¿Cómo es recorrer el Parque Nacional Iguazú hoy? La experiencia de LUGARES en pleno proceso de reaperturas con el lado brasileño todavía vedado y luego de que el río recuperó su caudal. ¿Qué sectores están habilitados y cuáles son las principales recomendaciones?
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“Este monte no es visual, sino sensitivo. De ahora en más, despierten todos sus sentidos. No vamos a hacer un safari para ver animales… Vamos a participar de una experiencia auditiva y olfativa, entre lo tupido y abundante de la selva”, advierte el guía Juan José Insfran en la entrada del Parque Nacional Iguazú, en Misiones, después de citar al naturalista argentino Juan Carlos Chébez. Y así propone un desafío para quienes visitamos el parque y vivimos sobreestimulados en materia de imagen. Es viernes, son las 8.45 de la mañana y estamos en la puerta de acceso al gigante de 70.000 hectáreas que fue creado en 1934 y del que solo recorreremos un sector que es reserva. “Unicamente biólogos y científicos acceden al resto del parque”, apunta.
La mejor época para visitar PN Iguazú es de marzo a diciembre, pero está abierto todo el año
Tras nueve meses cerrado, el PN Iguazú recibe visitantes desde diciembre del año pasado. Esta mañana de septiembre abrió sus puertas a las 8.30 de la mañana, como todos los días, y después de abonar 530 pesos de entrada, con el DNI en la mano –sino no se entra–, las Cataratas del Iguazú –que es Patrimonio Natural de la Humanidad según la Unesco desde 1984– están a pasitos de ser descubiertas por el grupo de visitantes que integro. Porque desde que la pandemia por Covid 19 paralizó al Planeta, Iguazú –el punto turístico más visitado de nuestro territorio– tuvo que adaptarse para reabrir. Y en lo concreto, más allá del uso del barbijo en los sectores cerrados, la novedad es que para recorrerlo se entra con uno de los 300 guías del parque y en grupos de 30 personas.
“El 80 por ciento de las Cataratas están del lado argentino, y el veinte, del lado brasileño”, apunta Insfrán al repartir los tickets de ingreso. Con la frontera a Brasil cerrada –al cierre de esta edición–, el clásico cruce al lado verdeamarelo está vedado. “Ellos tienen la vista, pero nosotros, la experiencia”, asegura el hombre que nació en Asunción de Paraguay y hace once años vive en Puerto Iguazú. “Tenemos una linda mezcla de dioses y banderas”, señala con simpatía sobre Misiones, signada por la Triple Frontera y los ríos, donde –según explica– los habitantes de la provincia que viven del lado del Paraná tienen tonada aparaguayada, y los que están sobre el Uruguay, más brasileña y cerrada.
Para ingresar sí o sí hay que llevar pasaporte o DNI
Después de que más de uno se rocíe en repelente –y de que alguien advierta que puede atraer a las abejas–, los paseos náuticos son la propuesta para descubrir las Cataratas del Iguazú en este primer día. Entonces, mientras caminamos hasta el colectivo descapotable que nos llevará hasta el puerto para hacer la Gran Aventura, Insfrán comenta que hace un par de días alguien vio a Kunumí en la entrada del parque. “Todos los yaguaretés tienen nombre guaraní”, detalla sobre uno de los 60 ejemplares en peligro de extinción del parque, entre los 100 que hay en la Argentina. “Esta es una hembra y su nombre significa ‘cariñosa’. Porque cada tanto se deja ver”, cuenta. Y sigue: “El macho necesita mucho territorio para movilizarse. Mientras que la hembra suele quedarse en un sector, sin mezclarse con otras, y es él el que avanza para reproducirse y seguir su camino”, señala Juanjo y relata la única vez en su vida que vio un jaguareté.
“Fue en la RN 101, que es de tierra colorada y eso la hace especial”, esgrime antes de seguir con su relato. “Me había levantado a las cinco de la mañana para salir a hacer avistaje de aves. Fui solo, en moto. Y al rato de estar a la vera de la ruta sacando fotos, de refilón siento algo que se movía. Giro la cabeza y veo un yaguareté cruzando la ruta, unos metros más allá. Paró, me miró y siguió caminando. Fueron los tres segundos más largos de mi vida. Estaba solo y mi alma, con el yaguareté. Pero es un animal noble, que no nos ve como presa, ni se interesa por nuestro olor. Y que no suele atacarnos, a pesar de que el hombre lo cazó durante años al punto tal de dejarlo en serio peligro de extinción. Pensar que en su momento habitaba toda esta zona y llegaba hasta el Delta del Paraná para darle nombre a la localidad de Tigre”, cuenta Juanjo.
