El edificio, ubicado en el barrio de Constitución, contiene cuatro extraordinarios paños de 42 piezas de cerámica esmaltada que retratan figuras femeninas. Prevén un desarrollo inmobiliario en su lugar.
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Pese a la degradación urbana que sufre desde hace décadas, el barrio de Constitución, otrora vecindad de ciudadanos opulentos, aún exhibe joyas arquitectónicas que escaparon a las cicatrices urbanas de la traza de la 9 de Julio, el inicio de la autopista 25 de Mayo, los nodos de distribución vial sobre avenida San Juan, su ensanche y el de la avenida Independencia.
Una de ellas es la castigada fachada de la casa de renta de cuatro puertas de la calle Solís 1835-39-41-45, de neto corte modernista, rematada con una serie única en la ciudad: se trata de cuatro paños de 42 cerámicas esmaltadas cada uno, que retratan los rostros de sendas figuras femeninas, en un estilo Art Nouveau con notables influencias del artista publicitario checo Alphonse Mucha (1860-1939), con su célebre saga de las 4 estaciones, representadas por mujeres y los coloridos y ondulantes avisos para jabones, licores, bizcochos, cervezas, casinos, chocolates, entre docenas de rubros compilados del primero al último en el libro “The complete posters and panels” de Jack Rennert y Alain Weill.
Tras las fotos en redes de la fachada tapiada y con un cartel de inminente desarrollo inmobiliario, los amantes del patrimonio local, difundieron la mala nueva. La restauradora Andrea García de Taller Faust, se contactó con el investigador belga Mario Baeck, que ha publicado varios artículos al respecto.
Pese a no tener firma visible, fueron reconocidos por Baeck como parte de una serie de las 4 estaciones de la excepcional casa de cerámicos artísticos de Bruselas, Maison Helman Céramique, de Celestine Joseph Helman (1863-1929) originalmente situada en Boulevard du Nord 128, que ofrecía revestimientos en losa, mayólica y cerámica de gres. La casa proveyó paneles decorativos de fachadas en media docena de ciudad de Bélgica.
Encontrar una serie en Constitución, sorprende a la comunidad de investigadores, pero la conmoción pasa a desazón por el incierto futuro del lote. Cruzaron el Atlántico en los albores del Siglo XX. Pueden terminar arrumbados en un corralón de una demoledora.
El excepcional catálogo de la Maison Helman fue digitalizado con código abierto por Archive.org; quizá su difusión sirva para hallar otros trabajos en nuestro país.
Bélgica tuvo gran presencia en el patrimonio arquitectónico argentino a través de los arquitectos Ernest Moreau, Albert Bourdon, Jules Dormal, Henri Joostens, Albert Pelsmaekers en Tucumán, el paisajista Charles Vereecke en el Parque Lezama, El monumento a los Dos Congresos, es obra del escultor Jules Lagae y del arquitecto Eugène Dhuicque, y el mobiliario de la masión de los Ortiz Basualdo de Mardel Plata es de Gustave Serrurier-Bovy, el conjunto mejor preservado del mundo.
Más acá en el tiempo, el arquitecto Guy Van Beeck fue de los primero en realizar caminatas art nouveau en Buenos Aires, saliendo en los 90 desde la librería Clasica y Moderna.
Los 4 paños excepcionales, uno por uno
La secuencia muestra en paños rectangulares de 7 cerámicas esmaltadas de base por 6 de altura, un marco exterior con motivos floreales, un círculo que enmarca los rostros femeninos, todos alineados un piso por sobre las puertas de acceso, todos de piel nívea que muestran el perfil sobre fondo ocre. La primera es la representación de Eté (el Verano): una pelirroja de ojos azules y mirada escrutadora hacia adelante, con un pavo real y flores cual tocado; la segunda, Printemps (la Primavera), otra joven de mirada soñadora, observando a una de las dos palomas de la escena; la tercera, Hiver (Invierno) exhibe una frondosa cabellera gris plomo, ornada con flores de Liquidambar styraciflua o árbol del ámbar y un pájaro de pico azul; y la cuarta, Automne, (Otoño), con una sonrisa entre dientes, tiene dos racimos de uvas y ciruelas y dos aves picoteándolas. Quizá por desconocimiento, la secuencia de las estaciones fue alterada al colocarse los paños.
Contra todo pronóstico y sin evidencias de haber sido restaurados en los últimos 120 años, las cerámicas mantienen vivas sus vibrantes y expresivas escalas cromáticas.
La descripción anterior puede ser casi póstuma: la casa sobre dos lotes estuvo intrusada por años y, hace pocos meses, tras años de lucha judicial entre los dueños y los ocupantes, fueron desalojadas 45 familias, las aberturas tapiadas, el lote fue puesto a la venta a cambio de 590.000 dólares en una conocida plataforma digital de libre mercado, se colocó un cartel anunciando próximos departamentos de 1 y 2 ambientes y dos contenedores empezaron a ser llenados con restos de pisos, sin ningún cartel de obra a la vista.
