Protege 75.000 hectáreas de un ecosistema que está entre chaco semiárido y monte. Recibe 15 mil visitantes por año.
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En el límite con Mendoza y San Juan, sobre la RN 147, el Parque Nacional Sierra de las Quijadas, en San Luis, resulta imponente. “Se creó en 1991 para preservar una depresión que se ve allá a lo lejos: el Potrero de la Aguada”, cuenta Carlos Rodríguez, guía de sitio que nació en Mendoza, pero hace un cuarto de siglo trabaja acá, mientras señala a lo lejos. Entonces agrega que ese sector tiene unas 5.000 hectáreas con una profundidad 400 metros, un valor geológico muy interesante y dos piletones de agua estancada. “Son solamente una parte de las 75.000 que conforman el parque”, detalla cuando avanzamos por los senderos.
Repasa que a esa zona tan valiosa se la llama ‘Potrero’, por cómo se dividían los campos para separar los potros de los caballos adultos, y ‘de la aguada’ por la depresión con los piletones de agua estancada que permanece todo el año. Entonces explica el fenómeno. Dice que el suelo de esta zona es tan compacto que no absorbe la lluvia –son un promedio de 300 milímetros anuales, de octubre a marzo–, que por eso corre y erosiona el terreno. Entonces se llena el cause del río Farallones, que atraviesa todo el valle y lleva agua a las aguadas, que es un sector intangible. Es decir, no se visita. En tanto, según cuenta el guía, todo el terreno que sí se visita de este Parque Nacional suele recibir 15 mil turistas por año.
“Conformado para preservar un ecosistema que está entre chaco semiárido y monte, este Parque Nacional tiene por ejemplo seis tipos de algarrobos, bromelias, y predominan la jarilla, el palo azul, el espinillo, la zampa y el quebracho blanco. La fauna es reducida: cóndores, jotes, caranchos, guanacos, cuis y tortuga de tierra”, señala el guía y se detiene en este reptil que durante años fue mascota y está en peligro de extinción. “También está en peligro la lampalagua, que es una boa venenosa que puede llegar a tres metros y medio de largo. La cazan por el mito de que se alimenta de animales de corral, pero sobre todo por el cuero”, agrega Rodríguez.
Más adelante, tras una curva que propone el sendero, están ellos, los protagonistas del parque: los farallones. “Si estuviéramos en el mar serían acantilados”, dice Carlos para explicar este paredón de tonalidades rojizas que se interrumpe por el verde de los arbustos que insisten en crecer. “Son rojos porque tienen hierro en su oxidación máxima”, agrega este mendocino apasionado por el parque, mientras destaca cuánto le gusta el intercambio de saberes y formas de vida con los turistas que participan de sus guiadas.
“¿Porqué ‘de las Quijadas’?”, le pregunto intrigada. “Entre principios del 1800 y 1870 este lugar fue refugio de gauchos bandidos”, me anticipa entusiasmado. “Se metían allá abajo, que es un laberinto, para que no los encontrara la policía que los perseguía. Eran ladrones de las caravanas que pasaban por la ruta que unía San Juan y San Luis con Buenos Aires para la venta de vacas. Lo que más valía era el cuero. Además, el cebo para hacer velas y jabones. Los ladrones muchas veces robaban el dinero de la venta, y otras también las vacas. Acá las faenaban y dejaban los restos. Y si bien quijada es sinónimo de mandíbula, coloquialmente se le dice quijada al esqueleto entero”, cuenta Rodríguez sobre los intrépidos bandidos que le dieron nombre al parque.
Datos Útiles
Guía Carlos Rodríguez en el Parque Nacional Sierra de las Quijadas. RN 147, paraje Hualtarán. T: (2664) 024627 o (266) 4445141. IG: @elguiadesierradelasquijadas. Es guía de sitio y uno de los más antiguos del parque. A grosso modo, hay dos maneras de visitar este lugar: una más corta, caminata desde los balcones, u otra más inmersiva, que solo se hace con un guía como Carlos, y que consiste en bajar al valle del parque. Conviene llamar de antemano para coordinarla. Así la experiencia resulta completa. Si no, el parque se puede caminar en una hora, con vistas de los farallones y un pantallazo general del lugar. Entradas: $240 para argentinos; $1.120, extranjeros; $130, niños de 6 a 12 años; $90, sanluiseños; $130, estudiantes. Gratis las excursiones escolares, jubilados y pensionados, discapacitados y niños menores de 6 años.
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