Interpreta a Daniel Maspons en la película que narra la historia de los sobrevivientes y los muertos del accidente de 1972 en la cordillera de los Andes.
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“Nueve meses de casting, dos meses de ensayo, más de 140 jornadas ininterrumpidas de rodaje... Fueron casi dos años de mi vida, un proceso largo, muy intenso pero muy hermoso”, resume entre la fascinación y la gratitud Santiago Vaca Narvaja, el actor cordobés de 25 años que integra el elenco de La Sociedad de la Nieve, la película de Juan Antonio Jota Bayona que retrata la experiencia extrema del avión uruguayo siniestrado en la cordillera de los Andes en octubre 1972.
“Yo no conocía la nieve, casi no había salido del país y, de pronto, en plena pandemia, pasé a vivir dos meses en Barcelona, cinco meses en Sierra Nevada, regresar de nuevo a Argentina, volar a Uruguay y luego viajar otra vez a España, Madrid. Ni sé la cantidad de aviones que tomé”, dice desde Barcelona, donde vive hace un año. Lo cuenta al regresar de la ciudad de Terrassa, sede de la Escuela de Cine de Cataluña, donde presentaron la película a sala llena. “Nos fue muy bien en el cara a cara. Es muy fácil ponerse la camiseta de esta película. Fui con Jota, que estudió en ese lugar”, agrega, sin reparar en el tono familiar que usa para referirse al director del cine del momento.
En la película, Vaca Narvaja interpreta a Daniel Maspons, el único varón de cinco hijos de una familia de Carrasco dedicada a la sastrería. Aunque sobrevivió a lo peor del accidente y tuvo una activa participación en las primeras excursiones en busca de ayuda, el joven de 20 años murió el 29 de octubre, a causa del alud que sepultó el fuselaje.
Para abordar el personaje, además de documentarse con el libro de Pablo Vierci, a Santiago le resultó fundamental dialogar con las hermanas y sobrinos de Daniel. Recuerda el encuentro como si fuera hoy: “Me esperaban con un té con masitas. Yo estaba muy nervioso y me acompañó María Laura Brech, nuestra coach actoral. Fue un modo de pedirles permiso para poder homenajearlo con respeto y sensibilidad. Les pedí que me contaran anécdotas y detalles que me ayudaran a construirlo”. En esa charla se enteró, por ejemplo, que un sobrino de Daniel que al momento del accidente tenía cinco años, aún hoy conserva la medallita de su tío con la insignia de Old Christians Club, que tras el rescate le fue entregada a la familia. “Nos la facilitaron por unos días para que el equipo de arte de la película hiciera una réplica exacta. Y es la que uso yo en el rodaje”, cuenta Santiago, que mantiene contacto con la familia.
De todos los llamados que recibió por el estreno, guarda como un tesoro el mensaje de voz de Rosario, la hermana mayor de Maspons. “Me agradeció por todo. Es un duelo muy difícil el de las familias… Me dijo que les había gustado la película, que me querían mucho y verla los había ayudado a entender mejor lo que había atravesado Daniel. Después de tanto tiempo...”, cuenta.
Fernet y técnicas holísticas
Hijo de artistas, Santiago debutó en la pantalla con el taller de cine del colegio Nuevo Milenio de Unquillo. Al salir del secundario se entrenó en actuación con Paco Giménez y un año en la carrera de Derecho le bastó para saber que lo suyo era la Facultad de Cine. Allí rodó un personaje central en Ciudad Universitaria con Rosendo Ruiz y por esa época también, entre otros papeles, obtuvo un rol secundario en la miniserie El Reino.
Fue a fines de 2020 cuando un amigo le reenvió un flyer que circulaba por redes: “Buscamos actores de 18 a 25 años que hayan jugado al rugby”. Y a este rubio de cara angelical que mide 1,62 metros y pesa 63 kilos, nada le hacía suponer que detrás estaba el tanque de Netflix. Se sintió habilitado a participar solo porque en la adolescencia había jugado al rugby en el puesto de medio scrum. Después supo que la producción había recibido más de 2.500 autograbaciones de castings.
Lo que siguió fue un intrincado proceso de mails, entrevistas por zoom, pruebas, escenas y ensayos que demandó nueve meses (como un parto) y un viaje con todo pago a Montevideo. De allí volvió con toda la data del megaproyecto, pero sin definiciones. Ya en Córdoba, cuando sus expectativas flaqueaban, una videollamada le devolvió la ilusión. Frente a frente, a través de la pantalla, casi se muere cuando le preguntaron: “Qué preferís, ¿ventanilla o pasillo?”. Había quedado seleccionado. En octubre de 2021 ya se encontraba en Cataluña, listo para participar durante dos meses del proceso de entrenamiento actoral más increíble que jamás hubiera imaginado, guiado personalmente por Jota, su admirado director.
