Entre la sierra y la laguna, siete cabañas sustentables son la base para hacer escalada, kayak, rappel y vuelos en parapente, además de recorrer la ciudad natal de Fangio y probar su postre estrella.
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Para llegar a este enclave agreste hay que alejarse unos 30 kilómetros de la ciudad de Balcarce, los pagos de Fangio y el famoso postre, tan empalagoso como irresistible. Las siete cabañas de Piedra Naranja, más un quincho estilo club house y la pileta con deck despuntan al pie de la sierra y a orillas de la laguna Brava, sin otros vecinos en las cercanías inmediatas. Las serranías forman parte del sistema de Tandilia, uno de los más antiguos del planeta, que se extienden en forma de medialuna desde Cabo Corrientes, en Mar del Plata, hasta Sierras Bayas en Olavarría-Azul y rompen la monotonía de la llanura bonaerense.
Este bello y poco explorado paisaje serrano es un destino perfecto para los que buscan combinar vida agreste y actividades como cabalgatas, paseos en kayak y windsurf en la laguna (con una profundidad que no supera los cinco metros), trekking, mountain bike, escalada, tirolesa y rappel en las sierras.
“Bienvenidos a la nada”. Con esas palabras recibe Carlos Kiricos, linterna en mano, mientras la luna llena comienza a reflejarse sobre la laguna. Junto a Nadia Beilinson, son los dueños de este complejo que definen como “una propuesta ecológica, pero no hippie”. Nutricionista ella y odontólogo él, colgaron el ambo hace rato para hacer de este rincón silvestre su refugio íntimo y el lugar elegido para criar a sus hijos, Borja y Gael. Aseguran que no vuelven a un consultorio “ni locos”. Lo suyo ahora es dar rienda suelta a la pasión compartida por los deportes: se conocieron acá mismo hace unos años, mientras hacían un curso de parapente.
Los anfitriones disfrutan cada día de ver cómo el sol asoma por la laguna, se duermen con el croar de las ranas y salen a remar en kayak entre carpinchos, biguás y cuervillos. Lo mismo proponen a sus huéspedes, en un entorno que se presta para hacer de todo. Ellos mismos, rebosantes de energía, son los que guían las salidas. El hit son los vuelos en parapente, actividad coordinada por Carlos, que es instructor experimentado y da toda la confianza para animarse a un bautismo en el aire. No siempre se dan las condiciones para volar pero, cuando es posible, hay que animarse: es uno de los mejores lugares de la provincial para iniciarse en esta disciplina. Carlos, que voló en parapente entre las nubes de Machu Picchu Grecia y Marruecos, cuenta que sus pasajeros le hicieron todo tipo de confesiones y planteos existenciales en el aire. Le llama “terapia de vuelo”.
Las cabañas están construidas con el mínimo impacto ambiental (con piedras y maderas locales) y dotadas de paneles solares, pero eso no excluye el confort: son amplias, con sommier, buena ducha, anafe, galería con hamacas paraguayas y la posibilidad de cargar baterías y artefactos electrónicos durante un par de horas, lo justo para conectarse con el mundo exterior sin poner en jaque la sintonía natural. Afuera tienen hamacas paraguayas, entre matorrales de lavanda, estratégicamente dispuestas para las siestas con vista a la laguna, con algún colibrí revoloteando cerca. Las comidas corren por cuenta de Nadia, que despunta su oficio armando menúes muy sabrosos y saludables con los vegetales de la propia huerta orgánica.
Vuelta por Balcarce
Lo imprescindible es visitar el Museo del Automovilismo Juan Manuel Fangio, una impecable exhibición de los autos que hicieron cinco veces campeón mundial de Fórmula 1 al Chueco, nacido en esta ciudad en 1911. Sean fans o no del automovilismo, es imposible no sentirse cautivado por la muestra interactiva y tecnológica que, además de la colección de Fangio, incluye trofeos, fotos y cartas que marcaron su carrera. Lo más divertido es subir en círculo por la rampa que simula una pista de competición hasta su última bandeja y encontrarse con la réplica del mítico Flecha de Plata que lo consagró dos veces campeón. Otro rincón para comprobar que acá la pasión tuerca no cede y que surgen nuevas camadas de corredores es el autódromo municipal, en la sierra La Barrosa. Cuando no hay carreras, se puede entrar y dar vueltas por la pista en auto propio.
Lo que queda es probar el famoso postre Balcarce inventado por Guillermo Talou en los 50, que combina merengue, pionono, crema y dulce de leche. Es tan fresco que lo mejor es comerlo in situ, aunque también lo venden congelado para que resista las seis horas de viaje hasta Capital.
Se lo encuentra en todas las confiterías y lo ofrecen como postre estrella en los restaurantes. Sin embargo, donde más fielmente recrean la receta original es en las panaderías Comoantes y Jockey Club. Cada una tiene su toque de gracia. La primera sigue cocinando el bizcochuelo en horno a leña, le agrega marrón glacé y castañas en almíbar, y el sello distintivo: la marca de fuego sobre la cubierta de coco. En la otra, en cambio, usan nueces y crema natural.
Más info
Ruta 226, Km 43, Sierra La Brava. C: (02266) 15 55-0142.
piedranaranja@gmail.com
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