Desde hace ocho años, Fernando Zuccaro y Bárbara Barón Vera viven en la Goleta Gringo junto a dos de sus hijos, explorando la costa brasileña con una mirada distinta. Entre islas remotas, playas escondidas y rincones naturales, esta familia argentina comparte los lugares que marcaron su vida en el mar.
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Para Fernando Zuccaro y Bárbara Barón Vera, Brasil no es un país de paso: es, nada más ni nada menos, su hogar flotante. Desde que llegaron con la Goleta Gringo, la histórica embarcación que restauraron y donde viven junto a dos de sus cinco hijos, Juan y Aquiles, han explorado su costa con un nivel de detalle y paciencia difícil de encontrar.
Cada lugar que recomiendan tiene un peso especial, no por su popularidad, sino por las experiencias que les regaló. “Estos son sitios donde uno realmente puede respirar, disfrutar en familia y salir de la vorágine”, explica Fernando.
A continuación, un recorrido por playas, islas y ciudades seleccionadas por esta pareja que ha hecho del mar su vida.
1. Santa Catarina: donde todo comenzó
Cuando llegaron a Brasil, eligieron el municipio de Governador Celso Ramos, en la Baía dos Ganchos, al norte de Florianópolis. “Paramos ahí apenas llegamos a Brasil. Nos resultó un lugar lindo y tranquilo para estar con Juan, que tenía 3 años”, recuerda Bárbara. Entre sus rincones favoritos mencionan playas como Fazenda, Tingua y Armação da Piedade, ideales para quienes buscan un descanso familiar en un entorno sereno.
Más al norte, en São Francisco do Sul, cerca de Joinville, descubrieron una ciudad histórica que los cautivó. “Es preciosa, una isla a la que se llega por un puente. Tiene playas amplias, mar abierto pero con pocas olas, perfectas para ir con niños. Enseada es una de nuestras preferidas”, cuenta Fernando. Y agrega: “Había sólo turistas de Brasil, poca gente, playas amplias y el mar abierto pero con pocas olas. Divino”.
2. Paraná: Ilha do Mel, un refugio para navegantes
Accesible únicamente por barco, Ilha do Mel es un lugar donde el tiempo parece detenerse. Bárbara lo describe como “un lugar no muy explotado, donde van todos los navegantes”. Ubicada cerca de Paranaguá, esta isla conserva su esencia natural, perfecta para quienes buscan una conexión íntima con el entorno. Sus playas, divididas entre aguas tranquilas y otras con olas ideales para el surf, ofrecen opciones tanto para la contemplación como para la aventura.
Además, la isla alberga atractivos únicos como la Gruta das Encantadas, envuelta en leyendas locales, y el Farol das Conchas, desde donde se obtienen vistas panorámicas del paisaje. Ilha do Mel, con el 95% de su territorio protegido para la preservación ecológica, es un santuario para quienes valoran la desconexión total: no hay autos, y los alojamientos se integran armoniosamente al entorno, garantizando una experiencia de respeto y armonía con la naturaleza.
3. São Paulo: Ilhabela y sus maravillas naturales
Uno de los clásicos del litoral paulista, Ilhabela combina lujo con naturaleza en un entorno deslumbrante. Bárbara lo define como “muy top”, pero destaca que vale la pena por su diversidad: playas cristalinas, cascadas, morros y alojamientos de primera. La isla, famosa por sus 42 playas, ofrece desde la sofisticación de Jabaquara hasta el encanto rústico de Bonete, rodeadas de comunidades caiçaras y selvas exuberantes. Además, sus senderos conducen a cascadas como la Gato, una joya oculta entre el verde del Parque Estatal de Ilhabela.
El mar de Ilhabela tiene un atractivo único: su abundante vida marina, ideal para el buceo y el snorkel. Playas como Praia do Curral y Praia do Julião ofrecen aguas cristalinas y tranquilidad. Para quienes prefieren más aventura, la isla también cuenta con excelentes vientos para practicar kitesurf y windsurf. Este equilibrio entre relajación y deporte convierte a Ilhabela en un destino imprescindible para amantes de la naturaleza y el mar.
4. Rio de Janeiro: Angra dos Reis e Ilha Grande
La Bahía de Angra dos Reis es un paraíso compuesto por más de 365 islas rodeadas de aguas turquesas y vegetación exuberante. Entre sus favoritas, Bárbara y Fernando destacan Ilha Grande, con playas icónicas como Lopes Mendes, que Fernando describe como “un imperdible” por su arena blanca y aguas cristalinas. Además, mencionan sitios como Saco do Céu, Lagoa Azul y Lagoa Verde, ideales para nadar y practicar snorkel por su biodiversidad marina.
En la isla de Gipóia, Praia do Dentista sobresale por su tranquilidad y belleza, accesible mediante un pintoresco sendero desde las posadas cercanas. Otra joya de la bahía es la posibilidad de realizar recorridos en barco para descubrir rincones menos frecuentados y disfrutar de la atmósfera serena de estas islas.
Por otro lado, Paraty es un destino que fusiona historia y naturaleza. Su centro histórico, con calles empedradas y edificios coloniales, transporta a otra época, mientras que su proximidad al mar y las montañas la convierten en una base ideal para explorar playas y cascadas cercanas. Además, los festivales culturales y gastronómicos que se celebran regularmente en la ciudad suman otro atractivo para quienes buscan una experiencia más completa.
Para los aventureros, Angra también ofrece la opción de alquilar embarcaciones privadas para explorar sus aguas a mayor profundidad, descubriendo calas escondidas o pasando la noche fondeados bajo un cielo estrellado, en conexión total con la naturaleza.
5. Bahía: aventuras en lugares remotos
En el sur de Bahía, destacan dos destinos fuera de lo común: Ilha de Coroa Vermelha y el Arquipélago de Abrolhos. La primera es una islita perdida, “típica de película, con arena blanca, una palmera y un faro”, según Fernando. Se llega desde Caravelas o Nova Viçosa, en excursiones que suelen combinarse con Abrolhos. Este último es un paraíso para los amantes del buceo, aunque también se disfruta desde la superficie.
“Es naturaleza pura”, aseguran, aunque advierten que llegar puede ser complicado debido a la falta de aeropuertos cercanos. Sin embargo, lo consideran un destino imprescindible para quienes visitan Porto Seguro y desean alejarse de las multitudes.
Datos Útiles
La Goleta Gringo ofrece un viaje a bordo, pero no de un barco cualquiera, sino de un tall ship del Siglo XIX. Son experiencias de navegación -como marineros y tripulantes- como solía ser en la época dorada de la vela; la idea es revivir ese estilo de navegación, transportarse en la historia y vivir en esa atmósfera. Durante la travesía hay que subir y bajar las velas con los brazos -sin la ayuda de molinetes eléctricos-, y llevar la embarcación sin ayuda de ninguna tecnología actual. Para contactarlos y participar de alguna travesía, hay que escribirles al IG de la Goleta (@goleta.gringo_1886), y desde allí recibirán toda la información necesaria, como dónde encontrarlos, valores -que dependen del trayecto- y opciones de navegación.
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