En Saint-Rémy de Provence, todavía recibe pacientes. Un sector se convirtió en museo y recrea la etapa más prolífica y tormentosa del genio holandés.
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“Vincent se internó por sus propios medios y eso contribuyó a que lo dejaran salir al jardín para pintar”, asegura Katharina Prieur de La Comble, historiadora de arte especializada en van Gogh. “Si la pelea con Paul Gauguin hubiera sido más violenta, lo habrían internado a la fuerza y todo hubiera sido distinto”, agrega para empezar a deshilvanar la historia, compleja y dolorosa, de uno de los genios más grandes de nuestra era. Lo dice mientras caminamos por Saint Paul de Mausole, el hospital psiquiátrico que lo albergó tres meses después de que se cortara la oreja. Estamos en Saint-Rémy de Provence, a casi 700 kilómetros de París, al sur de Francia.
Monasterio hasta la Revolución Francesa, el centro médico está levantado en piedra y rodeado de olivos y cipreses. Asilo del artista entre mayo de 1889 y mayo de 1890, en la actualidad sigue recibiendo pacientes con enfermedades psiquiátricas en el mismo sector que recibió al pintor hace más de un siglo. Aloja 60 mujeres en rehabilitación por abuso de sustancias que participan de un programa de arte, exponen y venden sus obras. Y, además, recibe visitantes en un sector que recrea cómo era el hospital psiquiátrico en tiempos de van Gogh, junto a los jardines que solía pintar, y dónde hay réplicas de las más de 150 pinturas y 100 dibujos que hizo durante su estadía.
Dolor y creatividad
“Para aprovechar el recorrido es importante entender porqué Vincent terminó acá”, apunta Katharina sobre el artista que llegó a este mundo el 30 de marzo de 1853, en Zundert, Países Bajos, justo un año después de que su madre perdiera un hijo en el parto, también llamado Vincent. Tuvo otros cinco hermanos, entre los que tenía afinidad con Willemina y con Theo, que sería fundamental en su vida. “Su madre se llamaba Anna Cornelia. Su padre, Theodore, era ministro de la iglesia. Vincent quiso seguir sus pasos en el seminario, pero duró solo un año porque no soportaba tanta disciplina. Tenía un tío marchand de arte, pero lo conflictuaba que hiciera de las obras ‘un mercado’. Hábil para la pintura, entró a una escuela de arte, pero no llegó a estar un año. Lo académico no era lo suyo; aprendía como autodidacta. Empezó pintando mineros y siempre se interesó por situaciones sociales. Nunca pintó ricos y famosos”, comenta la historiadora sobre este artista que, según sostiene, no se puede etiquetar como impresionista, ni tampoco como postimpresionista. Y que, de hecho, era criticado por personajes como Auguste Renoir, que consideraban vulgar su trazo pesado. “Vincent van Gogh es el padre del arte moderno”, resume Katharina.
Cuenta que la vida afectiva de artista era un desastre. “Se enamoró de la hija de un terrateniente, pero no fue correspondido. De todas maneras, su verdadero amor fue su prima Kee, a pesar de la oposición de su tío. Una vez puso la mano sobre aceite hirviendo para chantajearlo y que lo dejara verla. Y su relación más larga fue con una prostituta, Sien Hoornik. Quiso sacarla de esa vida, pero no lo logró. Theo, que era marchand y lo ayudaba económicamente, supo que Vincent la estaba manteniendo, le cortó la plata y todo se terminó”, relata.
Tras un tiempo en París –“que le resultó grande y sucia”–, soñó que tenía que seguir su camino en el Sur de Francia. La mayoría de los impresionistas se iban a la Rivera Francesa, que para él era muy cara. Por eso se fue a Arles. “Quiso crear una comunidad de artistas para pintar, vender y repartir las ganancias. Pero nadie quiso ir y su plan no funcionó. Vincent aún no estaba diagnosticado, pero todos sabían que tenía mal carácter. Sí lo siguió Paul Gauguin y la cosa no terminó bien… Al principio se admiraban, pero la armonía duró tres meses. Vincent se trasladaba con todos sus elementos y pintaba en el lugar. Gauguin, en cambio, insistía en que debía ir, observar y pintar en el estudio. El conflicto estalló cuando Vincent se sintió abandonado y celoso porque Gauguin vendía mucho. El 23 de diciembre de 1888 tuvieron una pelea violenta. Hay un informe policial que dice que fue verbal, pero no detalla si física. Lo cierto es que, tras la pelea, Vincent se cortó una oreja y terminó en un hospital de Arles. La principal hipótesis es que la pelea disparó su enfermedad, que hoy sería catalogada como trastorno bipolar severo. Vincent solía tener alucinaciones visuales y auditivas. Algunos creen que ese día escuchó una voz que le decía que matara a Gauguin y que él, para acallar esa voz, se cortó la oreja”, señala Katharina sobre este talentoso artista que andaba sucio por las calles de Arles, hablaba solo, tomaba mucha absenta y daba miedo.
Internación prolífica
Vincent se internó en Saint Paul de Mausole en mayo de 1889. Su cuarto era individual, pero muchos otros internados dormían en habitaciones compartidos. “Cuando tenía una crisis, lo mandaban a un sector de aislamiento, le aplicaban terapias con hielo y le ponían el chaleco de fuerza. Entonces no podía pintar y eso le hacía mal: no tenía cómo lidiar con su vida”, cuenta la historiadora sobre una época en la que las herramientas y los conocimientos para tratar este tipo de patologías era deficiente.
