En Santa Cruz y en la Puna, son los menos transitados de la ruta que atraviesa el país y los favoritos de los aventureros; hitos del camino y claves para recorrerlos
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Para los viajeros de ley, representan la verdadera ruta 40, mucho más que los tramos asfaltados. Son kilómetros llenos de polvo, para andar sin apuro, donde cruzarse con otros es la excepción y los paisajes son protagonistas. Para encararlos, es recomendable aprovisionarse (los servicios escasean), tener el auto a punto y olvidarse de la señal de teléfono casi siempre.
En el sur: Río Gallegos a Río Turbio
Estepa, guanacos y estancias
El tramo más austral (el Km 0 está en Cabo Vírgenes, el extremo continental de la Argentina) es una postal de la verdadera Patagonia, remota y desolada. Desde Río Gallegos, son unos 250 kilómetros de ripio alternados con unos pocos tramos asfaltados (o “en proceso de pavimentación”), donde cualquier silueta en el horizonte se recorta con facilidad: un viejo surtidor, un puente, un puesto de vialidad, un gaucho a caballo o los cercos de madera torcidos por el viento.
Poco después de la capital santacruceña termina el asfalto y la estepa se impone en toda su inmensidad. Empiezan a sobrar las distancias, el paisaje se vuelve casi imaginario. Cada tanto despunta el casco de alguna estancia, como Palermo Aike y La Carlota. Esta última data de 1890, tiene 20 mil ovejas y sostiene la producción ganadera en sus 94 mil hectáreas.
Para compensar la monotonía esteparia, suelen cruzarse tropillas de guanacos, algún cóndor o zorro. El hotel Bella Vista (en el km 239,5) interrumpe esa constante de tierra y coirones. Desde hace 40 años es el único alojamiento sobre este tramo, declarado Sitio Histórico Provincial y posta obligada de viajeros y camioneros. Lo atiende Orlando Van Heerden, quien maneja las cuatro habitaciones, el camping y el restaurante. Hace algunos años corrieron la traza unos tres kilómetros hacia el oeste, y el hotel quedó “afuera” de la 40, pero sigue siendo uno de sus hitos.
El único respiro de asfalto dura 35 kilómetros. El resto es un ir y venir de camiones que van dejando una polvareda detrás, trabajadores viales y las montañas de tierra que bordean lo que será, según parece, uno de los últimos tramos en pavimentarse de la 40 en Santa Cruz.
Cerca de la estancia Rincón de los Morros, la ruta araña tanto la Cordillera que las radios argentinas se confunden con las chilenas y entran mensajes dando la bienvenida al país vecino. Más adelante, se cruza el Puente Blanco y viene una sucesión de estancias, como Glen Cross, grande como un pueblo y con escuela propia. La otra es Stag River, fundada por los escoceses Mick y Julie Johnston, amantes de los caballos criollos que se siguen criando en su propiedad. Tiene una entrada cinematográfica, con las letras del nombre recortadas sobre un arco de madera.
El asfalto vuelve recién en El Turbio, la primera localidad que nació, hacia 1920, al amparo de la explotación de carbón. La ruta se vuelve más ondulada y la geografía comienza a mutar hacia el bosque patagónico. Le siguen Rospentek, una ex estancia en la que funciona desde 1978 una guarnición militar del Ejército Argentino y 28 de Noviembre, pueblo que nació como satélite de Río Turbio, la meca minera de la zona.
En el norte: San Antonio de los Cobres a La Quiaca
La Puna y sus pueblitos de colores
El punto bisagra es La Poma, el último pueblo de los valles calchaquíes. A partir de acá, el tiempo y las distancias son relativos. No importa lo que marque el GPS, ni lo que normalmente se calcula para llegar de un punto a otro. La puna es un mundo aparte, nada predecible. Tres consejos: 1) cargar nafta y llevar bidón extra, más dos ruedas de auxilio. 2) tener a mano hojas de coca, mucho líquido, gorro y protector solar. 3) contratar a un guía experimentado: el tramo final de la ruta 40 es doblemente extremo, por las condiciones del camino y por la altura.
La ruta no deja de trepar hasta alcanzar los 4.895 metros, en el Abra del Acay. Este paso de montaña, inaugurado en 1960, se considera entre los más altos del mundo y le compite a las carreteras que pasan sobre el Himalaya. Enfrente, asoma el gran Nevado del Acay. La foto junto al cartel que indica la altitud, lleno de stickers, es un must que nadie se saltea.
