A orillas del río Paraná, la ciudad más importante de una de las provincias más ricas de nuestro país y tiene edificios icónicos.
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El recorrido empieza en el centro de la ciudad, dónde el Esplendor by Wyndham Savoy Rosario –que para todos sigue siendo el Savoy a secas– me conecta con el glam de la ciudad de principios del siglo pasado. Fue una iniciativa del inmigrante suizo Aquiles Chiesa, quien estaba asociado con el constructor Alejandro Máspoli. Se inauguró en 1910 y el café de su planta baja fue frecuentado por la sociedad rosarina, hasta que el hotel comenzó a decaer y cerró sus puertas en 2007. Ya en este siglo, y después de algunos cambios accionarios, la familia Rosental impulsó la refuncionalización de las 75 habitaciones, dotándolas de decoración y equipamiento modernos, sin perder los valiosos detalles arquitectónicos originales: pisos de pinotea y mosaico, techos altos, y la combinación de academicismo francés y art nouveau que se aprecia en balcones, aberturas y en la gran cúpula que embellece la esquina de San Lorenzo y San Martín.
El Savoy está a una cuadra de la calle Sargento Cabral, que es bajada natural al río Paraná. “A mediados del siglo XIX por acá descendían los carruajes en dirección a los muelles. Por eso en Córdoba y San Martín nació la city, con los bancos y la Aduana”, comenta Analía Brarda, que es doctora en Historia, además de guía del Ente Turístico Rosario. Ella nos lleva hasta la ex-Aduana, que ahora es Municipalidad y data de 1913, mientras cuenta: “Rosario era un punto clave del Camino Real que comunicaba el puerto de Buenos Aires con el Alto Perú. Se conformó como poblado en 1774, de forma espontánea. A mediados del siglo XIX se llamaba Ilustre y Fiel Villa del Rosario. No fue fundada por españoles, pero de todas maneras tomó la impronta de ciudad cuadriculada con iglesia y escuela, alrededor de la plaza. Se le dio la categoría de ciudad en 1854 y creció muchísimo hasta 1900: pasó de tener 3.000 a 150.000 habitantes. Fue gracias a la inmigración, al ferrocarril y al puerto, que la posicionaba –por orden de Justo José de Urquiza– como punto de salida de la producción de toda la Confederación Argentina. En 1902, en tanto, se construyó un nuevo puerto público y moderno, con un muro de hormigón para que los barcos de gran calado pudieran acercarse. Así Rosario se convirtió en un puerto cerealero fundamental hasta 1950, cuando gran parte de la carga pasó a Buenos Aires”.
Tras la puesta en contexto, la caminata sigue por dos hitos del arquitecto Eduardo Le Monnier. Uno es el espléndido edificio de la aseguradora Bola de Nieve, de 1906, mellizo del que estuvo –está, mejor dicho, aunque irreconocible y sin cúpula– en la esquina de Perón y 25 de Mayo en Buenos Aires. Hay que visitar el de Rosario para imaginar el porteño y asombrarse pensando que alguna vez fue el edificio más alto de la ciudad. ¿El otro? El Jockey Club, de 1915, que es un clásico francés, y recién desde el año pasado admite socias mujeres. Hasta entonces sólo gozaban del club como invitadas de sus maridos, hermanos o padres.
Por el mismo eje que marca la calle Córdoba –cuyo tramo peatonal es conocido como Paseo del Siglo–, llegamos al encantador, aunque un poco fané, pasaje Pan. Galerías de arte, salas para talleres, librerías y algún que otro café se cuelan por este pasaje que perteneció a un señor de apellido Pan; y vinculaba el Jockey Club con la antigua Bolsa de Comercio. Cerquita está también lo que queda de Gath & Chaves, proyectado, al igual que el Savoy, por los arquitectos Conder y Follet. Se levantó en apenas ocho meses y ahora luce desprovisto de toda magia. A unos pasos, La Favorita (1929) nació como puntillería y se transformó en megatienda con marquesina, vidrieras generosas y cúpula con venecitas que gozan, felizmente, de muy buena salud.
A cada paso, el centro de Rosario hace pensar en la porteña calle Florida: gente que camina apurada, negocios de todos los tamaños y colores, persianas bajas donde la cosa no funcionó, clima de city y conversaciones sobre fútbol donde se enfrentan los hinchas de los dos equipos de primera categoría: Newell’s Old Boys y Rosario Central. Aquí, o se es “leproso” o “canalla”, no hay otra.
En el cruce de Corrientes con Córdoba se da una particularidad que, en un país que protege poco su patrimonio urbano, no hay que pasar por alto. Las fachadas de las cuatro esquinas están intactas. Coinciden La Agrícola, de 1907, que fue el segundo edificio en altura de la ciudad; La Inmobiliaria, de 1916, también sede de una compañía de seguros, junto con La Bolsa (1929) y el ex-Hotel Palace (1920), con la confitería Augustus en planta baja. A unos pocos metros, el formidable Palacio Minetti es netamente art déco. Se construyó en 1931 –contemporáneo del Chrysler Building en Nueva York– y cuenta con un ascensor con vitrales increíbles. El remate está coronado por la figura de dos mujeres realizadas en chapa de bronce, a las que se conoce como “Las mellizas” o “Las gemelas”. Son todo un símbolo local. Están de la mano, desnudas, y portan una espiga de trigo y una mazorca de maíz. Fueron realizadas por Armando Giovanetti, sobre un proyecto del artista Luis Zanini.
