El sitio arqueológico, a unos metros de la RN 40, en Tucumán, tiene un nuevo museo y centro de interpretación.
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“Estamos en el último bastión de la resistencia calchaquí”, me cuenta David Vargas sobre el territorio de los quilmes. Dice que no puede aseverar que desciende puntualmente de ellos, pero sí que su abuela es cien por ciento india. Referente de la comunidad desde 2016, es guía en la Ciudad Sagrada de los Quilmes, que está sobre la RN 40 en los valles Calchaquíes y que se levanta escalonada sobre una ladera. “La desintegración fue tan grande que generalizamos: somos todos de la etnia diaguita. Nos identificaba la lengua kakán. Es decir que los quilmes, como los tafí y los amaicha, somos diaguitas, pero además calchaquíes, como subgrupo”, detalla el guía y agrega que quilmes pudo haber querido decir “gente que vive entre los cerros”. Pero, como la lengua se perdió, no hay certezas. Sí se sabe que hace 10.000 años este valle ya estaba poblado, pero por nómades.
Mientras avanzamos entre estructuras de piedra, explica que, antes de la llegada de los españoles, esta ciudad tenía cerca de 5.000 habitantes. Estaba construida al pie de un pucará, que es la fortaleza natural que forma el cerro y que les permitía tener visión en caso de invasión. Desandamos los mismos senderos internos –ahora reconstruidos– que caminaron los quilmes y Vargas nos marca el atalaya sur y el atalaya norte, que son las torres de vigilancia. Cuenta que el pueblo que era agricultor y no guerrero; que no salía a conquistar, pero que tenía que defenderse.
Vemos restos de muros que alguna vez fueron casas, construidas semienterradas, tal vez para soportar mejor los vientos y el frío. Algunas tienen paredes de 70 centímetros y otras llegan a los dos metros de ancho. Las habitaban grupos familiares grandes. Los restos de las que estaban más arriba en el cerro denotan que eran más chicas. Se cree que en la cima vivía el líder. Muchas se ven cuadradas, pero al lado tienen estructuras circulares –para que corriera el viento– para el acopio de los alimentos que producían, como maíz y harina de algarrobo. Los cultivos se hacían en terrazas y tenían una represa de la que solo quedan vestigios. Toda la ciudad se comunicaba por laberintos y estaba construida de forma piramidal. Entre los restos se encontraron piezas de alfarería. “Hay dudas sobre los techos. Si eran de cuero de llama o de madera de cardón, paja y barro, tipo galería”, apunta el guía aferrándose a la versión de Juan Bautista Ambrosetti, el arqueólogo que en 1897 puso en valor y dio a conocer este lugar.
Pasamanos de la tierra sagrada
Mucho antes, en 1665, tras la dominación española, la ciudad había quedado abandonada. “Nosotros, como comunidad, decimos que somos dueños de la Ciudad Sagrada de los Quilmes. Por eso en 1977 empezamos una restauración que alcanzó a un 15 por ciento de lo que es toda la ciudad. En los alrededores del predio que se visita hay un gran sector que permanece original y no se restauró”, cuenta Vargas. Detalla además que un terrateniente en ese entonces dijo que aquellas tierras eran de él, le hizo juicio al Estado, lo ganó y tras indemnizarlo le expropiaron las 216 hectáreas que ahora son Patrimonio del Estado Provincial y que en 1978 se abrieron al turismo administradas por el ente oficial. Desde entonces no se hacen más restauraciones, ni excavaciones, sino solo mantenimiento.
“Mis abuelos me hablaban mucho de este lugar. Lo llamaban Fuerte Viejo”, comenta Vargas y sigue con el derrotero que sufrió a través de los años. “El entonces gobernador Ramón ‘Palito’ Ortega lo privatizó en 1992 y durante diez años lo administró por contrato el empresario Héctor Cruz, y cinco más, fuera de contrato. En ese entonces se construyó un gran comedor y un hotel para cien personas, sin tener en cuenta a la comunidad que siempre luchó por recuperarlo. Recién en 2007 se logró desalojar por la fuerza pública a la empresa administradora y se clausuró. Un año después, tras una asamblea, la gente del lugar tomó posesión de la Ciudad Sagrada y volvió a mostrarlo al público en medio de fisuras e idas y vueltas en la misma comunidad”, señala Vargas y agrega que aún sigue abierto el litigo con la empresa que lo manejaba.
