Iris Vega encontró un cambio de vida en la finca de su infancia y así nació “Ruda Hembra”, una línea de productos orgánicos y artesanales que rescata el amor por el terruño y el tesón de las mujeres
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A veces, eso que tanto se busca está demasiado cerca. No es fácil cambiar de vida en la mitad de la vida después de varios planes rotos, pero a los 40 años recién cumplidos Iris Vega puede decir con satisfacción que lo logró volviendo a las fuentes, a su pueblo natal, para encarar un proyecto agroecológico, creativo y sustentable en la finca familiar.
Antes de dar el salto trabajaba para una consultora en la ciudad de San Juan, donde la mañana se le hacía de noche procesando encuestas. Un día dijo basta y regresó a Angualasto. Hace ocho años que tomó esa decisión y tres desde que comenzó a trabajar con los 45 membrillares que plantó su padre hace medio siglo y de los que se servía su madre para hacer dulce, el más rico del mundo, según asegura.
Con la probada receta familiar empezó por lo más tradicional de San Juan, el pan sólido de membrillo, y luego diversificó la producción con espíritu emprendedor sumando a otras mujeres de la zona. El año pasado, con Silvana, su hermana melliza, que es enóloga, compraron uva de la zona e incursionaron en el vermú, macerado con ajenjo, cedrón, ruda y otras con hierbas del lugar, y les salió magnífico. Se vende muy bien en Rodeo, el pueblo de los windsurfistas, y para este verano se comprometieron a fabricar 500 litros por mes.
“Todo es muy artesanal, muy cuidado. Siempre apostando a diversificar, ahora estamos haciendo snacks para deportistas y en otoño tendremos el primer vinificado de membrillo, una especie de sidra. Además, tenemos un vino de altura y un montón de planes”, dice.
“Mi casa natal estaba desocupada y volver significó poder elegir. Soy una agradecida de tener un lugar y un quehacer, porque puedo elegir. Es muchísimo trabajo, pero vale la pena”, asegura.
Bienvenidos a Angualasto
A 1.700 metros de altura, la ruta divide en dos el pequeño pueblo de Angualasto, en la precordillera sanjuanina. A ambos lados hay tapiales de barro y casonas de adobe que acusan varios siglos. Algunas tienen las puertas pintadas con motivos de colores, iniciativa de los artistas de la zona. Aunque no se lo ve, en algún lado debe estar el río porque el cartel de bienvenida traduce el nombre del pueblo como “Aguas del alto” y el paisaje es árido como en todo el departamento Iglesia, pero tiene vegetación. Hay frutales, arbustos, cortinas de álamos, veredas con sombra.
Con apenas 450 habitantes, ubicado a 40 kilómetros de tierra (suelta) de la desafiante Rodeo, epicentro de la movida windsurfista, Angualasto cultiva la calma y se enorgullece de su legado cultural. Tiene un sitio arqueológico que en 2009 fue declarado Monumento Histórico Nacional y preserva una importante colección precolombina en el Museo Luis Benedetti.
Prácticamente no hay señal de celular en Angualasto, por lo que conviene bajar los mapas y anotar las referencias. De todos modos, la falta de conexión se resuelve hablando con la gente porque todos se conocen. “Buscamos a Iris Vega, la chica que hace dulces caseros y el vermú orgánico Ruda Hembra”. En dos minutos llegamos a su casa, una pequeña finca ubicada a 50 metros de la capilla Nuestra Madre de Andacollo, sencilla, con techo de cañizo, que parece de fiesta en pleno mediodía, con las lamparitas del altar prendidas y la puerta abierta de par en par.
El membrillar de Pepe y Pepa
“Mis padres fueron pioneros aquí. José y Josefina, o Pepe y Pepa, como les decimos todos. Él es sanjuanino, de Jáchal. Ella es italiana, vino a los 8 años, de nena. Cuando se conocieron se quedaron juntos para siempre. Ahora tienen 76 y 80 años. Los dos fueron maestros en el pueblo. De hecho, esta casa funcionó como escuela”, dice Iris, en la cocina, mientras revuelve una enorme paila de cobre. Vive en la finca con Tita, una perra fiel, y con Gatita, mimosa como pocas. Justo está de visita Romi Gutiérrez, artista, fotógrafa y tejedora, de Buenos Aires pero radicada ya en Rodeo. Otra que cambió la ciudad por la calma.
