República Dominicana sigue conquistando por la calidad de sus playas y resorts all inclusive, las canchas de golf junto al mar y una antiquísima ciudad colonial.
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El litoral se pierde en el horizonte, un territorio de arena blanquísima bordeado de palmeras y aguas turquesas. Así es República Dominicana. El país ocupa la mayor parte de la isla de Santo Domingo (también llamada “La Española”). El resto pertenece a Haití, su golpeado vecino, la nación más pobre del continente.
Dominicana está –tristemente– acostumbrada a esta convivencia y propone a quienes llegan en busca de relax que no piensen en esa desigualdad. Esta es la tierra del merengue, del ron y del béisbol. Una nación llena de matices y colores. Un pueblo que mixtura la tradición europea con el acervo cultural que trajeron los contingentes africanos durante los años de esclavitud.
La isla integra las Antillas Mayores y está rodeada de las otras grandes de la región: Cuba, Jamaica y Puerto Rico. Sus costas se extienden por unos 1.600 kilómetros: 400 pertenecen a las playas más lindas del mundo, muy parecidas a esas imágenes icónicas que recorren nuestros sueños.
Hasta aquí llegó Cristóbal Colón en 1492, cuando levantó el primer asentamiento europeo en América. Aquel fuerte, La Isabela, construido con los restos del naufragio de la Santa María, no sobrevivió al tiempo. Sin embargo, en Santo Domingo, la capital, se puede ver la casa de Diego Colón, su hijo, heredero y gobernador de la isla.
Dominicana es el país de Juan Luis Guerra y Romeo Santos, la tierra donde se inventó la bachata, ese género musical cadencioso y pegadizo tan popular en nuestros días, una derivación moderna del merengue. Un lugar donde el Carnaval se festeja en grande y el 12 de octubre se celebra a todo trapo.
Aquí, el turismo es la principal actividad económica, hoy supera a la histórica industria del azúcar. Se inició en la década del 70 en Puerto Plata, al norte del país, y ha evolucionado y buscado renovarse permanentemente desde entonces.
Si bien el destino cuenta con circuitos de ecoturismo y otros de contenido histórico-cultural, las playas llevan las de ganar. Las zonas con mayor desarrollo son Punta Cana, Bayahibe y La Romana.
Las playas
No hay una “mala época” para emprender un viaje. El país tiene una temperatura promedio anual de 25°, rara vez baja de los 20°. Hay dos estaciones bien marcadas: la seca (de diciembre a abril) y la lluviosa (de mayo a octubre o noviembre).
La estación lluviosa es más cálida, a veces sofocante por la intensa humedad. Las tormentas son copiosas, pero cortas; sirven para refrescar el ambiente y dan paso enseguida a días soleados. Es la época ideal para ir a la playa y practicar deportes acuáticos (el agua del mar suele estar a 25°). También es el período más concurrido.
En la estación seca, en cambio, la temperatura es menor, pero las playas están más vacías. Punta Cana, Bayahibe y La Romana son las áreas de mayor crecimiento turístico. Allí, la propuesta es alojarse en resorts gigantescos, verdaderas ciudades que funcionan en la modalidad all inclusive. Hay para todos los gustos: emprendimientos lujosos, otros destinados a la familia y también con el formato de villas.
En general, estos destinos se comercializan en Argentina con paquetes armados de estadías semanales, con y sin aéreo, una modalidad con tarifas muy convenientes.
Punta Cana
Las playas de Punta Cana miran al Atlántico, un mar con olas que cuenta con algunos sitios –Playa Macao– ideales para el surf.Tiene aeropuerto internacional y 48 kilómetros de playas. Se destacan Bávaro, El Cortecito, Arena Gorda, Rincón y Limón.
En la zona existen 10 campos de golf sobre la costa y, desde 2017, es el destino de los cruceros gracias a la inauguración de la Marina Cap Cana, que acoge pequeñas embarcaciones de lujo. La carretera Oscar de la Renta, también conocida como “Autopista del Coral”, lleva a La Romana, a menos de una hora de distancia. Llegar a Bayahibe implica desviarse unos kilómetros antes y enfilar levemente al sur. Por esa misma vía se arriba a la ciudad capital, Santo Domingo, en dos horas y media.
La Romana y Bayahibe
Sobre el mar Caribe, La Romana es otro de los destinos clave de la costa. También tiene aeropuerto internacional. Aquí, las plantaciones de caña de azúcar conducen a increíbles playas de arena blanca.
La fábrica de caña de azúcar más grande de toda América se encontraba en esta zona. En 1974, sus propietarios decidieron convertirla en el lujoso resort Casa de Campo. Además de la magnífica cancha de golf, cuenta con la réplica de un pueblo mediterráneo del siglo XVI, construido con vistas al río Chavón. El sitio ofrece opciones de entretenimiento y un anfiteatro de tipo griego que convoca a artistas de renombre internacional.
