Cerca del lago Lácar, fue una de las primeras casas de la ciudad y tuvo varios usos hasta convertirse en hostería. Hoy sigue en manos de la misma familia desde hace casi treinta años y es una joyita de la ciudad.
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El olor a manzanas y canela impregna cada rincón de La Casa de Eugenia. Es pleno otoño, la época de la cosecha de las manzanas silvestres que crecen en los árboles del jardín: son sólo cuatro pero la cantidad de fruta que dan casi excede la capacidad de recolección. Son profundos los bolsones que estacionan en la cocina mientras que se procesa la fruta. Con toda la paciencia del mundo, las chicas cocinan a medias la manzana con algo de canela y la frizan en porciones que usarán en las tartas y postres que hacen con manzana para los huéspedes a lo largo del año. En temporada de cosecha ofrecen también un muy refrescante té de manzanas. En otra época habrá también nueces, ciruelas, o cerezas de los árboles del jardín.
El desayuno en la casa es un ritual. Sucede en uno de sus rincones más lindos: el jardín de invierno de ventanales de vidrio repartido por los que entra el sol, piso damero blanco y negro, cortinas de género liberty, mesas de mantel blanco y flores de estación. Puede haber tostadas con mermelada casera -sauco, rosa mosqueta, manzanas, jalea y dulce de membrillo-, huevos revueltos, fruta fresca, jugo de naranja, café, té, cereales, yogurt y torta, que en estos días es de vainilla y mousse de limón, con tiritas de chocolate.
Ubicada a cien metros del lago Lácar, en una calle cortada del casco céntrico al pie de la montaña, La Casa de Eugenia tiene la particularidad de ser la única hostería de San Martín de los Andes que funciona en una casa histórica, además del Turista, que es hotel dos estrellas. Cuando aún no pertenecía a sus dueños actuales, la familia Roca, la casa de 1928 fue sede de la Intendencia del Parque Nacional Lanín entre 1937 y 1939, y funcionó a partir de 1955 como alojamiento, una de las primeras residencias de la ciudad.
Se llamaba Residencial Villa Bibi y había surgido cuando su dueña, Pepita Pasos, envió a su última hija Bibi a estudiar y se encontró con la casa familiar vacía y disponible. Como tenía tres habitaciones libres, decidió generar un ingreso abriendo un hospedaje. La casa original estaba diseñada con un sistema en H: por un lado estaban la cocina y el comedor, por el otro los cuartos y un living en el medio la gran chimenea que se usaba para calefaccionar todo.
Un emprendimiento familiar
La casa empezó a llamarse La Casa de Eugenia cuando fue comprada en 1997 por la familia Roca de Chubut. Eugenia venía de Chubut recién recibida en administración Hotelera y Turismo, y la casita histórica fue la excusa perfecta para poner en práctica todos los conocimientos y cumplir su sueño de tener un Bed & Breakfast de montaña. Arrancó con cinco habitaciones y le puso todo el cariño durante unos pocos años hasta que la vida la llevó a Eugenia a Charlotte, Carolina del Norte, el estado norteamericano de donde venía Wayne, el huésped pescador del que se enamoró y con quien formó una familia en los Estados Unidos.
“A esta altura debería llamarse la Casa de Agustín”, bromea su hermano 18 años después, quien tomó las riendas de la hostería en 2006 luego de que estuviera cerrada por cinco años, y es la cara visible del emprendimiento que terminó en sus manos. Agustín había sido estudiante de Relaciones Internacionales y trabajaba en Buenos Aires, pero necesitaba un cambio de aire. Se mudó a San Martín con la ilusión familiar a cuestas de reabrir el hotel. Él solo quería saber de qué se trataba el negocio hotelero. “Pensé, me voy a cortar el pasto y a ver como es el tema del hotel”, cuenta que dijo a los 28 años, y hoy sigue en el negocio. Pronto fue un sanmartinense más y hasta se convirtió durante cuatro años en Presidente de la Asociación Hotelera local. Agustín vivió en la casa azul hasta que se casó y mudó a las afueras del pueblo.
Desligada por completo de la hostería, Eugenia es ahora en Norteamérica maestra de escuelas con niños con capacidades diferentes. Igual viene seguido de visita, para que sus hijos no pierdan el vínculo familiar con los primos, para ver a su madre (que vive en la parte privada de la hostería) y a sus hermanos.
Una casita de colección
Agustín habla de la casa histórica como de una casa de colección que merece los mejores tratos porque es única. La compara con un auto antiguo: “Puede ser el auto que te dio tu abuelo para que aprendas a manejar, todo roto y viejo que sirve para poco; o el auto que te dio, que él mantuvo con cuidado durante mucho tiempo, y es tu deber cuidarlo”. “Puede ser una chatarra o un auto de colección, y no tiene sentido tenerlo arrumbado en un garage”, afirma. Lo mismo pasa con la casa.
La gran restauración llegó en 2005, cuando Agustín decidió hacerse cargo y agrandar la casa centenaria manteniendo el diseño original y su esencia. Se agrandó el desayunador, se ampliaron los cuartos antiguos, los baños, y se agregaron cuatro nuevas habitaciones para llegar a nueve. Surgió un idílico patio interno, que aman los clientes asiáticos, “el europeo va más al jardín y se sienta bajo el árbol”, dice el dueño.
Constantemente se le hace algo nuevo: la pileta, el quincho, la entrada, cambio de colores. La habitación Amarilla es la que más original se mantiene: “Salvo el baño que se recicló completo, se tocó poco y mantiene la madera de raulí en pisos, como las otras habitaciones originales”, dice Agustín. Asegura que, aunque todas son distintas dentro de un mismo estilo, para él es la más linda de todas. Cuenta además que parece que el dueño original tenía un aserradero en la otra punta del Lácar y que traían los troncos de raulí flotando a través del lago.
La Casa de Eugenia tiene nueve preciosas habitaciones, un desayunador, dos livings, piscina, parque privado, patio interno. También quincho para asados.
Datos Útiles
La Casa de Eugenia hostería boutique
Calle Cnel. Díaz 1186. San Martin de los Andes, Neuquén.
T: (2972) 42-72063
Entre 150 y 180 u$s por noche la habitación doble (dólar oficial)
www.lceugenia.com hosterialacasadeeugenia@gmail.com
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