En Pircas de Puyuta, en las afueras de la capital sanjuanina, hizo todos los muebles a mano. Nunca perdió el espíritu aventurero que lo trajo a Sudamérica hace 30 años.
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En algún lugar de la cordillera, sin más infraestructura que un manto de estrellas sobre la cabeza, junto a dos familias amigas además de la propia, el suizo Raphael Joliat miró la luna en cuarto creciente y brindó por el nuevo año, agradeciendo los afectos y esa geografía imponente que lo hace sentir mínimo y poderoso a la vez.
“Somos 14 en total, y vamos a bajar el río Grande hasta la ruta 40 para unir en doki (inflable) el Valle Hermoso con Valle Noble. Después tenemos una travesía 4x4 de varios días y unos trekkings muy bonitos. La verdad, es un circuito increíble: no hay hoteles, ni casas ni nada; todo salvaje, muy hermoso. Si el clima acompaña haremos vivac, dormir al aire libre”, le cuenta a LUGARES, pocas horas antes de partir de expedición. La charla es animada y sirve como repaso de pendientes, casi un check list: “Equipo de montaña clásico, bolsa de dormir, el doki y un buen salvavidas porque vamos a nadar. Poco equipaje, todos. Algunos alimentos y una caja de rico vino sanjuanino para recibir el 2023″, se ríe.
Las expediciones de montaña son costumbre para Raphael que, por ejemplo, ya perdió la cuenta de la cantidad de veces que cruzó los Andes a caballo, animal que admira por la libertad que comparte a su andar. Durante muchos años exploró la cordillera en camionetas sin aire acondicionado abriéndole la ventanilla al viento. Adora esa experiencia cuerpo a cuerpo con la naturaleza, tan extrema y a la vez tan disponible, que sólo encontró en Argentina.
Cuando después de mucho andar se radicó en San Juan, abrió un hotel de campo a la medida de personalidad. Se llama Pircas de Puyuta y está a 15 minutos de la Capital, en Marquesado, al pie de las Sierras Chicas de Zonda. Todos los muebles fueron fabricados por él, adaptando maderas naturales y viejas herramientas a diseños funcionales. En una de las suites, el jacuzzi está adentro de un enorme tonel.
El casco con la galería donde se sirven los desayunos fue una antigua construcción jesuita de 1727, con paredes de adobe de un metro de ancho que ni se inmutaron con los terremotos. Ofrece todo el confort que se espera de una posada boutique con pileta, y con un par de indicaciones, o coordinando con Raphael, en media hora se puede cambiar ese paisaje de montaña por una caminata lunar o un laberinto de piedras coloradas.
El hotel familiar invita al relax y no sería tan agradable sin Didier, Cedric y la bella Pupi (los hijos de 22, 17 y 16), muy conocedores de la zona y del overlanding que practican en familia desde pequeños. Ellos también estrenaron el año en la cordillera.
Naturaleza sin barreras
A los 55, Raphael Joliat mantiene intacto el espíritu inquieto que tenía hace más de 30 años en Suiza, donde fue encargado de seguridad de los ferrocarriles y practicaba el ciclismo de alta competencia. Un accidente de bici lo dejó fuera de pista y fue la excusa perfecta para renunciar al trabajo y lanzarse al sueño de recorrer el mundo. Aquel viaje iniciático lo llevó primero por Asia, luego por Australia y finalmente por Sudamérica.
“Cuando llegué a Buenos Aires en 1988 tenía 22 años y aunque no sabía ni una palabra de castellano, me sentí como pez en el agua. Compré El español en 90 lecciones, un diccionario y arranqué para la cordillera. Había visto unas fotos muy impactantes”, relata.
Después de andar por el sur, un encuentro casual le cambió la vida. Fue cuando conoció en un asado al renombrado expedicionario y arqueólogo Antonio Beorchia Nigris (“un pionero, un Darwin de esta época”, según define), que casi lo adoptó como hijo. En ese tiempo, el naturalista era director de Áreas Protegidas de San Juan y cuando escuchó que Raphael ya había andado por el Fitz Roy en 1989, cuando ni siquiera había cinco casas juntas en toda esa zona, vio en el joven suizo un par y lo invitó a recorrer San Guillermo, que ya era una reserva protegida, pero faltaba una década para que fuera declarado Parque Nacional.
