Recorrido por las calles que inspiraron al escritor y están presentes en varios de sus cuentos. Quién vive hoy en su departamento y cuáles son los hitos del barrio.
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“A las dos, cuando la ola de los empleados termina de romper en los umbrales de tanta casa, Villa del Parque se pone desierta y luminosa. Por Tinogasta y Zamudio bajó Clara taconeando distintamente, saboreando un sol de noviembre roto por islas de sombra que le tiraban a su paso los árboles de Agronomía. En la esquina de Avenida San Martín y Nogoyá, mientras esperaba el ómnibus 168, oyó una batalla de gorriones sobre su cabeza, y la torre florentina de San Juan María Vianney le pareció más roja contra el cielo sin nubes, alto hasta dar vértigo”. Este es un fragmento de Ómnibus, uno de los cuentos que Julio Cortázar publicó en Bestiario, en 1951, y en el que da algunas pinceladas del barrio que fue suyo durante algunos años de su vida.
Julio Cortázar vivió en el Barrio Rawson entre 1934 y 1951, junto a su madre, María Herminia Descotte, y su hermana Meme. Por algunos períodos iba solamente los sábados y domingos, porque durante la semana daba clases de literatura en colegios secundarios de Chivilcoy y Bolívar. Las muchas referencias del Rawson en sus novelas y cuentos confirman que fue un espacio creativo para él. En su habitación de un departamento del tercer piso del pabellón 1, ubicado en la calle Artigas 3246, nació uno de sus cuentos más famosos, Casa Tomada, publicado por primera vez en el periódico literario Los Anales de Buenos Aires, que por ese entonces dirigía Jorge Luis Borges.
El barrio Rawson tiene apenas algunas manzanas de extensión y es un triángulo delimitado por las calles Cortázar, que antes se llamaba Espinoza, Tinogasta y Zamudio, muy cerca de la Avenida San Martín, el Club Comunicaciones y la Facultad de Agronomía. Es uno de los barrios no oficiales de la ciudad de Buenos Aires porque no fue incluido dentro de los 48 barrios reglamentados en el 1972, por eso pertenece al barrio de Agronomía, aunque algunos apuntan que es Villa del Parque; está en el límite. Sin embargo, quienes recorren sus calles pueden darse cuenta que el Rawson tiene alma propia. A unos pocos pasos de la Avenida San Martín ya no se oyen los ruidos de los autos ni el murmullo de los transeúntes, y uno se transporta a un barrio agradable, tranquilo, arbolado, donde todos los vecinos se conocen y se saludan, donde los chicos juegan en la calle y se escucha el trinar de los pájaros.
Ese pequeño triángulo de un puñado de manzanas asimétricas lleva el nombre del fundador de la Cruz Roja Argentina, Guillermo Rawson, y fue uno de los proyectos de barrios planificados por la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB), un organismo estatal creado en 1915, por iniciativa del diputado cordobés Juan Félix Cafferata y cuyo objetivo era los que trabajadores pudieran acceder a una vivienda con un pago mensual que podía ser de alquiler o de cuota de venta, dependiendo de lo que quisiera cada familia.
“Aire, luz y sol para los niños argentinos, viviendas de la Ley 9677″ rezaba en la tapa de un boletín publicado en aquel entonces por la Comisión Nacional de Casas Baratas. Este barrio escondido en la ciudad se construyó entre 1928 y 1930 con fondos provenientes del presupuesto nacional y de las carreras de los jueves en el hipódromo, y se inauguró en 1934.
Originalmente tenía dos sectores bien diferenciados: un conjunto de nueve edificios de departamentos de tres pisos distribuidos dentro de un gran parque, y 104 casas estilo inglés construidas sobre un trazado de pequeños pasajes. Los departamentos se distribuyeron de a 8 por edificio y en total son 72, amplios, con tres dormitorios, baño, living comedor, cocina y patio cubierto. Las casas tenían un dormitorio más que los departamentos, lavadero y despensa. Y en el medio, la plaza y un gran tanque de provisión de agua. Claro que con el paso de los años los vecinos adaptaron sus hogares a su gusto y comodidad. Y también se cambiaron el nombre de algunas calles: Espinosa ahora se llama Julio Cortázar, en homenaje a su habitante más celebre que en 1951 se mudó a Paris, y el pasaje 2 de Abril era Inglaterra antes de la Guerra de Malvinas. Más allá de las que conforman sus límites, están las calles Melincué, Venecia, Artigas, Francisco de Uzal, Pedro Zaldívar, Eugenio Ramírez, Pantaleón, Rivarola.
