Hizo su primer vuelo en Argentina el 25 de diciembre de 1907 y desapareció el 17 de octubre de 1908. Sus tripulantes y el globo nunca fueron hallados.
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Hacia 1905, Aarón Félix Martín de Anchorena (1877-1965) era secretario honorario de la Legación Argentina en París cuando, atraído por los primeros aeróstatos, decidió comenzar su formación como piloto bajo la supervisión del prestigioso aeronauta Paul Tissandier (1881-1945). Tal fue su entusiasmo que poco tiempo después resolvió adquirir un globo para traerlo a la Argentina. Enterado de esa intención, Alberto Santos Dumont (1873-1932) lo invitó a participar del primer vuelo de su globo construido en los Ateliers Aéronautiques Maurice Mallet. El flamante aeróstato tenía una envoltura de seda de color amarillo con 1.200 m3 de capacidad y una barquilla de aproximadamente un metro cuadrado, para cuatro personas. El 18 de junio de 1906 ascendieron, junto a Santos Dumont, Anchorena, Henri Lettelier y su esposa.
Parece ser que fue amor a primera vista, porque de inmediato Anchorena se lo compró por 7.000 francos e hizo aplicar sobre la envoltura, con enormes letras rojas, la leyenda “Pampero”, nombre de uno de nuestros vientos más temidos.
La aeronave llegó al país el 29 de julio en el transatlántico Cap Blanc. El 22 de septiembre arribó al puerto de Buenos Aires el técnico del Aero Club de Francia Louis Faberes, contratado por Anchorena, para asistirlo en las operaciones de vuelo.
El vuelo inicial
El debut ocurrió el 25 de diciembre de 1907. Para esta ocasión, el ingeniero Jorge Alejandro Newbery gestionó ante la Compañía de Gas del Río de la Plata el tendido de una cañería provisoria de lona cauchutada desde la fábrica de gas (que por entonces se encontraba en el predio que hoy ocupa El Solar de la Abadía) hasta el campo de la Sociedad Sportiva Argentina, actualmente Campo Argentino de Polo.
Las tareas de inflado comenzaron a las 10 del 24 de diciembre, pero a las 15 la presión era demasiado baja, el viento había aumentado considerablemente del cuadrante oeste y comprometía seriamente la seguridad del vuelo. A las 18, Anchorena suspendió las tareas para reiniciarlas el 25. Previendo un eventual cruce del Río de la Plata, el ministro de Marina había despachado una torpedera desde La Plata para asistir el vuelo, que se sumó a la lancha Pampa (propiedad de Anchorena): por eso, un par de salvavidas de la embarcación aparecen en las fotografías.
Las crónicas periodísticas de ese día dan cuenta de la clara intención de Anchorena y Newbery de estimular la navegación aerostática y organizar un parque aerostático militar, tal como sucedía en Europa. A las 9 de la mañana ya se apreciaba el público que había llegado al estadio para presenciar el vuelo. Una hora más tarde, mientras Faberes ultimaba los detalles, arribaron Anchorena y Newbery. Pocos minutos después de las 12, y tras tomarse las fotografías de rigor, Anchorena dio la orden de ¡Larguen! y el globo ascendió plácidamente hasta los 150 metros, y lentamente se dirigió hacia el río, hasta perderse de vista.
Transcurrieron las horas con la lógica incertidumbre por el destino de los tripulantes. Habían llegado a los 3.000 metros y comenzaron un franco descenso. Una vez sobre tierra firme, y a unos 20 metros de altura, los tripulantes iniciaron las maniobras para el aterrizaje.
Para disminuir la velocidad de la caída, arrojaron todo el lastre y cuanto quedaba en la barquilla: los instrumentos, una valijita, un cesto y hasta la máquina fotográfica que llevaba Newbery. Sin embargo, no pudieron evitar el impacto seguido de unos 200 metros de arrastre a través del campo de la estancia del señor Bell, en Conchillas, Uruguay. Habían transcurrido 2:05 horas de vuelo. Así lo informaron en el telegrama que enviaron, con el aviso de que estaban bien y habían logrado la hazaña de cruzar el río.
Fundación del Aero Club Argentino
Luego de una reunión previa celebrada el 1 de enero de 1908 en la Confitería del Águila (Florida 178), el 13 de enero de 1908 la aventura se coronó en los salones de la Sociedad Sportiva con el acta de fundación del Aero Club Argentino y la donación formal del Pampero.
Diez días más tarde, y debido a las dificultades con el suministro de gas en la Sportiva, la institución gestionó la instalación de una cañería de gas desde la quinta Villa Ombúes, propiedad de los Tornquist (que actualmente pertenece a la Embajada de Alemania), hasta el baldío adyacente a la residencia en la esquina de las calles Villanueva y Olleros (antes de los Ombúes), más precisamente sobre Olleros 1965.
El 24 de julio, la institución abrió un registro de ascensiones en el cual, previo pago de 200 pesos, se anotaban los socios para poder llevar a cabo los vuelos. La guarda del aeróstato tuvo tres lugares: primero un local ofrecido por la Sociedad Sportiva, poco tiempo después fue trasladado provisoriamente al Regimiento de Granaderos y finalmente fue depositado en una casa-habitación ubicada sobre Av. Cabildo 492, donde, además, se establecieron el técnico Faberes y su esposa.
Desde entonces, la actividad aerostática se repartió entre la Sociedad Sportiva y el terreno vecino a Villa Ombúes. La selección de estos lugares no fue casual. La Compañía de Gas del Río de la Plata, muy próxima a estos sitios, había tendido cañerías de barro cocido de unas tres pulgadas de diámetro para llevar el fluido, que, a pesar de ser relativamente precarias y de escaso caudal, facilitaban las tareas de inflado.