“Recuerdo que fuimos en una Land Rover destartalada de la Provincia que le entraba polvo por todos lados y yo no podía imaginar que ese paisaje de África existiera aquí. En ese viaje nació un pacto de familia entre nosotros, que se prolongó hasta el día de hoy. Tiene 87 años y mis hijos lo llaman Tata”, revela.
En ese periplo empezó a pensar en quedarse en la provincia donde luego se casó, formó familia y se separó. “Tengo dos imágenes muy grabadas de esa aventura: las tropillas de vicuñas que pasaban corriendo, había como 7.000 en esa época; y el cruce del río Blanco con el agua a la altura del capó del vehículo, cargado atrás con un tacho de nafta de 200 litros, inclinado a más no poder. En ese entonces andabas por la naturaleza sin barreras”.
También Beorchia Nigris le inculcó el amor por los caballos, ya que a poco de regresar de San Guillermo partieron a las sierras del Valle Fértil. “Me dijo: ahí está tu mula, y nos fuimos ocho días”. Fue la primera de muchas travesías a caballo. Cargaban víveres para 20 ó 25 días y partían siempre con algún motivo: llegar al nacimiento de un río, seguir un rastro arqueológico, un paso nuevo del Camino del Inca.
“Así descubrí la grandeza de la cordillera: con un medio de locomoción absolutamente increíble”, remarca Raphael, que le transmitió la misma pasión a sus hijos. Cuando compraron la finca de Pircas de Puyuta, el primer caballo –Soleil– se los regaló el tío de los chicos, Jorge. Con cada niño llegó un nuevo caballo y los chicos aprendieron a montar casi antes que a caminar.
Sanjuanino por elección
“Siempre digo que los Alpes son bonitos pero los Andes son bellos. Allá hay montañas impresionantes por sus paredes, pero no tienen la majestuosidad de estas. La magnitud de esto no se compara con nada. Será por el lado salvaje, por la dimensión, por los colores, especialmente en los Andes Centrales, que no los ves en ningún otro lugar del mundo, esos colores son únicos”, asegura.
El hecho de andar sin barreras por la naturaleza, de seguir la huella de las mulas, de incorporarse al paisaje sin intermediarios, también lo deslumbró en 1993, cuando se dispuso hacer cumbre en el cerro Mercedario y le llevó 20 días de preparación y casi 100 kilómetros sin hablar con ningún humano. “Eso en Suiza no te pasa. Todo tiene otra dimensión acá”, remarca.
Raphael es el suizo más sanjuanino del mundo, un embajador entusiasta de la zona que no se cansa de enumerar virtudes. Asegura que no hay otra capital argentina que ofrezca pistas naturales, travesías, parapente, kayak, vistas, cuevas y petroglifos a solo media hora del Centro. Y todo eso está cerca de su casa.
A pedido de LUGARES, se despide eligiendo tres propuestas de los alrededores.
Tres imperdibles a media hora de la finca
1. El cruce en kayak del lago de Puntas Negras para llegar a la Quebrada de la Sal y caminar durante dos horas por un “mini-Ischigualasto”.
2. Otro registro totalmente diferente es “La cuevita de Los Colorados’', un paisaje mágico de dunas y piedras rojas, para redondear el trekking con la vista perdida en el lago Ullum.
3. Una cabalgata por la Quebrada del Zonda, para recorrer la precordillera como un baqueano más.
Bonus track. Visita cultural a la capital sanjuanina, para conocer el Teatro del Bicentenario, el Museo Historia Urbana y el Museo de Ciencias Naturales
Pircas de Puyuta. Avenida Libertador 9810 Oeste, Marquesado. T: (0264) 482-4039 y 415-6652. IG: @hotel_pircasdepuyuta Hotel de campo con pileta, a 15 minutos de la capital de San Juan. Al pie de las Sierras Chicas de Zonda, son cuatro habitaciones, todas diferentes, algunas con hogar, biblioteca y jacuzzi. La doble con desayuno súper completo, $14.000.
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