Se ubica en un valle fértil en plena estepa patagónica y fue creada por un importante empresario vitivinícola.
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Sarmiento apenas supera los 20 mil habitantes y se sitúa en la región centro sur de Chubut, en las cercanías de un inmenso bosque petrificado y a 150 km de Comodoro Rivadavia. La zona tiene el privilegio de ser un valle fértil gracias a que el río Senguer llega hasta allí para desembocar en el lago Musters. Es la fuente vital de esta porción de Patagonia.
Su suelo productivo la convirtió en el cinturón verde que abastecía a Comodoro en sus inicios como principal centro urbano de Chubut, donde la presencia del ferrocarril facilitó la comunicación. Pero el abandono de la política ferroviaria años más tarde, sumada a la pavimentación de la ruta nacional 3 que agilizó el traslado de mercaderías provenientes del norte, le quitó esa importancia sustentadora.
La ventaja de ser un oasis en plena estepa hizo que la colonia –como la denominaban antiguamente– continuara con su histórico desarrollo agrícola y ganadero. Hoy Sarmiento es tierra próspera para la cría de ganado bovino y ovino, y para el cultivo de frutos rojos. El paisaje alrededor, cada tanto, se ve custodiado con gigantescas figuras de molinos de energía eólica y bombas de varilla extractoras de petróleo, la actividad económica más importante por estas latitudes.
El primer desafío: el clima
El empresario argentino Alejandro Bulgheroni, un nombre importante dentro del negocio energético y con pisada fuerte durante la última década en el mundo del vino con bodegas en Mendoza, Uruguay, Estados Unidos, Francia, Italia y Australia, fue quien vio la posibilidad de generar en este punto extremo de la Patagonia una nueva zona vitivinícola. Por estos lados no era una figura desconocida, ya que mucho antes de iniciar el proyecto de plantar viñas, desarrolló el negocio de las cerezas, convirtiéndose en el principal exportador argentino de este fruto rojo.
Al conocer las características del terruño y tras algunos años de observar cómo se iban adaptando las primeras viñas a este clima difícil, en 2011 decidió destinar un sector de su campo de 1.300 hectáreas al nuevo proyecto, la bodega Otronia. Fueron dos chacras elegidas para los viñedos, de 11 y 39 hectáreas respectivamente, en las cuales se plantaron inicialmente Pinot Noir y Chardonnay para producir espumantes específicamente, pero después incorporaron otras variedades como Merlot, Pinot Gris, Gewürztraminer, Riesling, Torrontés y Malbec. Recién en 2017 se llevó a cabo la primera vinificación.
El equipo que armó para desarrollar Otronia está encabezado por dos expertos enólogos, presentes desde el nacimiento de este proyecto hace más de diez años. Por un lado cuenta con el asesoramiento de Alberto Antonini, hombre de la Toscana, gran conocedor de terruños en todo el mundo y consultor de bodegas en doce países. La ejecución de los vinos está a cargo del mendocino Juan Pablo Murgia, distinguido recientemente como el mejor enólogo argentino del año según la última edición de la guía especializada Descorchados.
Sin dudas el mayor desafío que debieron enfrentar cuando pensaron en este valle del sur para producir uvas fue el clima impiadoso. El frío extremo es el gran distintivo de este terroir situado en una de las zonas más heladas del país, con temperaturas que en invierno llegan hasta los -20°. “Hay pocos lugares en el mundo con estas condiciones para la vitivinicultura, donde el frío define en gran parte el perfil de los vinos”, afirma Juan Pablo Murgia. “El frío extremo nos hizo dudar sobre la maduración de las uvas para vinos tranquilos; pero superamos la prueba luego de la primera cosecha, cuando entendimos que la intensa radiación solar durante la primavera y verano nos permitía compensar el corto ciclo vegetativo y poder madurar las uvas a la perfección, manteniendo la firme acidez natural que buscábamos”, cuenta.
