Ocupa una franja costera de 120 km en el sureste de la península de Yucatán, estado de Quintana Roo. Playas increíbles, selva, cenotes y el tesoro de las ruinas mayas de Tulum a Playa del Carmen.
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Cuando empieza a aburrir la vida all-inclusive en el resort entre el mar y los cocoteros (si es que alguna vez aburre), se agotan los recursos del Kids Club y el entretenimiento en el mismo hotel, hay interesantes opciones extramuros para descubrir los tesoros de este litoral de 200 km donde se amalgaman el Caribe, la selva tropical, cenotes, cavernas secretas, manglares y ríos subterráneos.
Una de ellas es Chichén Itzá, a 180 km, una de las siete maravillas del mundo y Patrimonio de la UNESCO. Es “el” sitio arqueológico de la península de Yucatán y funcionó como ciudad o centro ceremonial entre los años 325 y 550, presidido por el dios Kukulcán.
Su hito máximo es la imponente y monolítica pirámide, aunque ya no se puede subir como antes. Es recomendable llevar pantalla solar, repelente para mosquitos, paraguas y mucha agua, porque en el lugar casi no hay sombra.
Más discretas son las ruinas de Tulum y está prohibido tocarlas, pero tienen a favor que están frente al mar. En la entrada se puede contratar un guía para entender cómo funcionaba esta ciudad maya construida entre los años 900 y 1500, que ayudan a distinguir los detalles: formas de serpiente en columnas, nichos con dioses grabados en la piedra, frisos con mascarones zoomorfos. Lo mejor del paseo es bajar a la íntima playita que está bajo El Castillo, el edificio principal.
Tulum es un destino eco-chic, menos masivo que Playa del Carmen (a 64 km), con hoteles boutique, posadas rústicas, comida orgánica y clases de yoga. Otro atractivo cercano es el santuario de monos Akumal, donde se pueden ver distintas especies rescatadas, desde monos araña y lémures de Madagascar hasta monos capuchinos.
Para activos y amantes de los deportes acuáticos, el plan perfecto es Xcaret un parque eco-arqueológico a orillas del mar con más de 50 atracciones que combinan la cultura mexicana con la naturaleza. Se puede hacer un tour de snorkel, nadar con delfines, visitar el mariposario, recorrer ríos subterráneos en balsa o la réplica de una antigua aldea maya y terminar el día con un espectacular show que recrea la historia de México desde la época prehispánica hasta hoy.
El corazón selvático de la riviera maya guarda otra maravilla: los cenotes, “cavernas con agua” en lengua maya, es decir, pozos naturales que se forman bajo tierra a medida que el agua de lluvia disuelve la piedra caliza; conforme pasa el tiempo, esa cámara subterránea se va haciendo cada vez más grande hasta que la parte superior, o “techo”, colapsa y queda el pozo a la vista. A veces son varias las cavernas que acaban conectadas por derrumbe de las paredes que las separan, y llegan a formarse ríos subterráneos.
Se presume que hay miles de cenotes, pero abiertos al público son sólo unos 300. Los más conocidos se anuncian con carteles de neón desde la ruta; los que están fuera del circuito comercial son los más tentadores por su calma ambiental, a los que se llega por recomendación de lugareños.
Uno de los más visitados es el de Xunaan-Ha, en Chemuyil, una localidad a pocos kilómetros de Tulum en dirección a Playa del Carmen. Para llegar, se puede realizar un tour -con guía- en bicicleta que atraviesa Chemuyil y Chan Chemuyil hasta este cenote abierto de siete metros de profundidad y casi invisible, gracias a la selva que lo encubre. Al llegar, una pequeña tirolesa le agrega adrenalina a la zambullida y el snorkel ayuda a descubrir en este espejo de agua cristalina la rugosidad de la piedra, el musgo que brilla.
Otro de los cenotes lleva por nombre Taak Bi Ha y está dentro de una comunidad maya de Tulum. En este caso, se trata de un cenote cerrado, una gran caverna con una laguna iluminada por reflectores y por un único haz de la luz natural que se filtra a través de un pequeño hueco.
La mayoría de los que llegan a este increíble lugar queda impresionada por ese conjunto de chorreones de carbonato de calcio, como si apuntalaran el techo de esta cueva repleta de formaciones irregulares, fuera y dentro del agua. La experiencia se completa con una buena zambullida en pos de nuevos hallazgos.
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