A minutos del estadio donde hoy se enfrentan Boca Juniors y el Palmeiras por las semifinales de la copa Libertadores, el Museo del Fútbol es una visita imprescindible para recorrer los hitos de este deporte en Brasil y el mundo.
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La pasión brasileña por el fútbol se expande debajo de las tribunas del estadio Pacaembú -el estadio municipal Paulo Machado de Carvalho-, el más antiguo de São Paulo (1940), ubicado en un predio verde e impactante entre los rascacielos de esta ciudad inagotable.
Desde 2008 es la sede del Museo del Fútbol, uno de los principales atractivos turísticos del país, que recibe miles de visitantes y compila los grandes hitos de la historia del fútbol en el país. Spoiler necesario: aunque el nombre sugiera otra cosa, el 80% de la muestra se centra en el fútbol brasileño, aunque hay excepciones.
Justo en la entrada, entre fotos históricas, recortes de diarios, banderines de clubes y otros tesoros locales, una proyección de o rei Pelé vestido de traje da la bienvenida al museo que tiene dos pisos, 6 mil metros cuadrados y 15 salas interactivas. Es una muestra vivencial, con más sensaciones que información y un buen repertorio de contenidos multimedia que invitan a vivir el fútbol como los pentacampeones.
Pelé, los clubes y las cinco copas
En una sala semioscura, los íconos del fútbol brasileño aparecen como flotando en el espacio. Julinho Botelho, Didi, Zagallo y Gilmar y grandes jugadoras (incorporadas en 2015) como Marta, Formiga y Sissi se suceden pateando pelotas o festejando goles en una dimensión etérea. En otra sala hay varias cabinas interactivas donde se pueden elegir jugadas y goles icónicos, incluidos muchos del Palmeiras, inmortalizados con emoción por relatores y personalidades locales.
La sala que sigue es la más eufórica, bien llamada “Exaltación”. En una especie de caverna formada por las tribunas del estadio se proyectan videos de las torcidas (hinchadas) de los equipos locales. En un juego de cánticos cruzados y gritos ensordecedores, saltan y alientan a los jugadores entre fuegos artificiales.
Para sumergirse en el jogo bonito, el museo hace un recorrido histórico donde muestra cómo llegó el fútbol al país, desde su origen amateur cuando era practicado en los clubes solo por las elites blancas hasta cómo se extendió a las calles y barrios populares, al pueblo trabajador, pobre y mestizo, y se convirtió en un factor de cohesión social superador del deporte.
La pausa dramática es en la Sala Rito de Paso: revive el trauma de la derrota en la Copa de 1950. En un Maracaná lleno, estadio construido en menos de dos años para recibir la primera edición del Mundial después de la 2ª Guerra Mundial, Brasil lloró al vivir la derrota ante los uruguayos. Fue un antes y después en el fútbol brasileño.
Para recuperarse del trago amargo, viene enseguida la Sala de las Copas del Mundo, donde la selección verdeamarela ostenta sus cinco glorias. Pero va más allá, porque aparecen todos los ganadores mundialistas, incluidos los dos primeros campeonatos de Argentina, el del 78 y el 86. El de Qatar 2022, por ahora, brilla por su ausencia, pero prometen desde el museo sumarlo pronto. Unas estructuras metálicas inspiradas en trofeos exhiben pantallas que entrecruzan todas las copas y sus ganadores con hechos históricos y artísticos de trascendencia que sucedían en paralelo, como la Guerra de Malvinas, la llegada del hombre a la Luna, la revolución musical de los Beatles o la caída del Muro de Berlín.
Al final aparece la pieza más importante y esperada de la colección: la camiseta que Pelé usó en la final contra Italia en el Mundial de 1970, con la que se coronó tricampeón.
Para cerrar la visita, es imperdible la Sala de números y curiosidades, con placas gigantes que cuentan récords, como el jugador más bajo: se trata de Babá, leyenda del Flamengo que media 1,54 metros. Y una máxima del fútbol: “Tudo e bola” (todo es pelota). Es una exhibición de todos los objetos con los que se juega al fútbol y hacen de pelota -prácticamente todo lo que puede rodar-, desde una bola de medias y una cabeza de muñeca o un limón hasta una lata aplastada.
Praça Charles Miller, s/n - Pacaembu, São Paulo.
Jueves a domingo, de 9 a 17 (se puede visitar hasta las 18). Cada último jueves del mes, se extiende hasta las 19.30. Entrada: R$ 20; niños hasta 7, gratis.
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