Conviene llegar a las 8.30 horas, para la apertura. El cierre es a las 17.30
Sobre el colectivo abierto hacemos el sendero Yacaratía que nos dejará a la vera del río Iguazú. Gran Aventura se llama la excursión que cuesta 7.000 pesos y promete ser algo así como “una ducha de cataratas”. “Lleven muda y/o traje de baño, porque se van a mojar hasta la bombacha”, fue la consigna clave para anticipar lo inanticipable. “El yacaratía es un árbol pariente del mamón cuya madera se puede comer y que, al igual que el palmito, da frutos en invierno”, señala una guía que lidera la expedición desde el frente del vehículo, con un cuaderno de cartulinas en la mano para que sus explicaciones sean didácticas. Aunque claro que cuando pasamos frente al yacaratía, hace un alto para que lo veamos en vivo y en directo. “La yarará es la más territorial y agresiva de las víboras”, apunta luego y ruega que no tengamos la oportunidad de verla, ni escucharla. “Decirle ‘sos una yarará’ a un misionero es la peor de las agresiones”, apunta la guía y al dar vuelta la página cuenta que en Iguazú hay 60 variedades de mariposas. “A las amarillas les dicen limonadas”, dice. Y cuando su cuaderno llega al yaguareté, ese predador tope que la provincia de Corrientes venera, la guía asegura: “Es el tercer felino con más fuerza, después del león y del tigre. Puede romper el corazón de una tortuga con sus dientes”.
Después de quince minutos de paseo sobre ruedas, bajamos escaleras y senderos, para que la Gran Aventura –prohibida para menores de 12 años– vaya tomando forma. Lo primero será ponerse el salvavidas y luego recibir una bolsa impermeable para guardar las zapatillas y todas las pertenencias que no se pueden mojar. “El caudal del río está en 1.600”, aseguran los lugareños cuando nos subimos a la lancha con la excitación obvia de cualquier experiencia iniciática. En la embarcación hay un capitán y un encargado de filmar y fotografiar la experiencia, que al final del recorrido cobrará 1.500 pesos por mandar el material por mail.
Ir con ropa liviana, llevar capa de lluvia y zapatillas cómodas. Para hacer la Gran Aventura, ir con muda de ropa o traje de baño
Bastarán unos minutos de avanzar por el río para que a lo lejos se vean los primeros saltos. Más velocidad y el renombrado Salto Bosetti, con el Adán y Eva se avecinan, para que los gritos de histeria copen la lancha cuando, en rigor, todavía no pasó demasiado. Una vuelta para apreciar el paisaje y una parada para sacarse fotos con los saltos de fondo. Y entonces sí –previa indicación de guardar el celular, si es que no se puede mojar (los nuevos son a prueba de agua, pero además hay fundas impermeables para poder filmar la experiencia)– llega la hora... La lancha avanza sobre el río para dejar a los visitantes bajo una ducha de agua –que no es fría, sino apenas templada– bajo las Cataratas del Iguazú. Más gritos, brazos extendidos y carcajadas generalizadas para una sensación de plenitud energizante bajo el salto San Martín. Vale la pena.
Una vez en tierra firme, el sol está a pleno y la poca ropa que llevamos puesta se seca al caminar. Después de un almuerzo fugaz en el fast food Dos Hermanas, la primera jornada en el PN Iguazú sigue con la propuesta de tomar el Tren Ecológico –abierto, de madera y muy agradable– hasta la estación Garganta del Diablo y ahí tomar el Paseo Ecológico por el río. Ideal para hacer en familia, remando por canales que nos dejan entre urracas –amarillas, de ojos marcados y muy simpáticas–, loros, tucanes, benteveos, biguás, jotes y vencejos. También hay tortugas y lagartos. Porque “el 55 por ciento de toda la biodiversidad de Argentina está en la selva paranaense o mata atlántica interior, más conocida como misionera”, según explica Insfrán. Y en este sentido, mientras el bote avanza entre la flora, reflexiona: “Estamos visitando una joya. Es un hermoso anillo que tiene una piedra preciosa, las Cataratas del Iguazú, pero que está contenida por un aro de plata, la selva”.
