La historia se remonta a cinco siglos atrás, cuando colonizadores y caciques se mezclaban en el territorio puntano que estaba signado por la piedra y el río.
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El paseo empieza en el establecimiento La Piedra Blanca, a la vera de la RP 9, entre El Trapiche y La Carolina, en San Luis. Aquí ofician de anfitriones Carlos y Helena Visetti, con Franco, uno de sus hijos. De arranque, la jornada trae una leyenda que padre e hijo comparten entusiasmados en la camioneta que nos lleva hasta el Salto de la Negra Libre, en las sierras centrales de San Luis, esas que corren de norte a sur a lo largo de 160 kilómetros y terminan en la capital de la provincia.
Según relatan, hace ya cinco siglos los primeros colonizadores españoles que se adentraban a las sierras sanluiseñas intercambiaban algún que otro esclavo negro con los antiguos habitantes del lugar. Fue entonces que el cacique Pancanta, famoso por el valle que luego recibió su nombre, se enamoró de una de las mulatas. Infeliz con su destino, la pobre mujer un día decidió escapar atravesando campos y arroyos, mientras el malón la perseguía. “Se alimentaba solo de los duraznos que encontraba a su paso y en un morral que llevaba colgado del pecho guardaba los carozos. Así saltó al vacío, entre la piedra y el río, mientras las semillas volaban por el aire. Por eso la zona está repleta de durazneros silvestres que dan fruto en primavera”, cuenta Franco, que en familia coordina la excursión a este salto tan magnético como escondido.
Ubicado en Las Nubes, uno de los campos que poseen en las proximidades de La Piedra Blanca, desde donde salimos, el salto tiene poca fama a nivel general, pero es uno de los secretos mejor guardados de los puntanos. “No es la 4x4, sino saber manejarla”, asegura Carlos mientras iniciamos la travesía sobre ruedas a través de la sierra, entre la piedra y senderos de huella difusa, que durará una hora y media, y nos dejará frente al salto.
La paja, los espinillos y el piquillín pintan de verdes y dorados el escenario hasta que llegamos a una antigua casa de adobe que la familia habitó en algún momento, pero que hoy está en desuso y les sirve de base durante el paseo. Se encuentra entre acacias nativas, álamos y sauces, al costado de un arroyo, ahí donde el viento es suave y el sol, complaciente.
A pie ascendemos unos metros más por la sierra, hasta de pronto ver desde arriba el salto que tiene 70 metros de caída y cuyo afluente termina en el río Grande. Abajo nos queda además el arroyo y los piletones que invitan al baño, entre los durazneros verdes, expectantes por florecer en la próxima temporada. Aunque claro que al salto se puede llegar también por abajo, caminando o a caballo después de un día entero de travesía, para que la propuesta termine con un chapuzón.
Pero como nosotros elegimos llegar en 4x4 y verlo desde arriba, el paseo termina con salamines, queso y cerveza en una mesa improvisada en los alrededores de la vieja casa de adobe de los Visetti. Entonces, a Carlos le pregunto algo más sobre la historia de San Luis, como para exprimirlo en su saber. Me contesta que no sabe la respuesta y con picardía agrega: “El puntano, lo que no sabe, no lo dice. En cambio el cordobés… ¡hace un verso de una piedra! ¡Es admirable!”. Nos reímos todos.
Datos útiles
La Piedra Blanca. RP 9 s/n. T: (2664) 757454. IG: @saltodelanegralibre. Con carisma, buenos vehículos, caballos y conocimiento del lugar, la familia Visetti coordina y guía los paseos al salto. Ofrecen trekkings y cabalgatas hasta los piletones para bañarse, o expediciones en 4x4 para verlo desde lo alto. Son programas de día entero que, más allá del salto y la leyenda que le da nombre, bien valen la pena para entender la idiosincrasia de las sierras centrales de la provincia. Desde $2.000 el trekking, $5.000 la cabalgata y $10.000 la excursión en 4x4.
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