La fachada lleva la firma “Carlos Bianchi, constructor” y una dirección borroneada por el tiempo y las manos de pintura “Brasil 1736″, que era el taller y su fundición artística reemplazado por una torre de siete pisos desde hace varios años.
El dato no es menor: Bianchi es otro de los tantos hacedores de la Buenos Aires que pasó de una aldea a una metrópoli que no tiene el reconocimiento debido, pese a que su obra escultórica y su profesión de constructor junto a su compatriota Manuel Tavazza fueron profusamente retratadas en el libro Monografía della Colonia Italiana nella Repubblica Argentina alle Esposizioni di Torino e Roma del 1911, editado en la ciudad de Buenos Aires por Luigi Acquarone, catálogo indispensable para aproximarse a la obra de los hermanos Ceci, Genaro Paolillo, Andrea Vanelli, Cesare Civelli, J.B. Amoroso, entre otros.
Curioso derrotero: de escultor a constructor
Una curiosidad que desvela a los investigadores de la arquitectura de autor: no solo había pica entre los arquitectos y los ingenieros (los primeros trataban a los segundos como simples calculistas y éstos de simples dibujantes a los primeros), sino que los constructores italianos detallaban la lista de sus obras erigidas, sin consignar el nombre y apellido del proyectista.
Por eso en el listado de obras de Tavazza y Bianchi, que resignó sus dotes de escultor y se reconvirtió en constructor, no se consignan los arquitectos, pero numerosas mansiones fueron proyectadas por Edouard Le Monnier, como la antigua residencia de Alvear y Montevideo, hoy Nunciatura Papal o la magnífica residencia con capilla adosada la estancia Santa Rosa de Estación Lima, ambas para Juan A. Fernández, el Frigorífico Argentino de Avellaneda o los depósitos de Hengerbelt y Hardt, en el barrio de Barracas y en la ciudad Bahía Blanca.
Bianchi, nacido en Viareggio, Lucca, en 1861 y formado en Roma, Nápoles y Milán se destacó al presentarse junto al arquitecto austríaco Manuel Turner en el Concurso para el Congreso Nacional de 1895 obteniendo el segundo premio, hizo las esculturas que rodeaban la escalera principal de la Casa Rosada y el magnífico grupo de 14 figuras que coronan el contrafrente hacia el Río de la Plata, fue miembro del Comité Ejecutivo de la Exposición Industrial del Centenario junto a los ingenieros Luis A. Huergo, Enrique Charnoudie y Domingo Noceti.
El licenciado en museología Pablo Chiesa -especialista en gestión y preservación del patrimonio cultural, que ha trabajado la Casa Rosada en el Senado de la Nación y fue representante del mismo en la Comisión Nacional de Monumentos, Bienes y Lugares históricos- escribe en su blog: “El gran grupo escultórico central fue realizado en argamasa por el artista italiano Carlos Bianchi. Representa a la República Argentina sentada en un trono, curiosamente vestida con un traje de fines del siglo XIX (cuando era costumbre vestirla a la usanza griega o romana), coronada y acompañada de figuras alegóricas a las ciencias, el trabajo, el comercio, la navegación, la educación, la guerra, etc. Debajo, en la cartela, se leen las iniciales GN de Gobierno Nacional, además realizó las esculturas y relieves de la hoy llamada Escalera de los periodistas y la escalera denominada Honor a Italia, que sufrieron modificaciones a principios del siglo XX y posiblemente fueron destruidas”.
La preocupación de los actores del patrimonio porteño
La inminente demolición de la casa de renta de Carlo Bianchi, movilizó hasta la madrugada a cuentas patrimoniales de Instagram y la comunidad de restauradores, funcionarios, investigadores, arquitectos patrimonialistas y autoridades de asociaciones italianas, con la esperanza de repetir las patriadas del recordado José María Peña, creador, fundador y director del Museo de la Ciudad, que se apersonaba en las obras de estilo desahuciadas para arrebatarle a los corralones de demolición las puertas, molduras y copones que aún se conservan en el Museo de la Ciudad, como el “cadáver” de la figura de la Casa del Ángel de Belgrano o el Atlante que sostenía el globo terráqueo que remataba la sede de la calle Balcarce del Expreso Villalonga.
Una institución de peso podría negociar con la constructora para hacer la extracción de los paños. Se ha hecho en varias oportunidades y un ejemplo se encuentra en el museo de la Casa Rosada: el llamado Mural de Siqueiros estaba pintado en las paredes del sótano de la quinta Los Granados del editor Natalio Botana, célebre director del diario Crítica. Podrán decir que son unos soñadores, pero no son los únicos.
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