Es mucho más que una simple formación rocosa. Un destino ideal para los amantes del turismo aventura y un monumento a la grandeza de la naturaleza, tallado pacientemente por el paso del tiempo y los caprichos geológicos.
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Ubicado entre las escarpadas quebradas e imponentes cerros de los Valles Calchaquíes, a 7 km al sur de La Poma, el Puente del Diablo es el plato fuerte de turismo de aventura de la zona. Sin embargo, su acceso no es tarea fácil: se esconde en las entrañas del paisaje y, si bien hay algunos carteles, conviene no ir solo. La bajada hasta el cauce del río es bastante pronunciada, y una vez allí, todo el esfuerzo vale la pena. Se trata de uno de los paisajes más extraños del norte argentino.
La ruta hacia esta maravilla natural comienza en Salta capital, desde donde se emprende un viaje repleto de vistas panorámicas a lo largo de la Ruta Nacional 68 hasta El Carril. Desde este punto, el camino asciende por la serpenteante Ruta Provincial 33, atravesando la impactante Cuesta del Obispo y la Recta de Tin Tin. Atrás quedan valles, montañas y ríos.
Una vez en Payogasta, el viaje continúa por la Ruta Nacional 40, hasta que, a unos 60 kilómetros antes de llegar a La Poma, un desvío señalizado anuncia la cercanía del Puente del Diablo. Sin embargo, llegar hasta aquí es solo el comienzo de la aventura, ya que acceder a la caverna que alberga esta maravilla requiere la guía experta de quienes conocen cada rincón de este territorio.
Zacarías Ábalos, un guía baqueano con años de experiencia, es el guardián de los secretos del Puente del Diablo. Su número de contacto se convierte en la llave para adentrarse en este mundo subterráneo lleno de maravillas geológicas, que es conveniente visitar desde agosto hasta diciembre. Zacarías conduce a los visitantes a través de los intrincados senderos, sorteando los obstáculos que el cauce del río Calchaquí presenta en el camino.
Las cavernas que albergan al Puente del Diablo son un testimonio vivo del poder transformador de la naturaleza. La erupción de los volcanes gemelos dio origen a esta maravilla, cuando la lava solidificada obstruyó el paso del río, creando túneles naturales de más de 100 metros de largo. El resultado es un espectáculo en sí mismo: estalactitas y estalagmitas que cuelgan del techo y adornan las paredes de la caverna, creando escenas propias de una película de ciencia ficción.
El óxido de hierro le da una tonalidad rojiza a las piedras que van del ocre al blanco y al negro, en una atractiva paleta mineral. El trayecto de unos 500 metros se divide en cuatro etapas, que van sumando dificultad a medida que el cañón se estrecha, se hace más oscuro y profundo. Los más valientes terminan casi en penumbras, del otro lado del puente, y con el agua por el cuello. La mayoría, en cambio, sale y entra por el mismo lugar, y se moja poco más que las rodillas.
El Puente del Diablo es además un símbolo de la conexión entre el hombre y la naturaleza. A través de leyendas ancestrales, hay una narrativa subyacente que enriquece aún más su misterio y su belleza: se dice que fue el mismísimo diablo quien lo construyó, en un pacto con los habitantes locales, dejando atrás esta obra maestra como testimonio de su paso por la tierra.
Destino imperdible para los amantes del turismo aventura, cruzar sus imponentes arcos de piedra es adentrarse en un mundo paralelo cargado de secretos guardados por milenios. Por eso, quienes se atreven a enfrentar este desafío son recompensados con una experiencia.
Datos Útiles
Zacarías Ábalos
T: (0387) 15 611-4077.
Es guía baqueano. Conviene llamarlo con anticipación. De septiembre a diciembre son los mejores meses: en invierno también se puede, pero el agua está helada, y en verano, cuando suele haber demasiada agua, ya no se puede caminar por su lecho. No se permite el acceso a menores de 14 años. Es indispensable ir calzado (zapatillas o alpargatas, no ojotas).
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