Los 30 actores, algunos uruguayos y otros argentinos, con una legión de técnicos, coaches y asistentes, se alojaron en Badalona (a las afueras de Barcelona) para encarar dos meses de ensayo que incluyeron desde sesiones de gong que aceleraban el pulso, hasta terapias respiratorias guiadas que en el momento de rodar los ayudarían a acceder a planos emocionales muy demandantes. La decisión de Bayona de armar un reparto coral, sin estrellas consagradas, hizo que el elenco fuera joven y con plena disponibilidad durante varios meses, fundamental para alimentar la camaradería y atravesar en grupo las complicaciones de filmar en la montaña.
“En la etapa de Barcelona todos teníamos que ganar peso. En mi caso, engordé 12 kilos a base de una dieta muy calórica. Hacía seis comidas diarias. ¡Todavía no puedo ni ver los alcauciles y los espárragos blancos! Nos los daban todos los días como protector gástrico”, se ríe, aunque habla bien en serio. La camaradería habilitaba salidas y diversión. Y Santiago, como buen cordobés (el único del elenco), llevó a Barcelona un Fernet. “Lo preparé como corresponde, en las proporciones regulares, cortando un envase de Coca para usar como vaso”, aclara. Se lo convidó a Bayona, que primero lo notó amargo y luego lo aprobó. Así fue como el popular trago se ganó su lugar de mística grupal. Un año después, al final del rodaje, el actor Felipe González Otaño (que en la película interpreta a Carlitos Páez) hizo imprimir etiquetas con la sigla LSDLN, alusivas a La Sociedad de la Nieve, para regalarle una botella de Fernet personalizada al director.
Frío y hambre
El rodaje empezó en el centro de esquí de Sierra Nevada (Granada), con las escenas posteriores al accidente. La jornada comenzaba a las 6 de la mañana con un café y dos horas de maquillaje, y terminaba a las diez de la noche. “Yo no conocía la nieve, ni nunca antes había estado en un paisaje así, donde la montaña es un espectáculo y un antagonista. Tampoco había experimentado ese frío que va directo al hueso. Teníamos una muda térmica, pero arriba nos vestía el personaje: una campera liviana, un pantalón acampanado que cuando se mojaba quedaba duro y mocasines. Doce horas así”, grafica Santiago.
Para personificar a Daniel Maspons, Santiago tuvo que perder 12 kilos en dos meses. Es mucho, aunque no tanto como los 23 kilos que tuvieron que adelgazar otros. “Los viernes era la jornada de pesaje. A veces, volvíamos de rodar y forzábamos la puerta del gimnasio del hotel para correr en la cinta y seguir perdiendo calorías. Nos asistían nutricionistas”, aclara. Le costó más bajar que subir y algunas noches se fue a dormir con dos baby carrots como cena.
Contó, además, con dos dobles de cuerpo para escenas de caminata por zonas de derrumbe. Y una coach que le suavizó la tonada cordobesa para darle cadencia rioplatense en escenas como la que dice: “Estoy meando negro”. Crearon también un dummy (muñeco de muerte), con su rostro y en tamaño natural, para recrear la muerte de su personaje. Semejante súper producción quedó grabada en 615 horas de filmación en alta calidad, de las que solo 2 horas y 24 minutos fueron en la película.
Tras cinco duros meses en Sierra Nevada volvió a Argentina, a recuperar peso y estabilidad, y se reencontró con sus compañeros en Montevideo para rodar las escenas de rugby y la despedida en el aeropuerto. “El equipo de casting nos ayudó a afrontar una experiencia actoral tan inmersiva y comprometida. Teníamos a Pablo Vierci, autor del libro, como consultor permanente. Además, Jota Bayona estaba pendiente de todo y nos escuchaba mucho”, expresa. La última etapa se hizo en Madrid, en un set especial donde filmaron las escenas de interiores del avión. Coincidió con el Mundial de fútbol y la adrenalina de los partidos se colaba en los ensayos.
“Esta experiencia me dejó muchos vínculos y amigos que son hermanos. Es que un rodaje tan duro no se podría haber hecho de otra forma. La hermosa recepción que está teniendo la película me enseña también que hay que confiar en los procesos y apostar a formarse en una vocación que es compleja. Por suerte existe la universidad pública y pude preparame”, dice. Y cierra: “El valor primordial de La Sociedad de la Nieve es la entrega. ‘No hay amor más grande que el que da la vida por los amigos’, dice Numa Turcatti. Lo que hicieron fue inmenso. Todos fueron héroes, no sólo los 16 que volvieron. Es una oda al altruismo, a la vida y la amistad. Eso la diferencia de cualquier otra película que tenga como tema la supervivencia humana en situaciones donde no es posible la vida”.
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