Además, hay una placa en uno de los edificios de Artigas 3246, esquina Cortázar, que recuerda que allí vivió el escritor. En 2012, el edificio fue reconocido como Patrimonio Histórico y tiene una chapa que dice: “En este edificio vivió Julio Cortázar (1914-1984). El clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos”.
Esas casas baratas se convirtieron con el tiempo en propiedades muy codiciadas y aunque alguna vez se ponen en venta, los vecinos no suelen mudarse y las propiedades se heredan, de generación en generación. Es un área de Protección Histórica y por lo tanto está prohibido demoler o modificar la fachada de las casas construidas por la CNBC, lo cual permite mantener el espíritu simpático del barrio, a pesar del paso del tiempo, tal cual era hace ochenta años, cuando Cortázar caminaba por allí.
Sus calles tienen algunas singularidades, como por ejemplo la rayuela dibujada en el asfalto, la pequeña biblioteca al aire libre en la que cualquiera puede llevarse un libro gratuitamente pero dejar otro, la plazoleta Carlos de la Púa, nombrada así en honor al otro famoso que vivió en el barrio, el poeta y periodista Carlos Muñoz y Pérez o Carlos de la Púa como firmaba, o las baldosas con los pañuelos dibujados de las Madres de Plaza de Mayo. También está el bar Rayuela, claro, en homenaje a una de las más famosas novelas de Cortázar.
Actualmente la casa de Cortázar es de Nelly Schmalko, una socióloga, investigadora y docente universitaria que le compró la casa a la familia en 1977, aunque sin saber que el célebre escritor había pasado allí algunos años de su vida. En varias oportunidades, Schmalko confesó que todavía conserva la biblioteca intacta.
Cortázar escribió sobre su casa en una carta a sus amigas Marcela Duprat y Lucienne Chavance de Duprat, en abril de 1940: “Yo me quedo con las casas donde he sido feliz, donde he asistido a la belleza, a la bondad, donde he vivido plenamente. Guardo la fisonomía de las habitaciones como si fueran rostros; vuelvo a ellas con la imaginación, subo escaleras, toco puertas y contemplo cuadros. Yo no sé si los hombres son demasiado ingratos con las casas, o si en mi gratitud hacia ellas hay algo de neurosis. El hecho es que amo los recintos donde he encontrado un minuto de paz; no los olvido nunca, los llevo conmigo y conozco su esencia íntima, el misterio ansioso por revelarse que habita en toda pared, en todo mueble… Me explico los fantasmas: ¿cómo no regresar de la muerte, algunas veces, a visitar las casas queridas? ¿Cómo no acariciar las colgaduras, entornar las puertas de los armarios, asistir al lago de los espejos, entreabrir el aire de los aparadores? Yo seré un fantasma incansable, alguna vez; ¡tengo tantas casas que visitar de nuevo, diseminadas en la ciudad, en los pueblos, en las novelas, en la historia…!”.
Y ese departamento del tercer piso del pabellón 1 de la calle Artigas 3246 es la casa donde más vivió incluso luego de mudarse a Francia porque a pesar de que residía en París, volvía para ver a su madre que estuvo en allí hasta mediados de los ‘70.
“En un campo a tres cuadras, al borde mismo de la facultad de agronomía, un montón de vacas pastaban a pleno sol, blancas y negras con infalible simetría. Tenían algo de mosaico y cuadro vivo, un ballet idiota de figuras lentísimas y obstinadas; la distancia impedía apreciar sus movimientos, pero fijándose con atención se veía cambiar poco a poco la forma del conjunto, la constelación vacuna”, escribió Cortázar en su novela Divertimento, de 1949, haciendo referencia, otra vez, al barrio Rawson.
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