En Santa Fe y Sarmiento, el famoso bar El Cairo (1943) perdió al Negro Fontanarrosa y su “mesa de los galanes”, y con ellos, algo de su esencia. Imágenes del escritor con el cantautor Joan Manuel Serrat dan cuenta de esos tiempos dorados. Hay, además, una placa que recuerda a Gerardo Rozín, el periodista rosarino que tanto semblanteó esta ciudad.
A unas cuadras, el Teatro El Círculo nos sorprende con un detrás de escena. Un ensayo del Réquiem de Verdi, a cargo de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario, se hace sentir de fondo mientras escucho la historia del teatro desde el hall. “Se empezó a construir en 1888 y se inauguró en 1904, con Ottelo, cuando Rosario era una ciudad portuaria de gran flujo migratorio. Se llamaba La Ópera y es anterior al actual Teatro Colón de Buenos Aires. Se construyó en estilo clásico, pero ecléctico, porque todo se compraba por catálogo en Europa y se montaba. Mármoles, madera y herrería venían de Italia; iluminación, de Francia y Alemania. Emilio Schiffner, un próspero alemán que era como el Marcelo Tinelli de la época, fue el primer dueño y le pidió a Goldammer, su arquitecto, que la sala tuviera una acústica perfecta. Lo logró: hoy es reconocida como una de las mejores de Latinoamérica. Hay equilibrio entre materiales duros y blandos, porque sólo hay tapicería, madera, bronce y yeso. Nada más. No hay vidrio, ni plástico ni cemento”, comenta Fanny Pellegrini, productora de la temporada de abono.
Agrega que es uno de los pocos teatros líricos del mundo que es privado. Pertenece a la Asociación Cultural El Círculo, que nació de un grupo de intelectuales que, en la década del 40, con Schiffner ya fallecido, reunió los fondos comprometiendo su patrimonio personal para comprar este teatro que las hijas del dueño habían puesto a la venta y estaba por ser demolido. Porque si de preservar se trata, los rosarinos hacen su mayor esfuerzo.
Datos útiles
Paseos & excursiones
Ente Turístico Rosario. Con una muy buena web y una app para saber cómo moverse, este organismo es de gran ayuda para conocer la ciudad a fondo y sin temer por la inseguridad. Entre las salidas que coordinan está el circuito por los edificios patrimoniales, con expertas como Analía Brarda, el circuito de las infancias y el Parque Independencia. Muchas son gratis. Ofrecen claves para moverse por los distintos barrios. Además, engloban la agenda de actividades culturales y deportivas. Av. Belgrano y Buenos Aires. T: (341) 579-5884.
Teatro El Círculo. De principios de siglo pasado, es un teatro lírico privado. Pertenece a la Asociación Cultural El Círculo, que tiene como presidente al señor Guido Martínez Carbonell. Vale la pena la visita guiada, así como asistir a una función. Están en proceso de inaugurar un sector de museo –tipo Colón Fábrica–, con trajes y escenografía de grandes obras. Lunes, miércoles, viernes y sábados, a las 10.30 horas, pero se puede consultar por otros días y horarios. $1.700. Menores de 18 años: $700. Menores de 4, gratis. Laprida 1223. T: (341) 424-5349. IG: @teatroelcirculo
Dónde dormir
Howard Johnson Rosario. Con 20 años de trayectoria, es un hotel funcional. Hay habitaciones tipo apart, con cocina, vajilla y heladera grande. Acaban de estrenar pileta –climatizada y exterior– e hidromasajes en el último piso. Tiene cochera. Desde $36.000 la doble con desayuno. Italia 1183. T: (341) 449-0770. IG: @howardjohnsonhotelrosario
Esplendor by Wyndham Savoy Rosario. Son 103 amplias habitaciones repartidas en un sector que está hecho íntegramente a nuevo y otro que está remodelado. Hotel histórico, cuenta el sello Wyndham desde hace cuatro años. En los pasillos se aprecia la intervención del restaurante Rock & Feller’s, que aporta vitrinas con trajes de músicos y frases inspiracionales. El spa, con pileta e hidromasaje, funciona de maravilla. Los pisos de mosaiquitos, el alto de las ventanas y la cúpula de principios del siglo pasado contribuyen a crear una atmósfera mágica. Estacionamiento. Desde $45.500 la doble con desayuno. San Lorenzo 1022. T: (341) 429-6000. IG: @esplendorsavoyrosario
Holiday Inn Rosario. Está en el Top 20 de Latinoamérica según Tripadvisor. Como parte de la cadena de hoteles más grande del mundo, nació hace 23 años y está íntegramente remodelado hace dos. De líneas modernas, se nota el buen aprovechamiento de los espacios. La excelencia se observa, entre otras cosas, en la atención de los conserjes y en en la calidad de la ropa blanca. Valet parking. Desde $56.000 la doble con desayuno. Dorrego 450. T: (341) 410-0000. IG: @holidayinnrosario
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