Recorriendo los viñedos por ambas chacras, se puede apreciar el trabajo que debieron realizar para enfrentar el otro gran factor de riesgo de la zona: el viento, que puede llegar a alcanzar los 100km/h. Se plantaron cortinas perimetrales de álamos para generar una barrera de protección natural; pero además, reforzaron la protección con mayas que reducen la velocidad del viento en posiciones estratégicas. “Con las plantas protegidas para que pudieran crecer sin riesgo de ser abatidas por el viento, logramos una sanidad óptima de las mismas debido a la deshidratación del aire y la baja humedad relativa, impidiendo el desarrollo de enfermedades de la vid”, relata Murgia. “Por otro lado, es importante el efecto del viento a lo largo del crecimiento de la planta, que provoca el engrosamiento de la piel de la uva como efecto protector, dando gran concentración de colores, aromas, sabores y texturas, cualidades que se trasladan a estos vinos con identidad”, afirma.
Suelo prodigioso, vinos expresivos
Fabián Macenco, encargado de la bodega, junto a Farid Tello, un joven agrónomo integrante del equipo, acompañan en la recorrida por Otronia y muestran una calicata donde se puede comprender, como en una clase práctica de geología, la constitución de este suelo. Los diferentes perfiles hablan de la riqueza mineral que se traslada a estos vinos: mucha arcilla con retención de agua, capa de arena, otra capa conformada de piedra, canto rodado chico, y hasta ciertos restos fósiles. “Esto demuestra el origen lagunar del terreno, indica que en alguna etapa estuvo bajo el agua”, describe Farid.
El resultado no defrauda y se puede comprobar en la sala de degustación, donde Daniela Coña, agrónoma y enóloga del equipo, invita a vivir la experiencia del paso a paso con varias botellas descorchadas. Ofrece un espumante brut nature de Chardonnay, luego un rosé de Pinot Noir, y dos perlitas que tiene la bodega que aún no se encuentran a la venta: un naranjo de Torrontés y un Malbec, directo de tonel, que espera un tiempo más de crecimiento. Dos cepas difíciles para este clima, pero que buscan reflejar asombrosamente el alma de este rincón patagónico.
Otros sitios para conocer
- El lago Musters -el pueblo tehuelche lo llamaba Otrón, de allí el nombre de la bodega Otronia- es un impactante espejo de agua cuyo oleaje agitado casi siempre por el viento lo muestra como si fuera un pequeño mar. Un paisaje muy diferente al de los lagos planchados de la Patagonia. Franciso Pascasio Moreno (Perito Moreno), en sus merodeos por el sur en 1876, bautizó a este lago como Musters, en homenaje al marinero inglés George Musters quien en 1869 había explorado la zona y hasta llegó a convivir con los tehuelches, experiencia que reflejó en su libro “Vida entre los patagones”.
Este lago abastece de agua potable a Sarmiento, Comodoro Rivadavia, Rada Tilly y Caleta Olivia, y es muy buscado para la pesca de trucha arco iris y perca (la única trucha nativa de nuestro país), que no suele ser tan deseada por los pescadores a la otra de tirar la línea ya que es un ejemplar tranquilo, que no ofrece resistencia cuando pica. Su carne contiene más grasa que la variedad salmonada, y la hace muy sabrosa cuando se la cocina a la plancha o a la parrilla.
- A 28km de Sarmiento, por un camino vecinal de ripio utilizado por los trabajadores petroleros, se llega hasta el Bosque Petrificado Sarmiento dentro de un área natural protegida de 1880 hectáreas. Allí se puede realizar un trekking que puede llevar entre 40 a 60 minutos, según el tiempo que nos detengamos en los puntos panorámicos y en tomar fotografías, hasta ingresar en el bosque propiamente dicho. El paisaje es un escenario prehistórico a cielo abierto, con árboles milenarios que el tiempo fue convirtiendo en piedras de colores intensos, palmeras y araucarias de 65 millones de años.
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