideales para llegar: el alba es uno, instante en que los campos cultivados de las chacras que bordean el tramo final del camino – unos 21 kilómetros sinuosos de tosca desde la Ruta Provincial 72– se iluminan con la luz del amanecer, y el brillo verde de la soja o el oro de la canola en flor, se vuelve más intenso.
El atardecer es otra alternativa recomendable para ingresar. La luz del crepúsculo es perfecta para manejar y gozar del último tramo del paisaje, con los giros del camino entre sembradíos, y las sombras de algunas vaquitas pastando. El vehículo particular es la única alternativa directa de acceso.
Después del sencillo pórtico que anuncia el comienzo del balneario, se atraviesan sucesivamente el pinar y el pequeño poblado para finalmente descubrir las dunas imponentes de arena fina que se yerguen protegiendo una costa de 28 kilómetros. Playas amplísimas, infinitas, aparecen detrás de los médanos enmarcadas por una vegetación frondosa de siempre verdes y pinos. No hay edificios muy cercanos: el mar, la arena y el cielo se funden sin interferencias edilicias, como en las pinturas marinas de William Turner.
“Uno de los encantos de este lugar es el silencio y la calma que se respira – dice Natalia C, emprendedora, propietaria de varias cabañas que alquila todos los veranos–. Nuestro balneario es un espacio sanador. Apenas llega, la gente cambia de ánimo, la mente comienza a estar más relajada. Será que hay mucho bosque. Será el sonido del océano que te acompaña todo el día. Uno va entrando en un estado de meditación y así dejás las preocupaciones atrás junto con el apuro”.
El ambiente irradia una energía hecha de sosiego y organización. Contagia. Lo que describe Natalia se percibe en la playa, que tiene un ordenado estacionamiento a 200 metros del mar: la gente lleva sus sillas y sombrillas, elige sus metros cuadrados y despliega sus pertenencias sin invadir. Difícil hacerlo, hay espacio de sobra. No se escucha música altisonante, y tampoco hay cuatriciclos que circulen por la arena a toda velocidad. Impera una actitud civilizada. Si comparamos con lo que normalmente ocurre en los balnearios, es algo inusual. ¿Cómo se explica? No parece depender tanto del control policial (que existe y es visible sin ser invasivo), como de la asimilación del orden que trasmiten “los estables”, claros custodios de San Cayetano.
La dimensión de su costa sin duda ayuda. Pero hay otra explicación, y viene de su historia. El nacimiento del balneario, en la década del sesenta, provino de una iniciativa conjunta de vecinos acompañados por la autoridad del municipio de ese entonces.
Cuenta Lucia Camejo, encargada de Turismo: “La primera excursión al lugar se organizó en 1969. No se podía pasar, era médano vivo. Hubo que gestionar para abrir un camino, gran parte era propiedad privada de la familia Sáenz Rosas y parte de la familia Caballero. Ellos donaron cientos de hectáreas. No había acceso al océano. Una vez donadas las tierras, Horacio Sieber, el intendente de entonces, convocó a todo aquel que quisiera ayudar a crear este balneario. La respuesta fue inmediata, hubo mucha participación de los vecinos. Se acarrearon más de dos mil plantas que proveyeron viveros oficiales de Necochea, Claromecó y Miramar. Los chacareros vecinos, enfardaban y llevaban la paja de los rastrojos de lino para tapar las semillas y plantines que se enterraban en la arena, para protegerlas de la voladura de los vientos. Desde el principio, todos los domingos se armaba un ejército de voluntarios que salían en camiones, cargaban y plantaban. La iniciativa fue colectiva.”
Esa historia de alguna manera se continúa en el presente. “Existe una sinergia entre vecinos y municipalidad, tenemos conciencia de la necesidad de cuidar entre todos nuestra casa, así, separamos, reciclamos residuos, ponemos cercos vivos, arbolamos…” , cuenta Eugenia Chipulina, a cargo del complejo de cabañas normandas Cielito Lindo.
Una de las cosas que le da un valor agregado a este balneario para los turistas, es, sin duda, el cuidado del medio ambiente –se nota en la limpieza de las playas y la prolijidad de las calles-, sin olvidar el tema seguridad. Poder pasear sin miedo por las calles, los pinares o la playa y disfrutar de un cielo estrellado sin otras sorpresas que un cruce eventual con una liebre o un zorro es casi un milagro. “Es así en San Cayetano –confirma Chipulina–. Acá podés relajarte, dejás tu casa sin llave con el kayak estacionado afuera en el jardín a la vista de todo el mundo. No hay delitos. Eso sí: no esperes que un delivery te traiga sushi a tu casa. Los lujos de este lugar son que podés dejar el estrés atrás y te podés encontrar con vos misma”.