Desde La Romana hasta Bayahibe, un antiguo pueblo pesquero reconvertido al turismo, son 16 kilómetros. Allí, la playa Dominicus es de las más lindas, con certificado de bandera azul (galardón que premia ciertos valores ecológicos con los que comulgan cada vez más destinos).
El paraíso en Saona
Desde estas localidades se parte en excursión por mar a las islas Saona, Catalina y Catalinita. También se puede contratar la salida desde Punta Cana.
Saona es una de las islas más grandes del país y forma parte del Parque Nacional Cotubanamá. Apenas habitada en dos aldeas de pescadores, donde se detectan pintorescas y coloridas casitas de madera, el lugar es una suerte de edén. Decenas de especies vegetales endémicas, aguas ricas en variedades de peces, corales y moluscos y playas donde sólo van visitantes por el día forman parte de este singular ecosistema.
La arena es tan blanca que ciega, y el agua, turquesa y traslúcida, apenas se ondula. En el camino a Saona, las embarcaciones hacen un alto en una piscina natural en medio del mar; allí se puede hacer snorkeling o, simplemente, nadar con el agua a la cintura. Hay diferentes variedades de embarcaciones para hacer este recorrido. Las más populares llevan grupos numerosos, con música en vivo y barra libre.
Samaná, tierra virgen
En el noroeste del país, Samaná es una provincia, pero también una península. Desde Santo Domingo son 168 kilómetros por autopista. Está muy bien conectada por tierra y por mar, pero conserva su carácter salvaje. Fue una pieza codiciada por los piratas en el siglo XVI.
En el puerto de Samaná, hay embarcaciones que viajan rumbo a Cayo Levantado y al Parque Nacional Los Haitises. De febrero a mayo se suma otra excursión: el avistaje de las ballenas jorobadas, una variedad que llega hasta aquí para aparearse.
Los Haitises es un área protegida de 208 km² con ríos subterráneos, cuevas con petroglifos y pictografías, y 64 pequeños cayos que emergen del mar y forman un laberinto de pequeños islotes de piedra caliza donde crecen árboles. La zona está ubicada frente a la bahía de Samaná, pero fuera de la península. La navegación lleva por un canal de tupidos manglares hasta la bahía San Lorenzo para conocer la cueva San Gabriel y su paisaje de estalactitas y estalagmitas. Otro destino de la zona es Cayo Levantado, una de las playas más lindas del país, adonde también se arriba por agua.
En la costa norte, está el Monumento Natural Salto El Limón, una cascada que se conoce cabalgando por un bosque húmedo desde alguno de los ranchos de la región.Las playas de las costas norte y este de la península son soñadas. Hay cuatro imperdibles: Las Terrenas, donde aseguran que está la mayor cantidad de palmeras por kilómetro cuadrado del mundo; Playa Bonita; Las Galeras; y Rincón, considerada entre las 10 más lindas del mundo.
Santo Domingo
Es la ciudad capital y se enorgullece de haber sido “el Kilómetro Cero del Nuevo Mundo”, como la define el escritor dominicano Junot Díaz.Mucho de esa historia se guarda en el casco antiguo. Caminar por la calle Las Damas –la primera empedrada al estilo europeo de América– nos devela la antigüedad de todo el complejo.En sus inicios, la ciudad estaba amurallada, hoy sólo un tramo de esos muros queda en pie. Sobre esta calle está la casa de Hernán Cortés, construida en piedra coralina, sede actual de la Embajada de Francia.Un poco más allá se halla el alcázar de Colón, residencia de Diego Colón, que fue reconstruida y convertida en museo.
Frente al palacio, la Plaza España es el centro neurálgico de la ciudad. Está rodeada de restaurantes que invitan a un alto. Pat’e Palo es el más tradicional.Después, conviene tomar el Chu Chu Colonial, un trencito turístico que promete “500 años de historia en 45 minutos”. Este servicio le agrega contenido al paseo, que enhebra los edificios más significativos: el Palacio Consistorial, la Catedral Metropolitana y Primada de las Indias, y la casa de Nicolás de Ovando, fundador de la ciudad.
En los alrededores, sobre la calle El Conde, está el bar La Cafetera. Es de 1923 y convocó a españoles exiliados en los años 40, artistas y políticos, quienes protagonizaron el debate intelectual de aquella época.Fuera del casco histórico, Choco Museo es el destino para los amantes del chocolate. El lugar promete un recorrido por la historia y las recetas de este delicioso producto.Para conocer la parte más moderna de la ciudad, hay que llegar hasta el Ensanche Piantini, una suerte de Palermo Viejo dominicano, con variadas propuestas de gastronomía.
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