Con más de 400.000 hectáreas, el gran humedal formoseño es el tercero más grande del continente después del Pantanal y los Esteros del Iberá.
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El Bañado La Estrella suena como el chajá. Una vaca sale disparada y chapotea, asustada por el ruido del motor de la lancha. Ondula la espesa capa de repollitos de agua. Planea un jabirú y se posa en su nido. Lo espera su pareja. Para otear sus dominios desde arriba, eligieron la punta de un algarrobo muerto y cubierto por champales. Así se llaman las enredaderas que se montan sobre los troncos sin vida en esta zona anegada. Las palmeras caranday, en cambio, gozan de buena salud, aún con una cuarta parte del tronco bajo agua. En este sector de la Reserva Natural son mayoría.
Un grupo de hombres toma cerveza e improvisa un asado en el extremo de una barda. Fueron a pescar. Nosotros vemos una boa curiyú enroscada en un pirisal (el entramado de piri, un tipo de junco parecido a la totora). Chanchos y yacarés conviven. Pescadores y turistas también. Al Bañado no le llegó aún el aura de santuario de fauna que reina en Iberá. Naturaleza sobra, pero son pocos los que se arriman a admirarla. No es tarea sencilla.
Las lluvias también tienen una incidencia importante, por lo que averiguar bien cómo están los niveles de agua antes de planear una visita es fundamental.
Esta singular geografía tiene dos accesos principales. El más fácil se volvió, como era de esperarse, el más masivo, donde los champales asoman a la vera de la ruta. El otro, mucho más complejo, es el que se reserva a unos pocos y premia con paisajes increíbles. Estamos en esa feliz minoría. Somos once los participantes de la primera travesía en kayak que Hermann Feldkamp, de Pura Vida EcoAventura, organizó al Bañado La Estrella con un baqueano local: Chilo Ruiz.
El lado b
La gran puerta es Las Lomitas. La puerta chica, Fortín Soledad. En el primer caso, hay que tomar la RP 28, completamente asfaltada, que conecta la RN 81 con la RN 86 y pasa por El Vertedero. Inaugurado en 2012, significó una importante obra vial que, por un lado permite a las localidades a la vera de ambas rutas no quedar aisladas cuando el Pilcomayo sube, y por otra parte, creó un sistema de compuertas que regula el caudal de esa arteria fluvial que le da vida al Bañado (y es utilizado para administrarlo en épocas de sequía).
La otra opción es desviarse, también en Las Lomitas, por RP 32 hacia Fortín Soledad, donde viven menos de 400 personas. Son sólo 70 km de tierra en regular estado, por lo que si llueve se vuelven intransitables. La distancia suena escasa, pero cubrir ese tramo lleva un mínimo de dos horas. La luz eléctrica llegó en 2018. El pueblo está rodeado por un terraplén, para evitar las crecidas del Pilcomayo que solían inundarlo. Los pobladores tienen algunos pocos animales, pero la huerta no es una práctica común. Fortín Soledad hace más que honor, un culto profundo de su nombre.
En el grupo hay varios veganos y vegetarianos, y atender sus requerimientos obliga a trasladar frutas, verduras y hortalizas desde Formosa, a unos 370 km. Los kayaks vinieron desde Iberá, donde Hermann, que es entrerriano, acostumbra a hacer travesías. “Acá es otra cosa”, dice. Y habrá que esperar para comprender a qué se refiere.
El hospedaje de Chilo Ruiz, donde atiende su esposa Hilda y familia, es simple pero muy confortable. Hasta tiene aire acondicionado split, una bendición en verano, cuando el calor supera los 40º. Chilo es nacido y criado en Pozo El Escondido, un paraje cercano al que iremos al día siguiente. Nosotros lo haremos remando, pero se puede llegar a pie o a caballo cuando hay sequía.
El ciclo natural de crecida y bajante del Pilcomayo comenzó a mediados de los 40. Hasta entonces, los sedimentos que arrastraba el río hacían que desbordara en el estero Patiño (del lado paraguayo). Hacia 1965 los desbordes regulares comenzaron a hacerse hacia la Laguna de los Pájaros, lo cual dio origen a La Estrella, una gran área de unas 400.000 hectáreas que en períodos de sequía y bajante (de septiembre a marzo) ocupa una superficie mucho menor. Hasta mediados de los años 80, las inundaciones eran abordadas como una emergencia. Obligaban a evacuaciones y planes de contingencia. No había lugar para la mirada ambiental. En 2005, toda la zona –las aguas y las tierras ocupadas por el bañado– fueron declaradas Reserva Natural de Utilidad Pública por Ley 1471.
