En pleno casco histórico de San Isidro, es una joya del patrimonio cultural de la provincia de Buenos Aires y se destaca por su arquitectura de referencias andaluzas adaptadas al medio rioplatense.
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La casona data de mediados del siglo XVIII y fue el hogar de la célebre Mariquita Sánchez de Thompson, considerada una pionera en la defensa de la Patria, la igualdad y los derechos de la mujer y quien habría cantado las primeras estrofas de nuestro Himno Nacional. Allí, Mariquita organizaba tertulias en las que reunía a los intelectuales y políticos más distinguidos del siglo XIX. Desde 2006 es sede del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro Dr. Horacio Beccar Varela, y desde 2007 es Monumento Histórico Nacional.
Ocupa una hectárea sobre la barranca, frente al Río de la Plata. En su origen fue una casa de verano y una chacra productiva para consumo interno. Las primeras construcciones datan de 1760, y luego tuvo varias modificaciones a mediados del 1800 y también a inicios del 1900. Tiene un patio grande con un aljibe en el medio, una galería abierta hacia el jardín que rodea la casa y un mirador a la barranca y al río. Este paisaje natural, rico en biodiversidad, alberga unas 70 especies de aves, mariposas, comadrejas y un algarrobo blanco de aproximadamente 300 años de antigüedad, y es un Parque Natural Municipal protegido desde 2009.
Un poco de historia
El primer propietario de la chacra fue Pedro de la Torre, quien recibió la parcela en 1580, en el reparto de tierras de Juan de Garay y con el número 57. Esas tierras eran denominadas “de pan llevar”, porque estaban dedicadas al cultivo de trigo. El terreno era mucho más grande que el que hoy ocupa Los Ombúes, pero con el paso de los años la propiedad fue dividida.
En 1612 fue vendida a Alonso Díaz Ferreyra y en 1706 la compró Gonzalo de Zárate. Poco después, Domingo de Acassuso adquirió una parte de las tierras para destinarla a la capellanía y ese fue el origen de la catedral de San Isidro, ubicada a metros de la chacra. La otra mitad fue adquirida por Cecilio Sánchez de Velazco, Alcalde de primer voto del Cabildo de Buenos Aires, en 1784. Su única hija, Mariquita Sánchez de Thompson, heredó la propiedad en 1812, y se la vendió a Rosa Azcuénaga de Santa Coloma, en 1829. En 1867, la chacra pasó a manos de Pascuala Beláustegui de Arana, viuda del Dr. Felipe Arana, Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Desde 1872, la quinta fue propiedad del abogado Eduardo Lahitte y en 1881 la compró el Dr. Cosme Beccar, que vivió allí con su esposa María Varela. Uno de sus hijos, el Dr. Horacio Beccar Varela, legó la Quinta los Ombúes a la Municipalidad de San Isidro. Fallecido en su quinta en 1949, dispuso en su testamento que, al morir el último de sus doce hijos, la propiedad pasara a manos de la Municipalidad.
El amor que fue más fuerte
Cecilio Sánchez de Velazco compró la propiedad en 1784, que según la escritura notarial era “de doscientas varas (de frente por la legua); lindan por una parte con las de Don Juan José Cruz, y por otra con las del Glorioso San Isidro (las Tierras del Santo) en que se halla construida la Iglesia”. Y aseguraba que las dimensiones de la casa eran de “treinta y cinco varas de frente y otras tantas de fondo”.
Fue la casa de verano de Mariquita desde pequeña. Ya adolescente, se enamoró de un primo, el alférez de fragata Martín Jacobo Thompson, pero su padre se opuso a la relación porque tenía previsto otro candidato para ella. Como Mariquita no quiso ceder, la confinó a la quinta donde, según la leyenda urbana, mantenía encuentros secretos con Thompson. Dicen que cuando Sánchez de Velazco los descubrió, la recluyó en la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires. Tres años después, en 1802, el padre de Mariquita murió y ella contrajo matrimonio con Thompson, el 29 de junio de 1805; fueron padres de cinco hijos.
