La icónica residencia diseñada por el arquitecto Amancio Williams estuvo abandonada durante más de 30 años. Su reapertura fue anunciada en abril de este año, pero desde entonces la Casa del Arroyo permanece cerrada al público.
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Luego de un largo ida y vuelta, y tras años de desinversión, en abril de este año la Casa del Arroyo fue reinaugurada con bombos y platillos. No era para menos: significaba un vuelco en la historia de esta icónica construcción que estuvo abandonada durante más de 30 años. Y si bien la recuperación patrimonial comenzó en 2012, las obras estuvieron frenadas durante más de una década. Sin embargo, a pesar de los anuncios –que generaron un pico de expectativa-, todavía restan detalles para poder celebrar completamente la noticia. Hoy por hoy, el acceso está totalmente restringido, salvo excepciones.
Así lo explica Magalí Marazzo, arquitecta marplatense, funcionaria municipal y defensora del patrimonio local, pero sobre todo principal promotora de la creación de este museo. Magalí se ilusiona con que finalmente la reapertura se concrete en enero del 2024. Será un momento de gloria para un emblema arquitectónico que estuvo abandonado, vandalizado, intrusado, incendiado y tironeado políticamente.
“Las licitaciones tienen su burocracia y complicaciones, así que llevan su tiempo, yo quisiera que todo fuese más rápido, pero es así”, explica. Magalí detalla que la recuperación integral de la Casa del Arroyo estuvo planeada sobre tres ejes. En la primera etapa se llevó a cabo la restauración, que está concluida. El Ministerio de Obras Públicas de la Nación dispuso el dinero ($72 millones) para destrabar la situación, restaurar la casa y avanzar con las obras conexas que permitirán abrir el museo, cuya administración estará en manos de Mar del Plata.
La licitación actual, que todavía está en curso, es para completar la segunda fase, la cual incluye la construcción de módulos para oficinas, baños y accesos, sumado a la contratación de personal, capacitaciones, el armado de las muestras y el archivo documental. Y, por último, en una tercera etapa, se va a trabajar sobre el patrimonio natural, el paisajismo y la accesibilidad al parque que rodea a la casa, completando el guion museográfico de la propuesta.
“La casa tiene una capacidad de carga limitada, no pueden entrar más de 10 o 15 personas al mismo tiempo. No olvidemos que es una casa, una vivienda unifamiliar. Por eso, las visitas van a ser por turno y una cantidad limitada por día”, señala Magalí. La gente que se acerque a la casa sin turno, va a poder acceder al parque, donde encontrarán información sobre el museo. “Y mediante una app, podrán hacer un recorrido virtual sobre los trabajos que se hicieron”, indica. También habrá visitas especiales para los servicios educativos formales, desde inicial hasta universitario, también con educación especial y grupos informales de estudio.
Una vida ligada a la Casa del Arroyo
Cuando era pequeña, Magalí solía visitar esta casa, junto a una amiga, en plan de hacer travesuras. “La gente había tomado todo y el parque funcionaba de hecho como una plaza pública”, cuenta. Recién supo de su real importancia cuando cursaba sus estudios en la facultad. “Es un tipo de construcción que se estudia en todas las universidades del mundo. Y estaba acá, viniéndose abajo”, dice.
Magalí es una tromba, conoce la historia de pé-a-pá y es una amante profunda del legado arquitectónico que, increíblemente, se fue perdiendo en Mar del Plata. “Si se hubiera cuidado un poco, no te digo todo, hoy esta ciudad sería un foco de atracción mundial”, especula. Sólo hace falta ver fotos antiguas de esta ciudad para darle la razón.
La Casa del Arroyo fue diseñada y llevada a cabo bajo estricta supervisión por el arquitecto Amancio Williams, entre los años 1943 y 1945, con la colaboración de su esposa, la arquitecta Delfina Gálvez Bunge. El objetivo era satisfacer la demanda de su padre, Alberto Williams, un reconocido músico que buscaba tener un espacio de inspiración para componer.
El marco no podía ser más ideal. Matilde de Anchorena había forestado esta antigua chacra de Emilio Mitre, a principios del Siglo XX, con robles importados de Europa. Con el tiempo fueron apareciendo plátanos, olmos y fresnos que formaron un hermoso bosque alrededor de la casa emplazada sobre el arroyo Las Chacras, curso de agua fundacional de la ciudad de Mar del Plata, y el único tramo que quedó al descubierto ya que el resto fue entubado.
“Esta obra está encuadrada dentro del Movimiento Moderno y es considerada una de las residencias más importantes del siglo XX que por su originalidad y perfección constructiva”, dice Magalí, mientras abre las ventanas y recorre los ambientes: la sala con el piano, la cocina, el mobiliario heredero de la tradición de la Escuela Bauhaus, la estufa enchapada y el sistema de calefacción por caldera que todavía funciona.
Luego de la muerte de Amancio Williams, en 1989, la casa entró en un limbo y quedó abandonada, hasta que en 2012 la Municipalidad de General Pueyrredón la adquirió para armar un museo. “Pero nunca se encaró la restauración hasta ahora, gracias a la intervención del Ministerio de Obras Públicas de la Nación”, cuenta Magalí. El próximo objetivo, cuenta, es que la UNESCO la incorpore como Patrimonio de la Humanidad.
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