Carlota Thumann llegó en 1949 a San Martín de los Andes y se quedó para siempre. Fue distinguida como la primera mujer en fotografiar la región.
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El 4 de noviembre de 1949, después de un largo viaje desde Misiones, la alemana Carlota Thumann llegaba a San Martín de los Andes con sus dos hijos más pequeños. Nunca olvidaría la primera vista panorámica sobre la cordillera y el lago Lácar que tuvo desde el circuito Arrayán; desde allí imaginó la casa en la que su esposo estaría esperándola. Hans Thumann se había instalado en el pueblito unos meses antes, en busca de un clima menos húmedo y caluroso que el del litoral, y había construido la casa que Carlota estaba por conocer.
La historia la cuenta Ana María De Mena, periodista e historiadora radicada en San Martín de los Andes, que investigó en detalle la vida de Carlota, entrevistó a vecinos, amigos y familiares, y publicó su historia en el libro “Inmigrantes alemanas en la Argentina. Siete historias de mujeres”, editado por el Centro de Inmigrantes de Habla Alemana.
Lotte Fröhlich –luego Carlota Thumann– había nacido el 6 de diciembre de 1917 en Colonia, Alemania. A los veinte años decidió viajar sola a Sudamérica para conocer a Heinz Thumann, un alemán radicado en Paraguay que la invitó a conocerlo con fines matrimoniales. La relación no prosperó con Heinz, pero sí con Hans, su hermano, con quien se casó al poco tiempo.
La pareja vivió seis años en Paraguay, donde tuvieron dos hijos, y luego se instalaron en la localidad de Eldorado, Misiones, donde nacieron los dos menores. Hans trabajaba en una cooperativa agrícola y sus ratos libres los dedicaba a la fotografía, actividad que transmitió a su esposa. Ella comenzó sacando fotos para documentos y, cuando los niños dormían, ayudaba al marido a revelar los rollos.
El clima caluroso y húmedo del litoral y los sacrificios de una vida tan aislada hicieron que en 1949 la familia decidiera buscar nuevos horizontes en la Patagonia, donde el clima y el paisaje les recordarían a la Alemania natal. Hans se adelantó y construyó una vivienda para la familia, la misma que ella imaginó desde el circuito Arrayán cuando llegaba desde Misiones. En la planta baja de la casa ubicada en el centro del pueblo instalaron Casa Thumann, el primer estudio profesional de fotografía del lugar.
En aquellos tiempos la fotografía era una actividad concentrada en pocas manos: las familias no tenían cámaras y el revelado era muy costoso, según contaba la familia “con el revelado de un rollo, se podía comprar un metro cuadrado de madera para construir”. El fotógrafo más destacado del pueblo era Bruno Sálamon, que ya publicaba sus postales de la Patagonia y oficiaba de guía en el incipiente desarrollo turístico de la región.
Al tiempo de llegar a San Martín, la pareja se separó y Hans se mudó a la localidad vecina de Junín de los Andes, donde formó otra familia. Carlota quedó entonces a cargo de sus cuatro hijos y logró sostenerlos gracias a la fotografía: sacaba fotos carnet, retratos, paisajes, reuniones sociales, fiestas familiares, actos escolares y hasta funerales. Por entonces era costumbre retratar a los fallecidos en el ataúd antes de enterrarlos y cuando el cortejo pasaba por el local se detenía para tomar el último retrato. Cuando se realizaba un acto, una visita importante o un acontecimiento social, Carlota cumplía la función de reportera gráfica. La época más fructífera para el negocio era el invierno, cuando muchos de los conscriptos que llegaban al Regimiento de Infantería de Junín de los Andes compraban cámaras para retratarse junto a la nieve que veían por primera vez.
Pero además de esta actividad comercial, Carlota desplegó su talento artístico en las fotografías de paisajes de la Cordillera. Estaba acostumbrada a cabalgar y a largas caminatas con sus perros y la cámara a cuestas. Según cuenta su biógrafa, un artesano zapatero confeccionó para ella un par de botines especiales a medida para usar en la montaña.
En estas exploraciones tomó imágenes extraordinarias de los alrededores de San Martín de los Andes en las cuatro estaciones. En 1960 subió a la cumbre del volcán Lanín, desde donde hizo valiosas panorámicas del paisaje soleado. También acompañó al entomólogo Mario Gentili y al ingeniero Sergei Schajovskoj en sus expediciones nocturnas para atrapar insectos. Ella instalaba su cámara y pantallas de iluminación, mientras los coleccionistas armaban una carpa con una sábana y con la ayuda de un farol portátil atrapaban los insectos.
Sus fotografías tomadas a partir de los años 50 registraron la sociedad de aquella época en la que el pueblo daba sus primeros pasos en la actividad turística y crecía con la llegada de inmigrantes, pioneros y emprendedores.
Ana María de Mena destaca que en aquellos años varias fotógrafas recibieron reconocimiento por su trabajo artístico, entre ellas las alemanas radicadas en la Argentina Grete Stern y Annemarie Heinrich, junto con otras profesionales como Alicia D’Amico, Sara Facio y Susana Thénon, pero que no se registraron reporteras mujeres. “Seguramente hubo otras que cumplieron el rol, aunque no trascendieron sus nombres. A ellas, como a Lotte Frölich de Thumann en San Martín de los Andes, les cabe el calificativo de pioneras en la actividad. Sus fotos constituyen un valioso registro documental del pueblo y sus alrededores por la excelencia de las imágenes”.
Carlota Thumann falleció en 2009, a los 91 años, rodeada de una extensa familia. El 8 de marzo de 2012 el Concejo Deliberante local la distinguió como Ciudadana ilustre “Por su labor y trayectoria en la historia de San Martín de los Andes”, y tiene un placa con su nombre en el Museo Municipal Primeros Pobladores.
“Con la llegada de Carlota Thumann –detalla su biógrafa–, apareció la mirada femenina (…), el enfoque en los detalles propios de la sensibilidad de su género, que difiere y enriquece el acervo de imágenes que existen de esa época. Fotografió con minuciosidad hechos y lugares con calidad profesional semejante, pero a través de la lente enfocada por una mujer”. Como primera fotógrafa de la región, Carlota sumó una mirada diferente a esa tierra que ya no era tan “yerta y lejana” como la había definido Gabriela Mistral.