En la península San Pedro, en un acogedor chalet rodeado de flores, Sabina Wiedemann prepara, desde hace 25 años, la mejor pastelería europea con las recetas de su madre alemana y el apoyo de su hijo Tomás
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Una larga mesada y dos cocinas juntas. Ocho hornallas, dos hornos. En una tarde de verano, de esa usina de aromas y sabores pueden salir diez tortas de diez porciones cada una. La cuenta sale rápido y esa matemática sirve para imaginar –puerta vaivén de por medio– lo animado que es el salón de Paila-Co.
Es la cafetería y casa de té de Sabina Wiedemann, especializada en repostería europea, que también sirve picadas, bocaditos y sándwiches en panes saborizados con jugos naturales y cerveza artesanal. Las primeras recetas las aprendió de su madre alemana, Bárbara, gran pastelera, quien hoy sigue dándose una vuelta por la cocina por puro gusto. El que se multiplica para atender el salón, ordenar la comanda, los tiempos de espera y lo que haga falta es Tomás, su hijo de 18.
Paila-Co funciona en la vivienda familiar, un acogedor chalet rodeado de flores en una loma de la península San Pedro (a 20 km del Centro Cívico de Bariloche), premio final para los carteles indicadores que hay que seguir con atención al borde el camino, asfaltado primero y de tierra después.
Ya en destino, una escalera zigzagueante se interna en el jardín que da a terrazas de colores con arbustos en flor, árboles y matas silvestres. Desde la ladera, el bosque se recorta en el lago Nahuel Huapi que luce calmo como un estanque. Esa postal del brazo Campanario con la Cordillera de fondo enamoró, hace 45 años, a los padres de Sabina porque les recordaba los paisajes de Alemania.
Bien de familia
“Soy de Buenos Aires, pero siempre veníamos a esta zona de vacaciones. Mis recuerdos de infancia tienen que ver con Bariloche y San Martín de los Andes. Teníamos una casa rodante y en el verano salíamos de viaje, sin rumbo fijo”, cuenta Sabina, la menor de tres hermanas. “Un día se dio la oportunidad de comprar este bungalow y ya empezamos a venir todos los años. En esos primeros tiempos no había energía eléctrica y solamente podíamos escuchar una radio, Radio Nacional, con pilas. Yo me la pasaba en mi bote, en la playa. A mi papá, que se llamaba Werner, le gustaba mucho pescar y nos íbamos al río. Siempre volvíamos con algo, había bastante trucha en esa época”, comenta.
En los ’80, cuando las tres chicas terminaron el colegio, los padres se instalaron en la casita del sur que para esa época había ganado un par de habitaciones y muchas plantas, flores especialmente: hortensias, lirios, violas, tulipanes y salvias que Bárbara, con 87 años y una vitalidad envidiable, continúa atendiendo con mano jardinera.
Al finalizar la secundaria, después de un par de experiencias laborales poco estimulantes, Sabina puso todas sus cosas en un flete y partió hacia Bariloche. No tenía muy claro cómo se ganaría la vida pero al poco tiempo estaba con las manos en la masa (“de chica, yo era la que hacía las tortas de cumpleaños, me gustaba cocinar, probar, explorar”). Con un par de mesitas transformó el living de la casa en un salón de té y mantuvo el nombre original que tenía el chalet, Paila-Co, que en lengua mapuche significa “aguas tranquilas”.
“No fue nada fácil, mis padres me ayudaron mucho. Hace 25 años, la península era un lugar inhóspito, sin servicios, con caminos intransitables. Si llovía, seguro que te quedabas con el auto. Todo era muy sacrificado. Yo salía todos los fines de semana a repartir volantes por las cabañas de Bariloche y el Circuito Chico, y a veces ni siquiera me los querían recibir”, confiesa.
La mesa está servida
La clave fue no bajar los brazos, apostar por los buenos productos, las técnicas de pastelería. Hecho con gusto, el boca a boca (nunca más gráfico) se encargó de convertir el salón de té en un clásico de la península San Pedro con mesas de alta rotación, especialmente las ubicadas junto a los ventanales y las del pequeño balcón, cuando el clima lo permite.
Strudel de manzana, torta de chocolate blanco, lemon pie y carrot cake, conforman el póker de ases de una carta que incluye también waffles, medialunas y tartas de frutos rojos, y marida perfecto con las infusiones y los tés especiados de Tématyco (Té, mate y compañía), de Villa La Angostura, cuya línea de productos está disponible en el salón. Chocolates, licuados y jugos completan la propuesta de este reducto de esmerada atención que rezuma calor de hogar con sus muebles en decoupage, la porcelana y los cubreteteras tejidos al crochet.
Paciencia si hay que esperar un ratito. Vale la pena y será con vista al lago, entre colibríes y flores de colores.
Paila Co. Av. de Campanario 3373, península San Pedro, Bariloche. T: (0294) 467-8191 (sólo consultas por Wpp). IG: @paila_co Cafetería y casa de té, especializada en repostería clásica europea. También sándwiches y canastitas saladas. Abre de miércoles a domingos, de 16 a 19. Por orden de llegada, no se toman reservas. Todo casero, atención familiar.
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