Se fundó en 1622, quedó abandonada tras la expulsión de la Compañía de Jesús, la remataron y pertenece a la misma familia desde 1773.
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Desde Ascochinga, Córdoba, por un tramo de ripio de la E53 llegamos hasta Santa Catalina, que es jesuítica y Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde el año 2000. “Nunca fue reducción, sino estancia con capilla”, remarca Rodrigo Astudillo, el guía, para que nos detengamos en los fines productivos de este establecimiento que sostenía económicamente al seminario de Córdoba capital. “La iglesia quedará para el final”, me anticipa, y avanzamos por los claustros, que están en uno de los laterales. Todo luce bien cuidado, cuando el guía esgrime “es un lugar privado”.
Con 25 años de trabajo en la estancia, representa la cuarta generación de encargados. Respetuoso del lugar y dueños, Rodrigo se aferra a los datos. “La estancia nació en 1622 y es la tercera jesuítica de Córdoba, después de Colonia Caroya (1616) y Jesús María (1618). Luego llegarían Alta Gracia (1643), La Candelaria (1683) y San Ignacio (1725), que ya no existe”, apunta el guía. “Los jesuitas compraron 167.500 hectáreas con ganado y aborígenes –comechingones y sanavirones–, pero como notaron que los indios morían jóvenes, se hicieron de esclavos vía Portugal. Los ubicaron en un rancherío, cuyos muros todavía están en pie. Aquí llegaron a vivir 436 negros, 200 aborígenes y 5 jesuitas. Se dedicaban a la cría de mulas para el traslado de bienes entre Buenos Aires y el Alto Perú”, detalla Astudillo mientras avanzamos por los patios y galerías de estilo manierista de esta edificación que se preserva original en un 80%.
¿Por qué es privada? Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la Corona española creó una Junta de Temporalidades, que remató esta propiedad y otras tantas. Así fue como el alcalde (entonces juez) Francisco Antonio Díaz compró esta estancia, en 1773. No suponía que 250 años más tarde la disfrutaría su descendencia… y cierto sector de la humanidad. Se comenta que los herederos, que son alrededor de 140, la usan como casa de fin de semana y componen un consorcio para administrarla. Claro que, por tratarse de un bien protegido, tienen la obligación de mostrarla. De hecho, sólo quienes visitan Santa Catalina de lunes a viernes tienen la ocasión de ver los patios de los antiguos claustros (no entramos a ninguno), que –dicen los lugareños– hoy son dormitorios.
A la capilla avanzamos por uno de los costados, para que el barroco indoamericano y el rococó se entremezclen en el retablo y en las imágenes sacras. Un Cristo articulado tiene facciones aborígenes, como mucho de lo que llegó de Bolivia. Mientras, en lo más alto del templo, una imagen elocuente de santa Catalina de Alejandría luce poderosa, con su espada sobre la cabeza de Maximino, el emperador que la hizo decapitar.
Datos útiles
Estancia Santa Catalina. Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO, fue fundada en 1622. Es propiedad privada y se accede sólo con visita guiada. El guía, sumamente idóneo, se llama Rodrigo Astudillo. Conviene ir de martes a viernes, de 10 a 13 y de 14 a 18 horas, porque solo esos días se puede hacer la visita completa: iglesia y claustros. Fines de semana sólo está disponible la iglesia. $1000, la visita completa; $600, sólo la iglesia. Santa Catalina s/n. T: (351) 560-9769
Solar de la Pampa. Para dormir en Ascochinga y visitar Santa Catalina, sobre un terreno arbolado de seis hectáreas, es una bellísima casona de 1880 que aloja huéspedes en habitaciones confortables y muy cálidas. Propiedad de la familia Fourcade, se nota en cada espacio la influencia de los viajes y la ligazón con el arte. Sirven un desayuno delicioso y, pedida de antemano, también alguna comida. Cuentan con 6 habitaciones en la casa principal, y una casita con dos habitaciones más. Tienen pileta. Desde $24.000 la doble con desayuno. Juan B. Justo s/n. T: (11) 4044-6727. IG: @solardelapampa.ascochinga
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