Caída heroica
Tras visitar las ruinas a cielo abierto, y antes de entrar al museo que habla de la historia de los Quilmes, Vargas repasa cómo es que esta ciudadela quedó abandonada. “Sufrieron dos invasiones. La primera en 1480, cuando llegaron los incas e impusieron el idioma quechua. Todos estos pueblos eran ágrafos –no escribían–, por eso no quedaron registros del idioma kakán. Hay quienes aseguran que en algún lado puede existir un diccionario español-kakán que dejó el padre Alonso de Brazana, un sacerdote jesuita. Pero no hay certeza. Se cree que las palabras que terminan en ‘ao’, que son muchas acá, provienen del kakán”, dice Vargas.
¿Los españoles? Llegaron en 1535. Es decir que los incas estuvieron solo 50 años en esta tierra. Entonces a los pueblos del actual Noroeste no les quedó otra que unificarse bajo las órdenes de un gran cacique que pasó a la posteridad como Juan Calchaquí. “Porque la historia la escriben los españoles”, dice David Vargas y cuenta que quizás se haya bautizado porque era muy estratégico. Él lideró la primera gran guerra contra España, en 1562, y a él le debe su nombre este valle. Hubo un segundo levantamiento, a cargo de otro cacique, Juan Chelemín, en 1630, que terminó descuartizado. Entonces buena parte del territorio fue dominado, pero no los quilmes, que fueron bastión de la resistencia calchaquí y aguantaron durante 130 años.
Hasta que, en 1665, Alonso Mercado y Villacorta, gobernador de Tucumán, se organizó y los sitió. ‘Por ver caer de hambre a su pueblo, el cacique Martín Inquín tuvo que bajar y pactar la rendición’, dicen las crónicas de la época. “Les perdonaron la vida, pero los castigaron con el desarraigo y los obligaron a un traslado masivo hacia un nuevo puerto que pensaban construir en Buenos Aires. Caminaron 1.300 kilómetros encadenados. Salieron 2.600 y llegaron menos de 800 hasta la reducción de la Exaltación de la Santa Cruz de los indios quilmes. Tras semejante maltrato, se extinguieron por enfermedades. En 1812 murió el último quilmes puro y se declaró pueblo libre de indios”, relata nuestro guía. Cuenta que entonces el partido de sur del conurbano bonaerense tomó el nombre de aquellos castigados. Y que mucho después, en 1890, un alemán montó ahí una fábrica de cerveza que bautizó con el nombre de aquella localidad sin gente entre los cerros.
Datos útiles
Ciudad Sagrada de los Quilmes. RN 40 s/n. T: (381) 577-6314. Se encuentra a unos metros de la RN 40, en dirección al cerro y muy bien señalizada. Las ruinas se recorren entre senderos reconstruidos y muy buenas vistas panorámicas. El pago es a voluntad a los guías locales e incluye la entrada al Centro de Interpretación que está junto al acceso y representa una posibilidad única de entender qué pasaba en estas tierras hace ya más de cinco siglos. La ubicación del Centro de Interpretación no es casual: conviene visitarlo antes de lanzarse a caminar por las ruinas. Fue creado en 2018 por el estudio Berra DC y tiene una sala donde se proyecta un video sobre desarraigo de los quilmes. Cuenta además con una línea de tiempo que ayuda a poner en perspectiva su saga. Y hay otras salas con objetos de cerámica originales, además de recreaciones escénicas, maquetas mapeadas y dioramas animados. Miguel y Moisés son dos de los guías a cargo. El sector de las ruinas abre todos los días, de 8 a 18.30 horas. Mientras que el museo, de 9 a 13 y de 14 a 18.
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