La reconocida experta María Paula Farina Ruiz trabajó durante casi un año en la recuperación de 424 piezas de dos paños que integran uno de los bellos vitrales centenarios del club náutico. El espléndido palacio italiano aguarda la declaración de Monumento Histórico Nacional.
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La fascinación de la luz y el color del mundo de los vitrales tiene ahora un nuevo jalón en la conservación de piezas históricas gracias a la decisión del Club Canottieri Italiani (CI) de proteger las reliquias decorativas de su sede, de la cual se espera ansiosamente un reconocimiento público merecido: ser declarada Monumento Histórico Nacional.
“No pasaría mucho tiempo para que se concrete este anhelo puesto que el informe arquitectónico lo desarrolló la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, pasó al Ministerio de Cultura y de ahí se traslada a Presidencia de la Nación. En ese camino estamos”, afirmó el ingeniero Tomás Gally, quien además de practicar remo y ser socio del CI, colabora con asuntos de mantenimiento y restauración del patrimonio cultural del lugar.
A su vez, la elegante construcción proyectada por el arquitecto italiano Gaetano Moretti acaba de cumplir un nuevo aniversario. Fue inaugurada en 1921 e inspirada en dos joyas arquitectónicas venecianas famosas, el Palazzo Ducal y el Contarini del Bovolo. Del primero se tomó la fachada y del segundo la escalera caracol.
Moretti también se ocupó de crear las imágenes de las vidrieras de la torre, las cuales fueron realizadas por Miguel Casanova & Hijos, un taller argentino (si bien su propietario era español) de prestigio e intensa producción. Una reproduce una vista de Ostia, el antiguo y muy activo puerto del imperio romano, originalmente enclave militar y a partir del siglo I a.C. importantísimo centro comercial.
El segundo vitral expone una espectacular vista de Venecia como si el observador estuviera sobre una cúpula de la Catedral de San Marcos contemplando el puerto y los buques en aquellos tiempos en que ese embarcadero ejercía la primacía marítima del Mediterráneo.
La institución ribereña del Tigre, fundada en 1910 por esa colectividad inmigrante, es un baluarte de la actividad del remo en nuestro país y está presidida por Florencia Colman (miembro de una familia tradicional del club).
Gally refirió que “el CI es el reflejo de lo que representaron las colectividades en el pasado. Las familias fomentaban y aportaban para hacer realidad emprendimientos muy importantes. Por eso tenemos un palacio veneciano como sede de un club de remo, que no deja de ser un club de barrio”.
En cuanto al logro de la restauración del vitral de Ostia, enfatizó: “Nos ayudó muchísimo el aporte de Paula Farina Ruiz para que pudiéramos llevarlo a cabo. Si no hubiera sido por su disposición y ayuda este resultado no se habría dado. Fue imprescindible. Esos dos paños estaban en absoluto riesgo de perderse por caída. Hoy, gracias a ella, están como nuevos”.
Entre los andamios, el taller… y de nuevo los tablones
Efectivamente, fue la apasionada y talentosa Paula, la principal especialista nacional en la preservación de vitrales, la protagonista de la complicada misión. “Mi trabajo es proteger el patrimonio de todos”, sostiene.
Vive en La Plata y disfruta de su taller en la próxima ciudad de Gonnet, donde está rodeada de verde y el silencio se matiza con el canto de los pájaros mientras la tarea se acompaña con mate. Aunque en sus comienzos estudió odontología (le faltaban tres materias para recibirse) y trabajó en un hospital; un viaje a París la invitó a cambiar su destino cuando la sedujeron los excepcionales vitrales. Y se entregó al arte de los vidrios eternos, del pasado y del presente, para ser disfrutados por todos los públicos.
Sus motivaciones explican su destacada trayectoria. “Me da placer trabajar, es lo que hago y es mi pasatiempo, es lo que me desconecta. Puedo estar 15 horas en el taller y no me doy cuenta porque me resulta gratificante. Además, todos los días son distintos, a veces tengo que desarmar vitrales o tengo que limpiar o ir a una obra y montar o desmontar porque el vitralista pasa por muchas etapas de trabajo”.
En este reto artesanal en Tigre trabajó desde diciembre 2022 junto a su equipo en las alturas de la torre del club náutico (específicamente en la vidriera de Ostia) y luego en su taller.
“Se realizó en dos etapas de desmontaje, teniendo en cuenta que cada uno de los vitrales mide 2,80 m de alto por 0,70 m de ancho y ambos suman 424 piezas. Primero, nos ocupamos del paño del centro porque estaba en mal estado debido a un gran golpe en su parte inferior. Ahí comprobamos que el paño de la derecha también se hallaba muy inestable y la red de plomo tenía múltiples fracturas que ponían en riesgo las piezas de vidrio”, explicó la vitralista.
“Tras los desmontes –agregó– comenzamos las tareas de conservación colocando nuevos plomos y consolidando piezas rotas. Asimismo, también se usó la técnica con cinta de cobre para unir fragmentos. Por otra parte, a las piezas fracturadas con ausencias se les efectuaron incrustaciones”.
Dadas las dimensiones, acotó que “cada vitral se separó en tres partes respetando el diseño original y armando refuerzos con un sistema de sostén unido a la carpintería original, lo cual involucró producir hierros de separación con el dibujo exacto, en una labor mancomunada con arquitecto, diseñadores y herreros”.
Para esta delicada faena, el staff de Farina Ruiz estuvo integrado por Juan Pablo Delgado, Natalia Piermaría, Victoria Trípodi, Guillermo Blanco, Estefanía Cerletti Ruiz y la inglesa Natasha Redina (pasante/residente del taller).
“Este es uno de los mejores trabajos que me tocó hacer porque fue un desafío poder separar ese gran vitral en tres. Tanto es así que fue un proceso consensuado con profesores que tuve en Inglaterra, Francia y España porque de alguna manera estaba modificando lo que Casanova planificó e hizo, tenía que respetar la originalidad. Entonces, la toma de decisiones fue muy importante”, concluyó la especialista.
Sin dudas, avatares de la preservación cuando hay piezas en riesgo, como ha ocurrido con la confitería El Molino, el Congreso de la Nación, la Casa Rosada, la Parroquia Medalla Milagrosa y el Círculo Militar, entre otras que requirieron la participación de Farina Ruiz, quien además es asesora del Departamento de Restauración y Conservación de la Cámara de Diputados.
En tanto, Gally no descartó que a mediano o largo plazo se puedan restaurar los restantes vitrales, aunque no revisten ningún riesgo e informó que se colocaron protecciones externas para incrementar el cuidado. Finalmente, hizo un anuncio: se está planificando la restauración de los serigrafiados internos de la torre, uno con la temática de San Jorge luchando contra el dragón y otro sobre el trabajo de Américo Vespucio para confeccionar el primer mapa del continente americano.
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