La pareja era popular por las tertulias políticas que hacían en la quinta Los Ombúes y en su casa de Florida, a las que asistían Liniers, Pueyrredón, San Martín, Alvear, Balcarce, Rivadavia, Brown, fray Cayetano Rodríguez, Esteban de Luca, Vicente López y Planes y Blas Parera. Fue el último quien hizo escuchar por primera vez las estrofas del Himno Nacional en una de esas veladas. Pero eso no sucedió en Los Ombúes. “Una de las tareas que tenemos es desmentir rotundamente que acá cantaron el Himno Nacional porque para venir hasta la acá se tardaba al menos medio día, en ese momento. Y la casa era muy pequeña, con comodidades precarias. Entonces, invitar a mucha gente para hacer una tertulia y cantar el himno, parece algo imposible porque no había siquiera instrumentos musicales en la casa. Aquí eso no sucedió. Sí recibieron a intelectuales y políticos y hay testimonios de gente que dejó por escrito que estuvo en este lugar. Y se dice que cuando José de San Martin venía a esta zona a visitar a Pueyrredón, también era uno de los invitados de Mariquita”, detalla Christian Schwarz, Director de la Quinta Los Ombúes.
En 1816 Martín J. Thompson debió ausentarse del país para representarlo ante el gobierno de los Estados Unidos, y esa fue la última vez que Mariquita vio a su marido, quien murió en viaje de regreso. Un tiempo después, contrajo nuevo matrimonio con Juan Bautista Washington de Mendeville. En 1829 se acumularon las deudas y debieron vender la chacra por un valor de 13.500 “de moneda corriente”.
La escritura notarial la describe como una “propiedad situada en el Pueblo de San Isidro Labrador, sobre la barranca, con la casa, monte, cercos, zanjas, enseres, y con el terreno en que está construido dicho establecimiento de chacra.” Los archivos de la época dicen que a los 70 años, Mariquita quiso volver a comprar la chacra familiar, y cuenta en una carta de 1861: “pensé en comprar otra vez mi casa, pero me reí al oír lo último: doscientos mil pesos. Las barrancas son muy cotizadas”.
La casa original y sus anexos a través de los años
María Estela Ghelfi, que trabaja desde hace doce años en el área educativa del museo, dice que “esta era una casa de veraneo, una chacra de cultivo para consumo interno. Había algunas construcciones sueltas, como las caballerizas que hoy están a unos metros de la quinta, y donde se reunían los peones. Originalmente era una casa pequeña. El patio fue posterior a Mariquita y se fue formando de a poco. Entre 1830 y 1870 se construyeron las habitaciones alrededor del patio, que era abierto. Y entre 1913 y 1929, en el periodo Beccar Varela, se colocó el techo de vidrio y los azulejos sevillanos que hoy lo revisten. El aspecto actual corresponde a esa reforma que añadió las columnas y arcos de mampostería, y elementos decorativos de referencia andaluza, como el banco de apoyo, las mayólicas sevillanas y las rejas, de acuerdo a la moda hispanizante de aquel momento. El aljibe era utilizado para el aprovisionamiento de agua de la casa, y se instaló en el lugar del antiguo pozo, a mediados del siglo XIX. Tiene un brocal hexagonal de mampostería, recubierto de azulejos y una alzada de hierro que presenta bandas verticales. Se conservan los muros del siglo XVIII y postigos y puertas originales de la época de Mariquita. La casa estuvo habitada hasta 2005 y la donación se realizó cuando todavía vivían dos de los hijos de Horacio Beccar Varela, Juan Carlos y Elena, que falleció hace cinco años. Ellos decidieron donar anticipadamente la casa, porque uno de los pedidos de Horacio era que esperan a que murieran los 12 hijos”.
En los tiempos de Mariquita, la galería ostentaba columnas de madera con sus características zapatas, sosteniendo el alero de tejas. Cuando vivía la familia Beccar Varela, las columnas ya eran las actuales de hierro, con sus arcos y rizos decorativos y, en algún sector, se adosaban rosales trepadores. Los primitivos dormitorios de la casa, alineados y conectados unos con otros, y comunicados con el patio y con el jardín, son hoy las salas de exhibición del museo. Posiblemente, sus pisos originales eran de ladrillos y fueron reemplazados, más tarde, por embaldosados rústicos. A fines del siglo XIX, adquirieron el aspecto actual, con solado de tablas de pinotea, cielorrasos de tablillas de madera pintadas y carpinterías de época para puertas y ventanas, incluyendo las celosías.