“Cuando volví a casa, ellos ya no vivían aquí y me propuse recuperar la finca. Ya hace tres años que trabajo agroecológicamente las plantas. Eso significa darle a cada ejemplar su tiempo y su cuidado, podarlos con atención y nada de químicos. Fertilizamos con urea orgánica que traigo de San Juan. La aplicamos en las canaletas, porque el riego es a manta, por inundación, y el agua la va llevando por los surcos”, explica.
La finca es un vergel, con una sombra que parece de otro planeta en un ambiente de tanta sequía. El agua es de vertiente y llega por la acequia. En Angualasto, cada productor tiene asignados sus turnos de riego, con horario preciso. En el caso de Iris, cuenta solamente con dos horas cada 15 días. “Pero como la tierra es arcillosa, mantiene bastante el agua y andamos bien. Una la ve seca, pero si hacés un huequito, encontrás que abajo está húmedo”, revela.
Es temprano todavía para aventurar resultados y por suerte el mes de diciembre no se despachó con una tormenta de granizo: “Igual, lo más peligroso son las heladas y ya pasaron. Las plantas están hermosas, está todo bonito. Ahora no las tocamos hasta que empiece la cosecha”.
Con estas prácticas sustentables, la finca produce 2.500 kilos de fruta al año. Al procesarla se pierde un 30% entre carozo y desechos. La pasta de pulpa se guarda en cámaras y se va fraccionando para la elaboración de mermeladas y de dulce en pan, unos lingotes de 550 gramos de color ámbar, deliciosos. “Cocino la receta que hacía mi mamá en la paila de cobre y aunque me queda un poquito más oscuro, creo que está muy bien”, asume.
Chicas fuertes
La finca familiar tenía también unas hileras de Chardonnay que cuida con esmero, sobre todo para aprender. El vermú nació de esas inquietudes. Con su hermana Silvana consiguieron uva de la zona e incursionaron en esa producción. Embotellan en lo que era el viejo galponcito, hoy convertido en el eje central del emprendimiento, porque también se largaron con una pequeña producción de Malbec.
“El vermú es un aperitivo a base de vino blanco macerado con hierbas. Usamos todas hierbas de la precordillera, ajenjo principalmente, pero también manzanilla, menta, cedrón, ruda. Son más de 20 hierbas y le hemos dado un rico toque alimonado”, apunta, con razón.
“Siempre la idea es darle un valor agregado. San Juan produce gran cantidad de uva blanca y así le damos otro fin a un vino normal. Usamos uva criolla”, señala. Comenzaron con pocas botellas, enseguida treparon a 150 y anduvo tan bien que, para este verano, se han comprometido a producir 500 por mes. El vermú se puso de moda, y Rodeo no es la excepción.
Ruda Hembra acaba de cumplir un año y tiene tanta personalidad que se convirtió en la marca paraguas para sus otros productos. “Con mi hermana nos pusimos a pensar en cómo la vida del campo endurece a las mujeres. Aunque de la tarea agrícola se encarguen los varones, siempre hay que estar ahí con el temperamento fuerte. Después en la elaboración, cuando trabajamos con las chicas, todo fluye más relajado. Charlamos, nos contenemos, nos ayudamos. Chicas con trabajo rudo y el vermú lleva ruda. El nombre estaba servido”, se ríe.
Las hermanas Soledad y Violeta Díaz, ambas de la zona, son también trabajadoras imprescindibles del proyecto. Ahora también elaboran viandas saludables, snacks y productos orgánicos de alto contenido calórico para deportistas (que practican windsurf y kite, kayakistas). El próximo desafío es un vinificado de membrillo, resultado de un proceso similar al de la manzana con la sidra.
“Será para el otoño porque necesitamos una fruta con más grados brix (azúcar) y eso se logra con más tiempo en la planta. Este año vamos a dejar una parte de la producción para el vinificado”, anticipa. Buen dato. Habrá que estar atentos.
Ruda Hembra. A 50 metros de la capilla de Andacollo, Angualasto. T: (0264) 516-2149, sólo What´s App. IG: @hembra.ruda Vermú orgánico artesanal a base de ajenjo, manzanilla, cedrón y ruda. $1.200. Pan de membrillo, de 550 gramos, $500. También snacks y viandas saludables.
Clandestino. Cuesta del Viento, Rodeo. T: (0264) 439-8737, sólo What´s App. Boutique del vino de Ana Pinillo y Patrick Monaco. Catas y experiencias con vinos propios y de productores de la zona. Ofrecen Ruda Hembra.
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