El único refugio diurno del Club Andino Bariloche merece una visita por sus magníficas vistas y porque propone un viaje sin intermediarios a los inicios del esquí y del turismo en el norte de la Patagonia.
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Nada como alejarse un poco para ganar perspectiva. La frase aplica perfecto en el Refugio Berghof, a sólo 6 km del Centro Cívico de Bariloche, y casi 1.300 metros de altura, en la ladera del cerro Otto, con el lago Nahuel Huapi recortado en la ventana, leños de lenga encendidos y un reparador té con torta sobre la mesa. Desde el balcón de madera, el cielo parece el reflejo del lago, o al revés. En el extenso bosque que es el continente se distingue la cuadrícula del populoso barrio Melipal y, a lo lejos, la mancha urbana de San Carlos de Bariloche con la punta de la catedral del tamaño de un alfiler.
Neogótica y con vocación de hito, Alejandro Bustillo diseñó la iglesia mayor de la ciudad en 1944. Para esa época, el andinista alemán Otto Meiling (1902-1989) ya llevaba varios años viviendo en la montaña y seguía el avance de las obras desde el refugio que fue escuela de esquí y punto de partida de las travesías que lo convirtieron en mito.
Gringo loco
Fue el segundo hacer cumbre pero, a pura determinación, Meiling escaló en 21 ocasiones el cerro Tronador, su preferido, la primera vez en 1937 y la última en 1982, con 79 años. También fue el segundo en conquistar el Catedral en solitario, despotricando contra sus precursores que lo habían hecho perforando la roca con clavos y crampones. Este montañista alemán profesó toda su vida la escalada libre y así había estrenado los cerros López, Bonete, Capilla, Crespo, Navidad, Inocente y Tres Reyes, entre otros de la zona. Además, construyó refugios, encabezó riesgosos rescates y participó de expediciones a las Torres del Paine, en el sur de Chile.
Varias de esas proezas quedaron documentadas en fotos y filmaciones que guarda el archivo del Club Andino Bariloche (CAB), entidad que fundó junto con el médico Juan Neumeyer, el topógrafo suizo-argentino Emilio Frey y el empresario británico Ronald Knapp en agosto de 1931, apenas un año después de haber arribado a Bariloche.
Eximio esquiador, abrió en el cerro Otto su escuela –la primera de Sudamérica– para recibir a jóvenes estudiantes, vecinos, extranjeros, promesas del deporte, atletas olímpicos, militares y también personalidades políticas. A todos, además de la técnica del deporte, procuraba transmitirles su riguroso espíritu de montaña. Levantarse temprano para hachar leña, cuidar el cuerpo, vivir de manera frugal, también formaba parte del entrenamiento.
Su pericia era tan reconocida como su falta de paciencia, especialmente con la gente de poca voluntad. Para Meiling, no existían las excusas ni la flojera. Dicen que todos los años cumplía con el ritual de bañarse desnudo al aire libre con la primera nieve, algo que, aseguraba, lo había ayudado a mantenerse siempre lejos de la gripe y de cualquier enfermedad.
Meiling había llegado muy joven a Buenos Aires en 1923, huyendo de las miserias de la posguerra. En Vicente López trabajó en la carpintería metálica del First National Bank of Boston (monumento histórico) y practicaba gimnasia deportiva. Viajó a Bariloche en 1930 en busca de un paraíso donde formar una familia numerosa, sueño que nunca logró.
Compró las tierras del cerro Otto y junto con su casa hizo construir dos cabañas, Tábanos y Pichi Ruca (en mapuche, “pequeña casa”) y un refugio de dos plantas. Lo llamó primero Bergfreude (“alegría en la montaña”, en alemán) y luego, Berghof (“establo de montaña”), nombre que aún alimenta la controversia acerca de su simpatía con el régimen nazi, ya que coincide con el de la residencia baviera de Hitler durante la Segunda Guerra. Algunos registros ubican a Meiling a fines de los años ’30 participando de veladas con la comunidad alemana de Bariloche donde se vitoreaba al Führer (el documental Pacto de silencio, de Carlos Echeverría), pero todos alegan que, después, su único interés pasó por la montaña (El Gringo loco, una semblanza sobre el pionero del mismo director), donde vivió durante más de 50 años con fama de ermitaño.
Bastante antes de morir, mientras continuaba sus expediciones, donó todo al Club Andino de Bariloche y marcó el lugar donde quería que enterraran sus restos. Lo recuerda un sencillo monolito en el bosque, donde cada 11 de agosto muchos suben a dejarle una flor.