Dónde dormir y qué se puede hacer
En San Cayetano no hay hoteles, pero el balneario ofrece cabañas y casas confortables, algunas con piscina y la mayoría con quincho. Hay además tres campings muy bien equipados, con duchas, lugares para cocinar, pequeñas cabañas y proveedurías bien surtidas.
“Actualmente la temporada se alarga cada vez más. Originalmente arrancábamos en año nuevo y todo se terminaba a mediados de febrero, cuenta la dueña de Cielito Lindo, ahora recibimos huéspedes hasta semana santa, y desde agosto en adelante.”
El número de turistas aumenta, pero San Cayetano sigue siendo un balneario exclusivo. No es un lugar al que se llegue de casualidad o por descarte. Los que vuelven son los que disfrutan de su singularidad. Las actividades son variadas; para los amantes del avistaje de pájaros, el escenario es privilegiado: se han registrado en los bosques y la playa 60 especies diferentes: pueden verse surcando el aire patos gallaretas, torcacitas, gaviotas, terus y hasta cigüeñas americanas, entre otras aves.
Hay días que el movimiento del oleaje alcanza gran altura , entonces el horizonte se puebla de velas de distintos colores; es de los que se internan mar adentro para practicar windsurf. Otros, cuando las olas se calman un poco se suben a sus tablas de surf a disfrutar de esa sensación inigualable de volar sobre el océano.
La pesca es otra propuesta. Con una playa de casi 30 km de extensión, la actividad pesquera es excelente, tanto desde la costa como embarcándose mar adentro. Para los pescadores novatos la sugerencia es que realicen una excursión de pesca con profesionales, que disponen de embarcaciones y conocen como nadie los secretos de estas aguas. La temporada comienza a fines de septiembre, cuando aparecen el pez gallo y los tiburones de gran tamaño. Ya a partir de esa fecha aparecen la corvina rubia, rayas, chuchos y cazones que permanecen durante todo el verano. También se pueden encontrar especies muy codiciadas como la corvina negra y el salmón de mar.
Además, la villa cuenta con un centro deportivo gratuito al aire libre donde se practican básquet y tenis: hasta tarde puede verse gente de todas las edades, especialmente grupos de adolescentes peloteando.
Y si uno elige comer afuera, en el centro comercial del balneario hay un restaurante donde sirven sabrosos y abundantes platos, se recomienda especialmente el asado. Un dato aparte es la casita de Analía Stefano, una pastelería ubicada a metros del pinar, puesta con muy buen gusto y con unos postres y unos brownies caseros imperdibles. Conviene hacer una reserva con anticipación porque la demanda es mucha.
Analía es una vecina famosa en el balneario, no sólo por sus tartas o alfabrownies de limón y chocolate. “¿Como empecé? Puedo decir que este lugar y yo nacimos casi juntos…El balneario nació en 1969 y yo en 1970, Mi padre, Otto Stefano, fue uno de los pioneros que plantaron árboles por acá cuando sólo había médanos y mar. Amo la villa: pura naturaleza y paz. Yo heredé esta casa; empezamos con mi hija Luisina a vender postres, alfajores y budines en el living y nos fue genial. Al poco tiempo pusimos tres mesas en el patio y después una pérgola techada. Ahora a la noche, anexamos otra especialidad, la pizza casera. Los pedidos son tantos que no damos abasto”.
El balneario crece año a año, si pensamos en el desarrollo imparable de otros lugares de la costa, uno se pregunta si acá podrán crecer manteniendo sus virtudes actuales. Analía dice que prefiere que la comunicación siga como ahora, sin transporte público. Y agrega con una sonrisa: “Eso quizás pase dentro de unos años, el camino de tosca no entusiasma mucho.”
Por su parte Lucía Camejo dice que el Municipio apuesta a un crecimiento paulatino y ordenado: “La idea es que el Estado pueda ir acompañando con la cobertura de los servicios que correspondan. También incentivamos la inversión del sector privado (comercios, alojamiento). La paz característica seguramente se mantendrá con un trabajo de concientización, coordinado con propietarios y pobladores de la villa; en cuanto a la seguridad en caso de ser necesario se ampliará la cantidad de efectivos que día a día cumplen sus funciones.”
Los vecinos estables, celosos de la tranquilidad, apuestan a la selección natural. Creen que los que vienen, y vuelven una y otra vez todos los veranos, es porque se enamoraron de San Cayetano, de su paz y seguridad. Un verdadero lujo, que una minoría sabe apreciar.
Más info
Listado de alojamientos en argentinaturismo.com.ar Balneario San Cayetano.
San Cayetano turismo T. (02983) 47-0000; (02983) 44-2602.
Pastelería Analía Stefano: (02983) 40-7209.
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