Llegó de Colli a Volturno en 1910, y apenas cuatro años más tarde, ya era aprendiz de fotografía en La Nación. Cómo se convirtió en uno de los decanos del fotoperiodismo local.
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Cuando Juan di Sandro nació, el 22 de marzo de 1898, en Colli a Volturno, Italia, su padre, Domenicantonio estaba aquí, en Sudamérica, buscando un mejor porvenir para su esposa, Luisa Iallonardi, y su familia. Se habían casado en 1882, y ya habían nacido –al menos– Anna, Alfonso, María y Juan, cuando Domenicantonio comenzó a explorar la posibilidad de venir. Aún en Italia nació Carmine, que aquí utilizó el nombre de “Carmelo”, y que, al igual que su hermano mayor, fue fotógrafo. Carmelo fue fotógrafo personal de Juan Domingo Perón, y Juan hizo carrera en La Nación. También integró la primera comisión directiva de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina, fundada en 1942.
Cuando crecieron, Juan y Carmelo abonaron una costumbre bastante habitual en aquellos tiempos: que dos hermanos se casaran con dos hermanas. Así lo hicieron los Di Sandro, que desposaron a Filomena y Julia Reibaldi, respectivamente. De la unión de Carmelo y Julia nació Roberto Di Sandro, un reconocido periodista que se acreditó en Casa de Gobierno 29 de octubre de 1947. Tiene 90 años y ha sido homenajeado como “decano” por sus colegas en más de una oportunidad. Es, por ende, sobrino de Juan Di Sandro.
Juan y Filomena, por su parte, tuvieron cinco hijos: Rodolfo, Elda, Lidia, Norberto y Marta, que también trabajó en La Nación, en el área comercail. Vivió siempre en Buenos Aires, en la zona de Chacarita, pero buena parte de su descendencia está radicada en Mar del Plata.
La galería Vasari tiene el estate de Di Sandro, han organizado varias muestras con su colección y cuentan con imágenes vintage para la venta.
Archivo fotográfico
El historiador de la fotografía Luis Priamo investigó el archivo personal de Di Sandro con motivo de una muestra que la Asociación de Reporteros Gráficos (ARGRA) organizó hace varios años. “En el pasado, el proceso de aprendizaje de las diversas actividades que suponía el oficio de fotógrafo era extenso (el trabajo de laboratorio, por ejemplo, tenía sus propias divisiones y escalas de promoción correspondientes: primero aprender a preparar los químicos, luego a revelar y fijar, luego a retocar negativos, y finalmente a imprimir). Esto sugiere que el joven Di Sandro comenzó a salir a la calle para tomar fotos por los años veinte. De hecho los negativos más antiguos de su archivo particular datan de esa década.
Son de formato 9x12cm y soporte de vidrio, tomados con una cámara Speed Graphic o similar, que eran las preferidas de los reporteros de entonces. Di Sandro siempre trabajó con formato grande o medio (9x12, 10x12, 13x18 y, en contadas ocasiones, 18x24). En su archivo, cuyo índice contabiliza 2015 negativos, no hay ninguno de 6x6, y los pocos de 35mm que guarda no son de su autoría, sino tomados por otros a su propia persona”, dice.
Sigue Priamo: “Es importante señalar que muchas de las fotos tomadas por Di Sandro para La Nación estaban dedicadas al suplemento dominical impreso en hueco-grabado, extensamente ilustrado con fotografías, donde no sólo se reunían las mejores imágenes de la semana sino que se publicaban fotorreportajes especiales dedicados a temas diversos, muchos de ellos ubicados el interior del país. Para esos trabajos los fotógrafos disponían de tiempo y libertad suplementarios, y es evidente que en su ejecución estaba implícito el compromiso de realizar imágenes de la mayor sofisticación visual posible, tanto desde el punto de vista de la composición como del tratamiento de la luz, la elección de personas y poses, y la selección de vistas y actividades significativas del tema tratado.
Muchas de las fotos especiales tomadas para el hueco, como se llamaba familiarmente al suplemento, podían estar perfectamente en cualquier exposición o concurso fotográfico de la época. Más que fotos de reportaje, en el sentido habitual de captación del “momento decisivo”, según la clásica figura establecida por Cartier Bresson, eran composiciones, como se llamaban genéricamente a las imágenes fotográficas realizadas con espíritu pictorialista, a las que se identificaba de un modo natural con la fotografía de arte”.
Además de negativos el archivo del fotógrafo tiene más de dos mil copias ampliadas a diversos tamaños, muchas de ellas montadas para exposiciones. Di Sandro participó con entusiasmo en la actividad fotoclubística, mezclando fotografías tomadas para el diario con otras composiciones realizadas en el espíritu artístico amateur típico del fotoclubismo de mediados de siglo pasado. “Evidentemente nunca sintió, en esa mezcla, contradicción alguna”, sigue Priamo. “Debemos advertir que en esos años la fotografía de reportaje no tenía, como género, la autonomía que tiene hoy en nuestro país. Sin embargo, a pesar de que el talento de Juan Di Sandro se muestra en su plenitud en las grandes vistas y los planos generales de grupos numerosos, donde el sentido del encuadre y la respiración plástica son simplemente extraordinarios y, por así decir, casi infalibles, su rapidez para fijar momentos significativos de un acontecimiento no era nada desdeñable. Esto se observa tanto en sus fotos de eventos deportivos como en las visitas de estadistas y personajes importantes (Roosevelt, el príncipe Humberto, el príncipe de Gales, etcétera), o en actos multitudinarios y acontecimientos callejeros como la llegada del Plus Ultra o las revoluciones y asonadas militares tan frecuentes después de 1930″.