Su predio de una manzana es una estructura ideal para la formación de técnicos y alberga un espacio sorprendente, con réplicas de inventos del genial Leonardo Da Vinci y cilindros donados por Edison, entre muchas piezas.
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El 10 de julio, el día que Otto Krause cumplía años, fue la fecha elegida por los apasionados krauseanos para conmemorar paralelamente el 125 aniversario de la primera escuela técnica de la Argentina, ubicada en su fabuloso complejo edilicio del barrio porteño de Montserrat, toda una manzana con el frente sobre Avenida Paseo Colón 650 –adornada de enormes plátanos– y rodeado por las calles Chile, Azopardo y México.
Aquí se cumple con cerca de 2.000 estudiantes el gran objetivo de Otto: formar técnicos, profesionales intermedios entre un operario y un ingeniero con la capacitación idónea para coordinar y ejecutar proyectos o resolver problemas con eficiencia. Simplificando, podría equipararse con una formación terciaria. Por eso, cada año se festeja el “día krauseano” con una ceremonia y actividades.
¿Pero quién fue Otto? En un país forjado por la inmigración es natural suponer que el nombre de la Escuela Técnica N°1 Otto Krause es por un inmigrante, pero no. Fue un ingeniero y pedagogo argentino, nacido en el entonces poblado de Chivilcoy, provincia de Buenos Aires, el 10 de julio de 1856.
Sí fue el hijo de un sobresaliente inmigrante prusiano, Carl August Krause, quien se radicó en los pagos chivilcoyanos en tiempos riesgosos puesto que las huestes del cacique Calfucurá amenazaban a las poblaciones y se cometían saqueos. Llegó en 1852 con su esposa Leopoldina Paschasius e instaló una herrería para fabricar carruajes de tracción a sangre. Fue un colono ilustre, políglota, inteligente, con ilustración humanística (era doctor en teología y filosofía) y licenciado en tecnología… lo que más influyó en su segundo hijo, Otto. La primera fue Elisa y los restantes hermanos fueron Julio (vinculado al descubrimiento de petróleo y a las primeras perforaciones en la Patagonia) y los mellizos Domingo y Faustino. Carl les puso los nombres de su querido amigo Sarmiento.
En 1870, la familia se mudó a Buenos Aires. Otto hizo el secundario en el Colegio Nacional de Buenos Aires, luego se graduó como ingeniero civil por la Facultad de Ciencias Exactas y, ya en 1909, fue designado director de Enseñanza Industrial de la Nación. Su gestión creó escuelas industriales en Rosario, Santa Fe, La Plata, 25 de Mayo y, lógicamente –la tierra tira– una en Chivilcoy.
Luego fue el primer rector del Departamento Industrial de la Nación como un anexo de la Escuela de Comercio (hoy, el Carlos Pellegrini) y finalmente, el 17 de marzo de 1899, se funda y conduce la Escuela Industrial de la Nación, inspirada en los modelos de los institutos politécnicos europeos y estadounidenses. Estirpe que dio lugar a institutos semejantes en todo el país y, más tarde, a la acreditada Universidad Tecnológica Nacional (la UTN).
Tan reconocido y considerado en la sociedad de entonces, motivó que la popular revista Caras y Caretas publicara en febrero de 1905 una caricatura de Otto Krause realizada por el célebre artista gallego Cao (José María Cao Luaces, quien emigró a nuestro país en 1886).
La arquitectura al servicio de la teoría y la práctica
Declarado Bien de Interés Histórico Nacional, el 24 de mayo de 1909 se inauguró el edificio actual y el equipamiento inicial de los talleres y laboratorios se completó en 1911. Se erigió sobre un terreno baldío y las aulas contemplaron las primeras especialidades: mecánica, química y construcciones. Luego se agregó electricidad y más tarde otras orientaciones de acuerdo a los avances tecnológicos.
En la visita de LUGARES fueron esenciales quienes ejercieron de apasionados “guías de turismo”: Jorge Michieletto, encargado del Museo Tecnológico Eduardo Latzina, y la profesora Paola Galussio. Explicaron que “uno de los bloques edilicios está destinado a las materias teóricas y el segundo pabellón a talleres, con techo a dos aguas, estructura de perfiles de hierro y ladrillos a la vista. En el medio tenemos esta calle peatonal, ‘La Floridita’ le decimos, desde donde se ven las dos altas construcciones que se avistan desde lejos: una redonda chimenea ladrillera y una cuadrada torre de enfriamiento”.
También se destaca el mástil del patio de recreo y actos, que fue ejecutado en hormigón armado por los alumnos. En los patios o galerías atraen un sobre relieve del notable escultor Luis Perlotti ensalzando la gesta de San Martín, un busto de Manuel Belgrano del mismo autor y un mural de azulejos con una escena portuaria de La Boca realizado en 1939 por Benito Quinquela Martín.
