Mediante piezas originales vintage y una carta que acompaña la idea de viaje al pasado, cada vez más locales reivindican la belleza estética de otras décadas.
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Por mucho que avancen la tecnología y la inteligencia artificial, aunque se modernicen las construcciones, la arquitectura y cambien las técnicas gastronómicas, el amor por la estética retro se mantiene intacto. Así lo demuestran diversos espacios gastronómicos que, en pleno 2023, conquistan paladares pero también corazones con su estilismo de nostalgia bien ponderada. De la era más glamorosa de las playas argentinas al elogio de los VHS y sifones de soda, he aquí un recorrido para conjurar el brillo de épocas pasadas.
1. Ostende
Un viaje a los años 60
Es una de las aperturas más recientes. Ubicado en Colegiales, Ostende nació bajo dos ideas concretas. La primera, reivindicar las raíces italianas de sus creadores, pero sin hacer alarde directo, más bien apoyados en la idea de la ya consolidada cultura ítalo porteña. “Es decir, trabajar un concepto mucho más profundo y arraigado, sin forzar la cuestión extranjera, sino revalorizando nuestras costumbres diarias heredadas de estas raíces, que alguna vez fueron de inmigrantes y ahora son locales y representativas nuestras”, expresan desde el emprendimiento.
La segunda idea tiene que ver con rescatar la cotidianeidad, y por eso el espacio apuntó a lugares cómodos y familiares, como la memoria de la infancia, el encuentro y los momentos de vacaciones. Y así, la cultura porteña italiana se fusiona aquí con la costa, el mar y los años 60, con esos primeros tiempos de turismo masivo y popular en donde se mezclaba la familia, los amigos, el descanso y, por supuesto, la buena comida.
Por todo esto, en Ostende se combinan platos como los mejillones marinera, los papardelle con brócoli, achicoria y pistachos o los arancini de aceitunas, berenjenas y anchoas, entre otras delicias en las que sobrevuela el aire de mar y la influencia de la cocina casera, con una ambientación que busca tocar la fibra más sentimental con varios guiños de época. ¿Las estrellas de la casa? Las sillas, de diseño exclusivo para el local pero en referencia directa al modelo clásico de toda cocina de tía o abuela. Un tocadiscos, mesas de deli antiguo y platos de acero inoxidable son otros recuerdos que tocan la emoción y fijan la experiencia.
Virrey Loreto 3303, Colegiales. Instagram: @ostende_ba.
2. ATC
Café de especialidad y juguetes de los 80
Las ondas retro también soplan en Mar del Plata. Aquí abrió en 2020 ATC, acrónimo de Acá Tomamos Café (y de los mismos dueños de Fichín, también en esta línea). Como su nombre lo indica, nació con la idea de mostrar la cafetería de autor, pero a la vez rememorar un concepto típico de los niños de los 80: “una taza caliente y la tele prendida”. Bajo esa impronta, el espíritu del lugar está ligado a todo lo que tiene que ver con ese mundo. Íconos de la televisión argentina, películas, personalidades célebres, teléfonos a disco y juguetes de la época decoran cada rincón y despiertan suspiros de los millennials. Incluso hay televisiones de tubo pasando películas en VHS originales, muchas veces aportadas por los propios clientes, generando una cofradía muy fiel. En sus dos sucursales también destinaron salas especiales para figuras ilustres como Carlitos Balá y Norbert Degoas.
A esto se suma el protagonismo del grano de café, muy en línea con otra de la tendencias imperantes por estos días. Sus creadores se enorgullecen de ofrecer una versión “verdaderamente” de especialidad, con calidad comprobada por especialistas que garantizan su trazabilidad. “El latte y el flat son los más pedidos, y los tostados arrasan. También recomendamos el long black, café sin leche, una receta que no suele hacerse en las cafeterías de especialidad”, apunta Franco Scalella, socio. En tiempos en los que el desayuno y la merienda están en alza como plan, este spot marplatense recibe un público variado y siempre nutrido.
Rawson 2025 y Av. Pedro Luro 2599, Mar del Plata. Instagram: @acatomamoscafe
3. Café Lo-Fi
Un bar de los 40 con espíritu de barrio
El acercamiento de Café Lo-Fi a la estética nostálgica nunca fue un gesto planeado, sino que nació desde la misma elección del local. Para Pablo Osan, gastronómico de larga data, la intención inicial fue a hacer “un bar de barrio” en Caballito, su propia zona de origen. Y una vez que encontró el espacio, la premisa fue ambientarlo para que desplegara su esplendor de local clásico de la década del 40. “Quise interpretarlo y dejar que se exprese. Para eso, todo lo que tuvimos que hacer fue limpiarlo, despojarlo y dejar que se luzca su belleza natural”, describe. Esta dirección lo llevó a nutrir el espacio con piezas vintage como una exhibidora de vidrio curvo de la época en la que se fabricaban en el país, posters de íconos del rock como Jimi Hendrix o una serigrafía original de Rocambole, entre otros elementos.
Para acompañar esta impronta, el menú ofrece desde un sándwich de pollo en escabeche con palta, queso, huevo y alioli, entre otras versiones con panes, a unos alfajorcitos de dulce de leche con frutos rojos que acompañan muy bien las mañanas y tardes. También hay buen café (aunque no se definen como uno de especialidad), licuados, cervezas y vermús. “Siempre pensamos que íbamos a ser exitosos si se acercaba el vecino. Y lo logramos: hoy vienen jóvenes a trabajar con su computadora, editar o leer, medio arty, y también gente de más de 70 a tomar un café y escuchar buena música, otro punto que nos define”, cuenta Osan. En ese cruce de generaciones se logró la intención original: crear un bar con verdadero espíritu de bar.
Arengreen 690, Caballito. Instagram: @cafe.lo.fi.
4. Sifón
Coctelería y platitos en el patio de la abuela
Para sus creadores, el antecedente de este local fue Sede, un bar abierto en 2018 en busca de democratizar el consumo de whisky. En líneas similares, en 2019 abrieron Sifón buscando reivindicar este implemento homónimo. “Sentimos que el sifón estaba muy asociado a la casa familiar, pero también a rebajar una bebida no tan buena, como un vino malo o un aperitivo berreta. Y pensamos que en vez de poner el eje en el vermut, debíamos hacerlo en la soda”, describe Juan Manuel Bidegain, socio. Así, contraproponen que una jarra de vino orgánico perfectamente puede acompañarse con soda o esta bebida también puede ser parte de una buena coctelería. Esta idea también fue lo que derivó en la ambientación de estética retro. Dado que el sifón suele asociarse en los hogares argentinos al patio de la abuela, profundizaron el concepto y lograron que entrar al local sea un absoluto viaje en el tiempo.
Entre piso de mosaicos calcáreos, sillas de playa y otras de estilo Tulum, el emblema omnipresente es efectivamente el sifón, aunque también se roba miradas la barra circular. En ese marco, el menú se luce con platos para compartir como el boniato en cuñas con champignones y reducción en aceto, la palta tatemada con hummus de arvejas y pan pita, los buñuelos de espinaca o el chipá relleno, aunque también hay señores platos como los ñoquis de sémola y la bondiola braseada con batata, mostaza y relish de pepino. Para beber, dos recomendados especiales: la jarra de vermut con tintura madre de chai especiado y el Aperol Sifón, una versión con Aperol, Campari, soda y cordial de naranja. A esa invitación llega un público que describen como “amiguero y con buena energía”. Tal cual el que uno se imaginaría en la mesa familiar.
Newbery 3881, Chacarita. Instagram: @sifon.soderia.
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