La sala principal tiene ventanas abiertas al río y al jardín y es uno de los sectores más antiguos de la construcción, edificados en el siglo XVIII. Era un espacio de reunión familiar y, a la vez, de recepción de visitas. En tiempos de la familia Beccar Varela, las funciones sociales se desplazaron, mayormente, al patio de la casa, techado en 1913, y esta sala adquirió el carácter de museo familiar, con muebles y reliquias que aún se exhiben.
El comedor ocupa uno de los sectores de la construcción original del siglo XVIII, al igual que la sala principal. A partir de 1930, Horacio Beccar Varela y su esposa, María Cristina Castro Videla, realizaron cambios en la decoración, aunque mantuvieron el mobiliario original que hoy se exhibe, y sumaron un espacio de sobremesa, o fumoir, con una gran chimenea.
El poeta y su inspiración
Manuel Mujica Lainez pasó una temporada en Los Ombúes, como huésped de sus parientes Beccar Varela. Fue a su regreso de Europa cuando sus padres lo enviaron a la quinta de su tío Horacio para que completara sus estudios en el Colegio Nacional de San Isidro. “Esta casa, estos árboles, esta barranca, esta verja, y lo que esta casa encerraba en un tiempo, y los que entonces la habitaron, constituyeron uno de los mundos felices de mi adolescencia”, escribió Manuel Mujica Lainez en 1965, en su famoso Yo viví aquí, espectáculo de luz y sonido dedicado a esa casa.
También escribió en 1933 el conocido Soneto a la casa vieja. En otro texto, escribió que “el propietario anterior a Cosme había sido el doctor Eduardo Lahitte, el único que se opuso a la inicua ejecución de la desventurada Camila O’Gorman, sucediendo en la línea de los dueños de la quinta a los Arana y Beláustegui, y a doña Rosa Azcuénaga de Santa Coloma, el comerciante que protegió a don Martín de Álzaga a su arribo al Río de la Plata. Doña Rosa la había comprado en 1828 a Mariquita Sánchez, esposa, desde 1820, del diplomático francés Jean Baptiste de Mendeville. Ella había heredado de su padre, en 1812, la extensión de tierra que lindaba con el solar donado por el capitán Domingo de Acassuso. Esta mujer excepcional, centro del movimiento literario y político de su época, reunió aquí a los hombres principales de entonces en el curso de prolongados veraneos. La sala del caserón, que conserva intacto el encanto señorial de la pasada centuria, escuchó a la sazón las mezcladas voces de Vicente López y Planes, de Bernardino Rivadavia, de San Martín, de Pueyrredón (quien venía a caballo de su chacra vecina), de Echeverría, de Juan Cruz Varela, autor de tragedias sonoras, entusiasmado con Virgilio, de su hermano Florencio, que era apenas un muchacho. No fue aquí donde se oyeron por primera vez los acordes de nuestro Himno Nacional, que tuvo por atmósfera la casa porteña de misia Mariquita, pero aquí debieron repetirse en más de una ocasión inflamando los ánimos”, redactó Mujica Lainez.
El museo
Desde el 16 de mayo de 2006, la antigua Quinta Los Ombúes es la sede del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro Dr. Horacio Beccar Varela. El museo alberga una colección de objetos y testimonios que cuentan la historia de San Isidro desde sus orígenes hasta nuestros días. Por otra parte, a través de su guión, se desarrolla la historia de quienes vivieron y trabajaron en la quinta, y de la vida cotidiana a lo largo de sus trescientos años de historia habitada, desde mediados de siglo XVIII hasta principios de siglo XXI.
Las varias habitaciones de la casa hoy son salas del museo dedicadas a la historia de San Isidro, la arqueología urbana, muestras temporarias, y en una de ellas se reproduce el dormitorio de Mariquita Sánchez; entre sus objetos personales están el abanico de carey y pluma y sus cartas personales, una taza para tomar chocolate, una jarrita de peltre y cerámica, un estandarte español, una silla de estado, y un necessaire que perteneció a Magdalena, una de sus hijas.
Más info
Quinta Los Ombúes. Adrián Beccar Varela 774. El museo, con entrada libre y gratuita, puede visitarse los martes y viernes de 10 a 18 y los sábados y domingos de 14 a 18, de abril a octubre, y de 15 a 19, de noviembre a marzo.
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