Del otro lado, San Antonio de los Cobres, a 3.774 msnm. Mantiene su jerarquía como puerta grande de la puna con buenos servicios, como el Hotel de las Nubes, un lujo de la hotelería en estas alturas, con un buen restaurante y el Mercado Artesanal, donde ofrecen tejidos de lana de llama y cerámicas.
El siguiente highlight es el Viaducto La Polvorilla, una de las postales más requeridas de Salta y el punto de llegada del Tren de las Nubes. El puente de acero a 4.200 msnm, que mide 224 metros de largo y pesa 1600 toneladas, data de 1939 y es obra del ingeniero estadounidense Richard Maury.
El camino avanza por el fondo de un cañadón y zigzaguea entre enormes rocas de basalto, salpicadas por yaretas, vegetal resinoso de color verde flúo que los lugareños usan para hacer fuego.
Aunque no hay ningún cartel, se supone que en algún momento se ingresa a la provincia de Jujuy. Sobresale el pico nevado del volcán Tuzgle (5.486m), una de las mecas del andinismo norteño. A sus pies se encuentra Puesto Sey, donde no faltan la escuela, la canchita de fútbol y las típicas casitas de adobe sobre calles angostas de tierra rojiza. Muchos de sus habitantes trabajan en la planta de litio sobre el Salar de Olaroz.
Viene detrás Pastos Chicos, un pueblo mínimo que tiene escuela y una radio FM. Y luego Huancar, un poco más grande, con una iglesia de 1932.
En Susques la ruta confluye con la RN 52 (hacia el Paso de Jama al oeste y hacia las Salinas Grandes y Purmamarca al este). La pequeña iglesia, Nuestra Señora de Belén, es una de las más antiguas de la región. Se calcula que data del siglo XVI y no siempre se la encuentra abierta. La modernidad también dice presente: hay cajero automático y la hostería Pastos Chicos tiene wifi.
Es común encontrarse con montículos de piedras o apachetas, que son ofrendas a la Pachamama. Pero la mejor recompensa es cruzarse con una tropilla de vicuñas. Suelen desplazarse con mucha rapidez, casi como una ráfaga, una ilusión óptica provocada por la altura. Las llamas, en cambio, se muestran más amigables y posan para las fotos.
Siempre cuesta arriba, se suceden los pueblos de Coranzulí, Mina Pirquitas (la mina más antigua de la Argentina), Coyahuaima y Nuevo Pirquitas. A un costado se alza, solitaria, la iglesia Rosario de Susques, abandonado tesoro en un paraje de ranchitos igualmente abandonados.
En Orosmayo y Liviara comienza uno de los caminos más impactantes: atraviesa una falla geológica en la que los cerros se intercalan en una inmensidad deslumbrante de texturas y colores. Un breve desvío conduce a la joyita máxima de esta formación, el Valle de la Luna Jujeño, a pocos kilómetros de Cusi Cusi.
San Juan de Oro es uno de esos pueblos fantasma con capilla, aunque a veces pueden encontrarse pastores con sus llamas. Sus pobladores emigraron a Misa Rumi, un pueblo a cinco kilómetros cuya escuelita fue construida en el 2000 por el programa de televisión Sorpresa y Media.
Para seguir, es necesario descender e internarse en una quebrada, donde la ruta se confunde con el cauce de un río entre las laderas pobladas de cardones y alguna que otra queñua, el único árbol que crece en la puna. En verano, si el río crece, es imposible pasar. La única solución es esperar a que baje. Del otro lado del cañadón, está San Juan y Oros (aunque parezca idéntico, es otro pueblo), hasta que la ruta vuelve a subir en forma bruza, sale a un abra y atraviesa el pueblo de Timón Cruz.
En la recta final aparece Santa Catalina, el pueblo más norteño del país. Tiene un par de hosterías muy agradables, donde también se puede parar a comer. Tafna es el último pueblo sobre la 40, pegado al límite fronterizo con Bolivia, con una iglesia de dos torres campanarios, del siglo XVIII.
Los guiños de ciudad se intensifican durante los últimos kilómetros. Las antenas, los controles policiales, más autos y la vuelta del asfalto confirman el final anunciado: La Quiaca.
El último mojón está en el km 5.067, y así concluye el gran viaje argentino.
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