Museo vivo
Luca Fidani trae las llaves de la gruesa puerta de ciprés de la casa del pionero, hoy convertida en museo. Otto Meiling vivió allí hasta 1989, pero todo está como si hubiera salido recién: la máquina de escribir sobre la mesa, el tocadiscos abierto, el acordeón Hammer, las herramientas de trabajo, los platos dispuestos sobre la repisa. Es como estar de visita en lo de un señor muy meticuloso.
La casa tiene una “entrada fría” para dejar los esquíes y la ropa de nieve antes de pasar propiamente a la vivienda, que es de dos niveles, con techos bajos, para ayudar a conservar el calor, algo fundamental en un lugar donde el termómetro puede marcar hasta 10 grados bajo cero.
A la cabaña se llega por un camino de lengas y todo alrededor está sembrado de Sorbus, un árbol que produce racimos de una frutita pequeña que en otoño vira a mil tonos de naranja. También hay perales y manzanos al alcance de la mano. “Todo formaba parte de su filosofía, de vivir en la naturaleza y del modo más sustentable posible. Él enseñaba a esquiar, pero además inculcaba hábitos de vida, como descansar bien, comer sano, valerse de la voluntad, cuidar el cuerpo”, confirma Luca.
Hay fotos que lo muestran en short de baño esquiando en plena nieve, certificados de sus proezas andinas, cartas personales y un plato de madera con una de sus frases de cabecera: “Wo ein Wille ist, ist auch ein weg” (Donde hay voluntad, también hay un camino).
En el altillo hay tres planchas a carbón –no usaba electricidad– y están sus botas y sus pocas ropas colgadas. No le interesaban los lujos de la ciudad ni las formas modernas de montañismo. Gastaba sólo lo necesario y ahorraba en efectivo. Cuando se reacondicionó la vivienda como museo, entre las paredes de madera aparecieron billetes de Australes envueltos en nylon.
Un restó con vista al lago
Cuna del turismo en la región, memoria viva del andinismo, todo el complejo fue declarado sitio histórico en 1994. Del refugio original, que ardió en 2011, sólo quedó como testigo la base de piedra. Con algunas maderas que se pudieron salvar y otras de pinos que se ralearon para ayudar a regenerar el bosque nativo, sumado a los aportes de la comunidad y del Club Andino Bariloche, en 2013 se inauguró el nuevo refugio (sólo diurno), restaurante de montaña con una de las vistas más gloriosas de Bariloche.
Luca Fidani, el refugiero, recibe allí a los caminantes y turistas. Es el mayor de los cinco hijos Claudio Fidani, histórico encargado del Refugio Jakob, y se crió con la codillera como patio de juegos. A punto de cumplir 30, es también un hombre de montaña pero al estilo de estos tiempos. Técnico universitario en producción vegetal orgánica, cocina sorrentinos caseros con masa de remolacha, guisos vegetarianos, meriendas saludables y sirve un té con jengibre y cardamomo que es lo mejor que le puede pasar al cuerpo después de una caminata. Luca practica yoga y escalada, le gusta tocar la guitarra y programa la grilla de un recomendado ciclo de veladas con artistas en vivo. Hay que estar atentos porque las fechas se anuncian por las redes sociales.
Un dato para terminar. El cerro Otto no se llama así por Otto Meiling sino por otro pionero alemán, Otto Goedecke, considerado el primer colono de Bariloche. Llegó en 1892 y se dedicó a la producción de cereales y a trabajar la tierra. Enamorado de la región, personalmente llevaba a los turistas a recorrer cerros y cascadas. Goedecke vivía solo y era muy querido por sus vecinos aunque tuvo un triste final, ya que murió asesinado por un ladrón de frutas. Pero ese es tema para otra historia.
REFUGIO BERGHOF. Cerro Otto, Bariloche. T: (0294) 414-6018. IG: @refugio_berghof
Cafetería, bar y restaurante. Abre todos los días, de 13 a 19. En temporada, también desayunos. Cenas, llamar para reservar. La visita a la casa-museo de Otto Meiling, ubicada a 100 metros, es gratuita.
Cómo llegar. El Berghof es el más accesible de todos los refugios de montaña del Club Andino de Bariloche. En plan de trekking se puede tomar la picada en la avenida Pioneros y dedicarle dos horas de marcha. Se puede acceder desde la confitería del Teleférico Cerro Otto, una hora caminando en bajada, y también se puede llegar en auto.
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