Las comunicaciones en vuelo se realizaban a través de palomas mensajeras proporcionadas por la Estación Central que el Ejército tenía sobre Av. Cabildo 15, por entonces al mando del mayor de Artillería Arturo Pedro y Pablo Luisoni, y donde revistaba el sargento Eduardo José Romero, que, poco tiempo después, se convertiría en un importante protagonista en la historia del Pampero. El globo tuvo documentadas 18 operaciones, de las cuales diez se desarrollaron en la Argentina. En esos vuelos, el Aero Club Argentino extendió la licencia de Piloto Aeronauta a cinco socios: a Aarón Félix Martín de Anchorena, al ingeniero Jorge Alejandro Newbery, al mayor Waldino Correa, al doctor Eduardo Federico Newbery y al ingeniero Horacio Anasagasti.
El último vuelo
La décima ascensión del globo en la Argentina había sido programada desde Villa Ombúes a las 17 del 17 de octubre de 1908 e iba a estar a cargo de Eduardo Federico Newbery, acompañado de su amigo Thomas Walter Owen. Se había congregado una importante cantidad de público, entre el que se encontraba el personal del Ejército que colaboraba con las maniobras de inflado, y el sargento Eduardo José Romero, que había sido comisionado para entregarle al piloto una jaula con diez palomas mensajeras de raza holandesa tipo Amberes.
Debido a un malentendido, Owen no llegó a la cita y, con el apremio por salir, Newbery invitó al sargento Romero, que aceptó gustoso.
El corresponsal del diario La Argentina proporcionó los detalles más salientes del vuelo: ascenso en una hora hasta los 700 metros durante un recorrido de 28 km. Luego un recorrido de 35 minutos, a 3.000 metros de altura con una velocidad relativa de 100 km/h.
Cuando el aeróstato despegó eran las 17:30. Una suave brisa lo llevó con rumbo noreste. Sobrevoló el barrio de Flores. Muy cerca de ahí, más precisamente en la casa de Julio de la Vega del Mármol, ubicada sobre Av. Juan Bautista Alberdi 1500, por razones que se desconocen, cayó la funda de lona que había hecho confeccionar especialmente Anchorena para proteger la envoltura del globo y que llevaban los tripulantes.
Luego se dirigió hasta Devoto, donde fue avistado a las 18:15, y a las localidades bonaerenses de San Martín y Moreno: allí fue visto por última vez a las 19. Según registros meteorológicos de la época, en esos momentos el viento comenzó a soplar del cuadrante norte, a una velocidad de 50 km/h. Se sabe que a las 21:30 pasó por Bahía Blanca. En Ingeniero White, la Policía recogió testimonios de su avistaje entre las 20 y las 21 que, según la revista Caras y Caretas del 24 de octubre, se sumaron al de los pobladores que decían haberlo visto descender en la zona de Viedma.
Transcurridas las horas sin noticias de los aeronautas, la ansiedad, que ya se había hecho presa de los familiares, comenzó a tomar estado público. Y cuando las horas sumaron días sin la menor novedad, el desaliento se hizo irrefrenable. La zozobra se vio nutrida por bromas de mal gusto, falsos telegramas, notas y comunicados que situaban el Pampero en distintos puntos del país, incluso en el exterior: cartas de los aeronautas que resultaron apócrifas, así como hallazgos de elementos pertenecientes al esférico, tan falsos como aquellas. Se tejieron innumerables especulaciones en torno de su desaparición.
Una nueva etapa
A pesar de la tragedia en la que perdió a su hermano, y aunque la opinión pública comenzó a considerar el vuelo en globo como peligroso, Jorge Newbery preparó un nuevo globo, el Patriota, y trabajó para revitalizar la reputación de los aeróstatos con la colaboración del diputado socialista Alfredo Palacios. Poco después se sumó el Huracán, con el que Newbery batió, entre el 27 y 28 de diciembre de 1909, el récord sudamericano de duración y distancia al recorrer 550 km en 13 horas, y unir Argentina, Uruguay y Brasil. El gran logro se inmortalizó en el nombre del equipo de fútbol Verde esperanza no se pierde, fundado el 25 de mayo de 1903, que, luego del récord y antes de un breve intercambio epistolar con Newbery, adoptó el nombre de Club Atlético Huracán en tributo a la importante hazaña.
El martes 1 de marzo de 1910, la sociedad volvió a conmoverse por los sucesos del Pampero, cuando en los medios gráficos se publicó una nota que daba cuenta del hallazgo de una barquilla en inmediaciones de la playa Santa Rosa, entre los arroyos Pando y Solís en el Departamento de Canelones, Uruguay. Inicialmente atribuida al Pampero, la información fue rápidamente desestimada por el Aero Club Argentino.
El canasto hallado no dejó dudas de que había pertenecido a un globo; tenía capacidad para dos personas, los cuatro cabos de sujeción a la envoltura y una cuerda para el ancla en su parte inferior. Descartada la posibilidad de que fuese del Pampero, aun sin conocer el estado de conservación del hallazgo, podemos especular que pudo haber pertenecido al aeróstato Paz de Casimir Baraille, desaparecido en la tarde-noche del 25 de agosto de 1873.
El Pampero, en cambio, nunca apareció. Sólo hallaron como única sobreviviente a la paloma Nº 0044: la encontró el ingeniero O. Waldeof cuatro días después, el 21 de octubre a las 16 en Río Santiago. No llevaba mensaje alguno. La existencia del Pampero fue breve y tormentosa, como la del viento que le dio nombre.
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