Chilo alguna vez fue guía de caza, pero se ha reconvertido al turismo, y buena parte de lo que gana con las navegaciones y el alojamiento lo reinvierte en piraguas, lanchas o una nueva habitación. Ha crecido mucho en los últimos tiempos, sobre todo desde que el Bañado La Estrella fue elegido como una de las Siete Maravillas de Argentina en 2018. La última Semana Santa, cuando llegaron a reunir 64 turistas, fue una multitud.
El Escondido
Nos levantamos temprano, dispuestos a remar. Paleamos en fila, corremos carreras, nos divertimos revoleando repollitos de agua cuando la cosa se pone espesa, observamos cómo se cruza un Martín Pescador, un pato real, y hasta un matico. Finalmente, llegamos. Armamos las carpas y salimos a caminar. Por la tarde, mientras Ricardo, el asistente de Hermann, se dispone a hacer un riquísimo guiso, un grupo sale a pescar y vuelve con tres doradillos que se asan a la parrilla y sirven de maravilloso segundo plato.
Con la sobremesa, alrededor del fuego, Hermann cuenta de los tiempos en que arrancó con los kayaks, allá por 2005, y con dos amigos remontó los 2000 km del río Uruguay, desde Brasil a Puerto Madero, haciendo escalas para difundir el mensaje “río libre para pueblos libres” en contra de las pasteras. Después de eso hubo varias travesías por Iberá (más de 80), y otras por el río Santa Cruz, el Impenetrable, los lagos de Pehuenia y, próximamente, hasta el Caribe colombiano.
Muy comprometido con el medioambiente, Hermann vería con muy buenos ojos que La Estrella fuera declarado Parque Nacional, o ganara algún status de protección que obligara a sacar al ganado. Chilo, por su parte, desconfía un poco de las restricciones que puedan llegar “de arriba”. “Mientras nos dejen trabajar”, dice...
En la oscuridad de la noche, las fotos del celular de Chilo resplandecen. Él tendrá buen ojo, pero el paisaje que lo rodea ayuda. Así, mientras pasa el dedo de una foto a otra, aparece un árbol de unos siete metros de alto, cubierto por un nido de cotorras del suelo hasta la copa. “¿Y eso?”, pregunta Hermann. “Ah, eso es acá nomás, mañana los llevo si quieren”, nos dice Chilo. “¡Queremos!”, respondemos a coro.
Lo mejor para el final
Al día siguiente, después del desayuno, partimos a explorar el complejo habitacional de los loros, que en vivo es mucho más impresionante que en la foto.
En el trayecto, esquivamos unas cuantas espinas de vinal, las agujas que usaban los pilagás y los wichis. Llegan a medir 25 cm, son muy duras y peligrosísimas si atraviesan una suela. Después de la excursión, vamos en lancha hasta el lugar que Hermann nos viene guardando como tesoro secreto. No podemos ir en los kayaks porque la corriente en contra es fuerte, y llegaríamos agotados. Al grito de los chajás se suman decenas de garzas, biguás, espátulas rosadas, jacanas. Los jabirús, los reyes del Bañado, despliegan sus alas en silencio. Es curioso. Con tres metros de envergadura, tan imponentes, son aves mudas. Tienen una única pareja de por vida, y se comunican con golpes de pico.
Hemos ido avanzando entre repollitos de agua y camalotes. Donde el terreno es más profundo el agua corre fuerte y se deja ver transparente. Hay variedad de algas y algunos peces. De pronto estamos solos entre miles de palmeras. Los rayos del sol tibio de la mañana se cuelan por la copa curva de las caranday. Nos quedamos callados un rato, en comunión con las aves, la brisa, los reflejos. Hasta que alguien comenta que el sol está pegando fuerte, y los más atrevidos deciden tirarse al agua. De vuelta al campamento nos escoltan otra vez decenas de pájaros y se van escabullendo los yacarés a medida que avanzamos. Ricardo prepara una polenta, y Moisés, el ayudante de Chilo, vuelve con el botín de la mañana: varios doradillos más. A la tarde, emprendemos el regreso.
Al día siguiente debemos tomar el avión en Formosa, pero Hermann ofrece una yapa para el que no quiera irse sin ver el amanecer en el Bañado. Apenas empieza a clarear cuando nos sentamos en los kayaks. Remamos callados mientras sale el sol y se oyen de los sonidos de las aves que inician su jornada. Es una despedida perfecta. Hermann tenía razón. El Bañado La Estrella es otra cosa.
Datos útiles. Pura Vida +54 3446 21-7096. Próxima salida del 28 de agosto al 1 de septiembre. $140.000. Incluye traslados, una noche en hotel en Formosa, dos en el hospedaje de Chilo Ruiz, y una en campamento, comidas, provisión de kayaks, carpa, guías. Chilo Ruiz. T: 3704 60-8983
Ramón Isasi. T: 3718 46-2646. Traslados desde Formosa a Fortín Soledad.
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