Mientras avanzamos por los jardines, la guía se detiene en las reproducciones de algunas de las obras que Vincent pintó en el hospital. Frente a Lirios, cuenta que los pintó seis días después de llegar y a pesar de que al principio no quería salir de la habitación. “Se nota la modernidad y la inspiración japonesa en el movimiento de los lirios y en que uno sea blanco. La obra lleva su nombre de pila, porque firmaba como la realeza, sin apellido. Sin embargo, sus obras firmadas son muy pocas, porque lo hacía en aquellas que consideraba muy buenas. Era muy duro consigo mismo. Sí fue muy prolífico, porque tenía mucho para expresar. Resultó ser un paintaholic, porque se obsesionaba. Pintaba con óleos, que son difícil de secar. Y los cargaba a todos lados, por eso eran cuadros chicos. No es un pintor de obras de gran tamaño”, cuenta la historiadora. ¿Por qué no vendía? “Porque los galeristas, que eran muy influyentes, no le daban espacio. Sabían que era bueno, pero estaban haciendo plata con los impresionistas y especularon. Además, a Vincent no le gustaba venderse. Una vuelta Theo organizó una muestra, un periodista escribió una crítica elogiosa y Vincent se quejó por ‘tener que soportar semejante publicidad’”, cuenta Katharina.
Frente a El dormitorio en Arlés, explica que lo pintó de memoria y con añoranza. También pintó al doctor Peyron, un médico militar de la institución, que se dejó retratar, a diferencia de las monjas. “Aquí tenía lirios, cipreses, olivos, pero no tenía muchos modelos. Por eso le pidió a Theo que le mandara copias de otros autores y se inspiró en Jean-François Millet, Eugène Delacroix y Rembrant”, señala. Agrega que a Theo nunca lo retrató. Y que la obra Almendro en flor fue un regalo para su sobrino, que se llamaba Vincent en su honor y muy a su pesar (según manifestó en sus cartas).
Sobre Autorretrato, detalla que tenía 36 años cuando lo hizo. Mientras que su Autorretrato con la oreja vendada (que pintó poco después del incidente y antes de internarse), aunque pareciera que se cortó la oreja derecha, se había cortado la izquierda. Ocurre que lo hizo frente al espejo. Y de La Noche Estrellada, rescata los misterios. “Están los árboles verdes de la Provence, pero se tomó licencias poéticas, como cambiar de lugar una montaña y agregar la iglesia de su pueblo natal. De todas maneras, de este cuadro no hay certezas porque no escribió una explicación. En general, cuando Vincent terminaba una obra, se la mandaba a Theo con una carta para evitar que lo malinterpretaran. En este caso no lo hizo”, comenta. Y concluye: “Tuvimos suerte de que viniera acá y no a la Rivera Francesa. Allá hay mucha humedad y bruma. Acá tenemos el Mistral que corre las nubes y, después de una tormenta, trae cielo azul y sol brillante que resalta los colores de la naturaleza”.
¡Gracias Jo!
Vincent van Gogh se suicidó tres meses después de salir de Saint Paul de Mausole. Vivía en Auvers-sur-Oise, cerca de París, y se disparó con un revolver Lefaucheux. Murió el 29 de julio de 1890, 48 horas después de atentar contra su vida, en los brazos de Theo, que llegó para intentar socorrerlo. No tenía plata, ni era famoso. Se cree que había vendido tres cuadros, algunos a cambio de comida. Después se supo que había buscado ayuda en el doctor Gachet (otra obra famosa), que además de médico era pintor, pero según le contó a Theo “estaba más loco que yo”.
La obra de van Gogh trascendió gracias a Johanna van Gogh-Bonger, la viuda Theo. Katharina lo explica: “El hermano de Vincent murió de sífilis seis meses después que el pintor. En su departamento de Montmartre tenían 400 cuadros del artista. Johanna eligió algunos, los enmarcó y empezó a vender. Gracias a ella conocemos a van Gogh. Intrigada por el vínculo que su marido había tenido con su hermano –a quien había visto solo dos veces en su vida–, abrió las 800 cartas que habían intercambiado a lo largo de los años. Entonces entendió a su marido, pero además descubrió a Vincent y lo quiso mucho. Culta y comprometida, tradujo las cartas al inglés porque estaban en holandés y francés, y mandó a publicar el libro Cartas a Theo, en 1914, que –siempre con los cuadros– nos ayudan a comprender a este genio universal”.
Datos útiles
Saint Paul de Mausole. Abre todos los días, de 10.15 a 17.15, en invierno. Y de 9.30 a 19, en verano. Cierra del 23 de diciembre al 2 de febrero. Entrada desde €8, pero hay descuentos. Chemin Saint-Paul, Saint-Rémy de Provence. T: +33 4 90 92 77 00.
Kats Provence. Katharina Prieur de La Comble guía y asesora para visitar el hospital, además de ferias, calles medievales y más atractivos de la región. Sabe muchísimo de arte, historia, vinos y gastronomía. Habla francés, inglés y alemán. IG: @katsprovence
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