Además, y de manera muy encumbrada, son espectaculares dos ámbitos del complejo. Como lo refiere la declaración del Senado Nacional: “La biblioteca Ing. Eduardo Latzina, una de las más importantes bibliotecas técnicas y científicas de Argentina, funciona en el edificio desde la creación misma de la Escuela, al igual que el Museo Tecnológico, que ocupa 1.200 m2 distribuidos en tres plantas”. (Latzina fue el sucesor de Krause y gestor de muchos progresos educativos e históricos de la institución.)
Los planes de estudios de seis años están divididos en primer ciclo común y el segundo lo elige el alumno de acuerdo a las especialidades: mecánica, construcciones, química, eléctrica, electrónica y computación.
Joyas de un pasado maravilloso y un presente entusiasta
Eduardo Cervellini, del área del Museo Tecnológico, dijo “todos” al ser preguntado por cuál era el sector top. Instado a decir uno, no dudó y ahí fuimos. Inevitable que los ojos se abran como emoticón de whatsapp cuando se ingresa al entrepiso donde están las fantásticas recreaciones de inventos de Leonardo da Vinci, incluyendo su imagen en un gran friso. Una máquina para levantar columnas, un puente giratorio, el espiral aéreo, el singular bote a paletas, ilustraciones de estudios, un torno, un mortero de 33 cañones que rotan a medida que se cargan... implementos realizados en Milán en 1939 y obsequiados por Italia.
Hay una gran cantidad de piezas, vitrinas y escaparates con máquinas, equipos e instrumentos de todo tipo... Y entre ellos un fonógrafo y cilindros enviados por Thomas Alva Edison con grabaciones de su voz saludando a la escuela en agradecimiento por la compra de una muestra de luminotecnia. Vínculo fruto de que Jorge Newbery –pionero de la aviación, ingeniero eléctrico y docente del Krause– había estudiado con Edison.
En otro entrepiso, entre maquinaria vitivinícola, máquinas a vapor, equipos varios, calderas y herramientas hay una espléndida colección de tres paneles de cuchillería de excelencia, de Sheffield, donada por el Príncipe de Gales en 1925.
Admirable también el hermoso portón de hierro forjado, sin soldaduras, con la técnica de hierro caldeado. Plasma una estética cargada de símbolos y fue producido y diseñado por un herrero famoso, José Theneé, y construido por los alumnos de la Escuela Industrial; obra exhibida en la Exposición Industrial del Centenario que se hizo en Palermo.
En fin, el museo funciona como lugar de aprendizaje y solo se abre a pedidos estudiantiles o al público en La Noche de los Museos; aunque se evalúa abrirlo una vez al mes para lo cual habría que registrarse previamente. ¡Habrá que esperar!
“La escuela es pionera en la visión de un país industrializado que se inició en 1880 cuando Argentina comienza a ubicarse como potencia. Otto Krause plantó la idea sobre cómo la educación podía formar aprendices técnicos acordes con la innovación. Y hoy somos la cabeza de todas las escuelas técnicas y sabemos que estamos a la vanguardia en muchos aspectos y que somos mirados por otras instituciones”, expresaron la rectora Marisa Casares y el vicerrector Daniel Espósito.
En cuanto al cupo femenino –dado que durante muchos años fue un espacio para varones–, señalaron que en la década del 80 empezó a cambiar. “Algunas mujeres se fueron asomando a algunas especialidades, pero eran poquitas, sobre todo en técnicas blandas como administración, gestión, publicidad, diseño de indumentaria... Ahora, no diría que estamos mitad y mitad, pero sí muy cerca de eso. Incluso en disciplinas como construcciones y química. Es un tema zanjado, es más, la materia educación física es mixta”, afirmó Casares.
Por la descomunal labor pedagógica que desarrollan y la magnitud de todo lo que encierra esta manzana krauseana en lo formativo, además del Museo, siempre resultan insuficientes los recursos. Por esto, quienes tienen el compromiso directivo de seguir siendo protagonistas educativos, no dudan en apelar a las entidades e instituciones y a la responsabilidad social empresaria para que apoyen sus desarrollos por medio de patrocinios o mecenazgos.
“Necesitamos la colaboración de instituciones externas que colaboren con el Museo y les pedimos apoyo a empresas y fundaciones para mantener vigente el valor de este capital cultural que tenemos. El museo vivo y el laboratorio fueron objetivos del fundador pensando en los estudiantes”, enfatizó Espósito. “Aquí estamos formando chicos para el futuro y si bien vale añorar, tenemos que mirar las nuevas tecnologías”, agregó.
“Amamos la escuela técnica como concepto y también el lugar donde estamos. Los docentes krauseanos que llevan acá muchos años no dudan cuando hay que resolver y hacer poniendo esfuerzo, tiempo y hasta dinero... ¡Siempre lo hacen! Ellos aman el Otto Krause mucho más”, concluyó Casares.
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Revista Lugares 344. Diciembre 2024.