Se empezó a construir en 1889. La proyectó el arquitecto Juan Bautista Arnaldi. El padre del escritor José Pedroni, quien le dedicó un poema al edificio a medio hacer, fue uno de los albañiles. La obra se abandonó un año después, pero los muros a medio levantar se convirtieron en escenario para un festival de música.
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Gálvez es una ciudad ubicada en el centro de Santa Fe, a unos 80 km de la capital provincial. Su fisonomía no discrepa demasiado de otros centros urbanos de esa región, donde los campos dedicados a la agricultura y la ganadería son los bastiones principales. Sin embargo, en Gálvez se yergue un monumento inusual, la Iglesia Vieja. Se trata de un ambicioso edificio que se empezó a construir a fines del siglo XIX para destinar al culto religioso, se abandonó poco tiempo después y se hizo vieja, en cierto modo, sin haber terminado de nacer. Hoy, con casi 130 años de vida, es un lugar de referencia para los galvenses: no solo ha sido declarada Patrimonio Histórico Cultural, sino que es la sede de un festival musical que, si bien hoy no goza del brillo de antaño, tuvo en su escenario a artistas de renombre nacional.
Para encontrarse con el origen de esta iglesia inconclusa, que bien podría ser escenario para una trama de Edgar Allan Poe o Stephen King, hay que remontarse hasta los orígenes de Gálvez, una ciudad que nació gracias al fragor de las vías del ferrocarril. De hecho, no existe indicio alguno que acredite la formación de un núcleo urbano antes de su llegada: el pueblo se conformó en torno a la Estación Gálvez, construida en 1886. En ese contexto, una vez aprobado el trazado urbano original, la población se fue aglutinando en la proximidad de los espacios ferroviarios. En 1888 es habilitada la capilla en el centro, donde se encuentra la actual Iglesia Santa Margarita Reina de Escocia. Al ser ampliada el área a urbanizar, hacia 1889 se inician las obras de lo que iba a ser la nueva iglesia.
Sin embargo, las cosas no fueron en el sentido que esperaban los gestores del proyecto. En 1890, la crisis económica y financiera que afectó al país durante la presidencia de Miguel Juárez Celman, tuvo un coletazo en las todavía jóvenes colonias santafesinas, mermando los recursos. Los proyectos de extensión ferroviaria en la zona quedaron truncos, de modo que el solar elegido para el edificio religioso quedó alejado del trazado original del pueblo, donde estaba ubicada la población. Estos factores llevaron a la decisión de abandonar la iglesia nueva, que pasó a denominarse “vieja” una vez que se terminó de construir la iglesia de Santa Margarita en pleno centro de Gálvez, en los años 20 del siglo pasado.
El arquitecto y el constructor
Como entre líneas, entre esas ruinas nunca estrenadas de la iglesia incompleta de Gálvez se puede leer la ambición de los constructores. Esto no es casual, ya que detrás de la proyección del edificio aparece el nombre de Juan Bautista Arnaldi, uno de los arquitectos de más renombre de la segunda mitad del siglo XIX. Arnaldi, nacido en una ciudad de la costa de Liguria, Italia, en 1841 se formó en Génova y trajo todo ese caudal consigo cuando viajó hacia la Argentina, a finales del siglo XIX. El país estaba en plena expansión y, por lo tanto, lleno de posibilidades. De modo que la obra de Arnaldi, si bien fue en su mayor parte religiosa (las crónicas históricas indican que desarrolló 29 proyectos entre catedrales, iglesias y capillas) se extendió también a viviendas, teatros y establecimientos escolares.
En la ejecución del proyecto, que quedó finalmente a mitad de camino, participó el maestro albañil Gaspar Pedroni. Gaspar, hijo de Carlos José Pedroni y Josefina Capetti, había llegado al país en 1887 y más adelante se convertiría en el padre del poeta José Pedroni, que nació en Gálvez el 21 de septiembre de 1899. José, quien recorrió las obras de la iglesia, dejó testimonio de sus impresiones en uno de sus poemas: “No eres ninguna iglesia, ni nueva, tú lo sabes. Eres tan sólo un muro, y el más viejo de Gálvez. De iglesia sólo tienes lo que debió ser nave, y el alma que propaga la voz del visitante. Te hicieron por error. (Lo decía mi padre que fue de los mejores albañiles de Gálvez). Te hicieron por error. No pueden terminarte. Las casas se asentaron media legua adelante. Y te quedaste sola, sin poder levantarte. Caída en el camino, como las piedras grandes. ¡Qué suerte la del río que anda de parte en parte! ¡Qué suerte la del pájaro! ¡Qué suerte la del aire! Tú eres un muro enorme. Nadie puede cambiarte”.
Además de Pedroni, el escritor y dramaturgo Carlos Carlino también dejó una referencia a la iglesia galvense en uno de los tramos de su Biografías con gringos. Allí, en su crónica de José Pedroni, Carlino expresa: “Y también teníamos una ruinosa construcción, rodeada de cardos y cicutales a la que llamamos y llaman, iglesia nueva, y que solo son unos muros, los más antiguos de la localidad (¿serán?) levantados por un diestro albañil lombardo. José era el hijo de don Gaspar, el constructor que alzó esa casa de Dios, y numerosas casas para los hombres, cantando y blasfemando, más por hábito que por convicción”.
Música en un lugar especial
El aura tan particular que tiene este lugar, llevó a los galvenses a planificar un Festival Musical que, con apoyo de las autoridades locales, se celebró durante años en el predio que rodea a la iglesia inacabada. Para eso, se construyó un escenario que lleva el nombre de Ariel Ramírez, en homenaje a este compositor que vivió parte de su niñez en esa ciudad donde, se dice, descubrió el piano a temprana edad. En sus distintas ediciones, el Festival Musical Vieja Iglesia de Gálvez convocó a artistas de la jerarquía de León Gieco, Soledad Pastorutti, Peteco Carabajal y Horacio Guarany.
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