Construida entre 1910 y 1917, está levantada sobre la Av. del Libertador 3502 y J. F. Kennedy, en el barrio de Palermo.
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Se lo conoce como Palacio Bosch, pero en realidad es un gran hôtel particulier, encargado para la familia de Ernesto Mauricio Bosch Peña (1863-1951) y Elisa María de Alvear Fernández Coronel (1867-1957), y sus ocho hijos. Él fue un gran abogado y hombre de Estado. Estuvo al frente de las legaciones argentinas en Washington y Berlín desde 1888. En 1897 asumió como interventor de la provincia de San Luis, fue canciller de los presidentes Roque Sáenz Peña y José Félix Uriburu, embajador argentino en Francia, delegado ante la Sociedad de Naciones y director del Banco Central. Ella, nieta del general Carlos María de Alvear, era la quintaesencia de las damas patricias del orden conservador, dedicadas a la caridad como profesión. Fue presidenta de la Sociedad de San José, de la Sociedad de Damas Vicentinas de Mar del Plata, y vocal del Patronato de la Infancia.
Los Bosch-Alvear introdujeron al arquitecto francés René Sergent (1865-1927) a otros comitentes de esa gran familia: el palacete para Josefina de Alvear y Matías Errázuriz (ver aparte), la reforma de una residencia en esquina para María Unzué de Alvear (el único demolido hasta hoy), el Palacio Sans Souci de San Fernando para Carlos María de Alvear, y Elisa lo volvería a elegir en 1929 para trazar el hogar Luis María Saavedra, financiado por ella.
La mansión fue pensada para ser un lugar de recepciones diplomáticas, con un amplio cour d’honneur al ingreso y un versallesco patio trasero. La sala de música se une con una puerta corrediza al salón de baile, y así se obtiene un espacio de circulación enorme. Sólo el comedor alberga a 24 comensales.
La baranda de la escalera tiene el curioso estatus de ser “caída en combate” de la Primera Guerra Mundial, ya que el carguero que la traía desde Francia fue torpedeado en alta mar y hubo que esperar a que se rehiciera la segunda. Ese ámbito de columnas crea una logia interior que la dota de una magnificencia única, iluminada por una gran lucarna.
Al igual que en el Palacio Errázuriz- Alvear, la casa francesa de André Carlhian se encargó nuevamente de su decoración desde ultramar. Como la mayoría de los proyectos de Sergent en la Argentina, la dirección de obra corrió por parte de los arquitectos Lanús y Hary, un argentino y un francés, ambos educados en la École des Beaux-Arts, protagonistas de la mejor arquitectura academicista de Buenos Aires, maestros de la escuela gala en nuestra Universidad y que dejaron grandes casas de renta en la Av. Callao, además de la Aduana y la Residencia Lanús (hoy Embajada de Polonia).
Párrafo aparte merece el patio posterior, al que se accede por una escalera doble. Allí se encuentran los parterres mejor conservados de la ciudad, que fueron diseñados por Achille Duchêne (1866-1947), célebre arquitecto paisajista que continuó el trabajo de su padre Henri y realizó más de 6.000 jardines para la alta burguesía y el Estado francés.
En una recepción en 1928, el embajador estadounidense de la administración Hoover, Robert Woods Bliss, le pidió tasación a Ernesto Bosch por la magnífica residencia. Él le respondió que no estaba a la venta y, ante la pertinaz insistencia del diplomático, intentó disuadirlo sugiriendo una cifra impensada para la época: tres millones de pesos. Meses después, con el visto bueno del Departamento de Estado, Bliss anunció que la partida de dinero estaba aprobada. Y Bosch debió honrar su palabra. Desde entonces, fue la residencia de los presidentes estadounidenses en sus visitas a la Argentina: Franklin Delano Roosevelt (1936), Dwight Eisenhower (1960), George H. W. Bush (1994), Bill Clinton (1997), George W. Bush (2005), Barack Obama (2016) y la fugaz permanencia de Donald Trump (2018).
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