La localidad de 3.500 habitantes, ubicada a 50 kilómetros de la ciudad de Santa Fe, fue fundada en 1858. La historia de cómo conservó el ADN de la empresa que le dio identidad
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Fue un faro en la producción de cerveza a escala nacional. En pleno corazón de la pampa gringa, San Carlos Sud ostenta una fuerte tradición cervecera heredada directamente los inmigrantes, en especial suizos y alemanes.
El pueblo tiene apenas 3500 habitantes y conforma un mismo bloque urbano junto con San Carlos Centro, pero que a pesar de eso, mantiene una fuerte identidad. Fue el punto donde se gestó la Colonia San Carlos en 1858, escindida luego en tres partes (Centro, Sur y Norte) por motivos religiosos. Este singular aspecto de su historia sorprendió al propio Domingo Faustino Sarmiento cuando llegó a la zona en 1883. “Pregunté por la población, que se encontraba reducida. Este es, me dijeron, el San Carlos católico. –¿Pues qué? ¿Hay uno protestante? –Sí- me contestaron, en torno a la plaza del Sur. Era de quedarse lelo al oír estas denominaciones, pues había un tercer San Carlos, a otra legua al Norte, que no era ni protestante ni católico”, escribió el prócer.
Al principio, fieles al precepto traído desde Europa, sus habitantes le dieron a la naciente localidad una impronta fuertemente agrícola. Hasta que se produjo un hecho que modificó estructuralmente la identidad de San Carlos Sud: la fundación de la Cervecería San Carlos. El aura de esta empresa, que en los ‘80 llegó a producir 5.000.000 de litros mensuales, resultó tan fuerte que originó la Fiesta Nacional y Provincial de la Cerveza. Durante décadas fue una marca registrada de San Carlos Sud.
Una vuelta de página
La historia oficial señala que la empresa fue fundada por Francisco Neumeyer en 1884. Sin embargo, en una entrevista concedida en 2018 a El Litoral de Santa Fe el historiador sancarlino Rubén Donnet contó que pudo acceder a una serie de documentos que prueban que en realidad la creó, hacia 1868/69, Joseph Gay un inmigrante del cantón suizo de Valais, oriundo de la comuna de Martigny, de profesión licorista. Lo cierto es que, tras casi un siglo y medio de historia, durante la cual pasó por distintas manos y años de esplendor, la empresa cerró sus puertas en 2010 y modificó sustancialmente el movimiento diario del pueblo.
Sin embargo, el ADN cervecero de sus habitantes se abrió camino: amparado en el creciente interés por las cervezas artesanales, varios emprendedores retomaron la iniciativa y crearon sus propios productos. Ellos son AlteKameraden (con su cerveza Willy Weinberger) y Ethel. A ellos se suma Clora, que sirve cervezas artesanales de terceros de la región.
De modo que hoy, en las cuadras que rodean a los míticos parques en los cuales se realizaba la Fiesta Nacional de la Cerveza, hay locales gastronómicos donde cualquiera tiene la posibilidad de hacer una especie de viaje al pasado y acceder a un fragmento de la historia sancarlina bajo la forma de rubia bebida.
Puntos
La alta chimenea que se recorta en el cielo, al lado de la monumental estructura hoy vacía de la Cervecería, es uno de los puntos más atractivos de la localidad santafesina, un persistente símbolo de la prosperidad de antaño. Pero no es el único. El templo de la Iglesia Valdense, ubicada al este de la plaza, sintetiza en sus muros la propia historia de la localidad. Se empezó a edificar casi al mismo tiempo que la colonia y se terminó en 1870 gracias al aporte de metodistas, luteranos y valdenses, todas denominaciones religiosas protestantes. A principios del siglo XX, los pastores valdenses continuaron con la obra misionera en forma interrumpida. Desde 1962 el edificio pertenece a la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata.
A pocos metros de este templo, se encuentra el también histórico edificio de la Sociedad de Canto Harmonie, que se restauró hace ocho años. Se trata de una de las instituciones más longevas de la localidad, creada en 1876 por un grupo de inmigrantes suizo-alemanes que intentó traducir en estas latitudes las tradiciones musicales europeas. En la misma cuadra, se halla el antiguo Hotel Suizo, en cuyas instalaciones funciona actualmente un museo y un emprendimiento gastronómico cuya inspiración principal es la cerveza, pero también lo son las salchichas y el chucrut típicamente alemanes.
En el lado oeste de la plaza existen otros espacios que son posta obligada para el visitante. Uno de ellos es el arco de ingreso al pueblo, que remite al punto exacto donde empezó a cobrar su fisonomía la Colonia, y el lugar donde cada 27 de septiembre las autoridades de los tres San Carlos celebran el aniversario fundacional. El otro, ubicado a escasos metros, es el templo católico de Nuestra Señora de Lourdes, que empezó a construirse en mayo de 1961 y fue inaugurado en junio de 1963, dando lugar a un cambio radical en la práctica del culto religioso en la localidad.
Reproducir costumbres
El inmueble que mejor resume el espíritu progresista de los primeros habitantes de San Carlos Sud es el de la Sociedad de Tiro Suizo. La institución se formó en abril de 1860 y se convirtió en la segunda en su tipo en el país, apenas dos años después de la fundación de la Colonia. El primer stand de tiro estuvo emplazado en la zona oeste de un molino harinero, un terreno que más tarde fue ocupado por la Cervecería San Carlos. Más adelante, funcionó también un polígono provisorio en la casa de campo de Santiago Reutemann. Las imponentes instalaciones que todavía siguen en pie datan de 1895 y tuvieron un reciente proceso de recuperación.
La Sociedad de Canto Harmonie, el Bar Suizo, el templo Valdense, el Tiro Suizo y la propia Cervecería San Carlos no son solo mojones en la vida de esta pequeña pero añeja localidad del centro de la provincia de Santa Fe. Son el eco de un acto casi reflejo que siguieron los inmigrantes que llegaron hace 160 años a una llanura donde todo estaba por hacer: desarrollar espacios donde reproducir y compartir las costumbres adquiridas en sus países de origen, para ganarle la pulseada a la nostalgia y mantener viva la identidad a más de 10.000 kilómetros de distancia. Un gesto repetido, tal vez inconscientemente por los actuales pobladores, capaces de encontrar en ese pasado tan querido las claves para construir el presente y el futuro.
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