Al día siguiente el plan es caminado: Sendero Verde, Circuito Superior y Garganta del Diablo. Por los desmoronamientos que ocurrieron en 2016, el clásico Circuito Inferior, que lleva a ver desde abajo los saltos Dos Hermanas y Bosetti, está cerrado. Pero se estima que pueda volver a abrir en noviembre. Mientras tanto, caminar entre las pasarelas para ver caer los saltos es un plan apto para todo público, que completa a la perfección las experiencias náuticas del día anterior. Aquí nos acompaña Federico Barrera Oro, que es guardaparques. Criado en el barrio porteño de Caballito, todavía recuerda el impacto que las Cataratas le provocaron de niño, cuando las visitó con su familia. Le pregunto por un momento mágico en Iguazú y no duda: “Cuando te toca hacer el cierre del parque y te quedás solo entre tanta naturaleza. ¡Qué responsabilidad enorme cuidar todo esto!”.
Hay rampas, pasarelas anchas y buena accesibilidad para personas con discapacidad y cochecitos
Flamante en su rol, se recibió dos días antes de que en Argentina se decretara la Pandemia, le dieron uniforme y destino, pero tuvo que encuarentenarse. Tras unos meses combatiendo el fuego en el Delta, en febrero se instaló en el parque y hoy vela por su preservación. Cuando se entera que es nuestro último día, insiste: “Quedense un día más y hagan el Sendero Macuco. Son cuatro kilómetros de ida y cuatro de vuelta, por caminos muy agrestes, sin pasarelas y poco impactados por el ser humano. Por ahí te cruzás con tapires, pecaríes, monos y felinos pequeños. Entrás tipo 10.30 de la mañana y salís cerca de las tres de la tarde. No es para hacer con chicos, porque es largo. Pero termina en un salto donde te podés refrescar”.
Sin la chance de cumplir con su recomendación –pero con una excusa para volver–, el almuerzo es con sistema tipo buffet, en Restaurante El Fortín. Queda en un patio de comidas donde la novedad son las rejas para separar a los comensales de los coatíes. Porque si bien muchos de estos animales se fueron cuando la pandemia dejó a las Cataratas sin visitantes, algunos siguen acercándose a la gente para que les dé comida. Y aunque los carteles prohíben alimentarlos y advierten sobre mordeduras, algunos todavía lo hacen. Chipá, mbeyú y asado de por medio, Insfrán aprovecha para hacer un poco de historia en torno al PN Iguazú. “Fue creado en 1934 y es hermano gemelo del PN Nahuel Huapi, porque nació diez minutos después, con la Administración de Parques Nacionales y Ezequiel Bustillo como director. Se fundaron para conservar, pero también con fines geopolíticos. La Argentina de los años treinta tenía serios problemas de fronteras. Siempre estaba la opción de militarizar las zonas, y de hecho lo hacían, pero crear parques nacionales era una medida diplomática de plantar bandera”, señala Juanjo.
Apurando el tranco, porque el último tren que va a la Garganta del Diablo sale a las 14.30, unas mariposas limonadas son la antesala de lo que será una tarde sublime. Agrupadas alrededor de un charco que se forma en el camino, buscan sal y regalan una foto magnífica. Avanzamos por pasarelas doce cuadras de ida –que caminaremos de vuelta– entre los tramos más anchos del Iguazú. Cuando faltan minutos para llegar, desde lo lejos se ve la bruma de la Garganta.
El parque cuenta con buena señal de celular y sectores con wifi
Nos adelantan que veremos saltos con caída de más de 80 metros de altura –equivalente a un edificio de 30 pisos– y que suelen tener un caudal promedio de 1.500 metros cúbicos por segundo. Pero no hay números que puedan explicar la dimensión del fenómeno. Entonces, antes de las barandas que separan a los que entran de los que salen –y porque no hay demasiada gente–, recurro a un truco que ya apliqué alguna vez: me separo del grupo y entro por la salida, que está a mi derecha y no al frente. Así me meto sola y de lleno en los balcones que me dejan frente a esa feroz manifestación de la naturaleza.
Entonces me pregunto cómo será la experiencia de visitarlas en luna llena, en los cinco días disponibles del ciclo lunar, que empieza mañana, cuando me vuelvo a Buenos Aires. “Es fascinante. Hace menos de un mes en el Paseo de Luna Llena vieron un yaguareté”, cuenta Juanjo y apunta que las salidas son en tres turnos por día, con cupo de hasta 130 personas. Entonces dejo el celular –y con el, mis ganas de compartir lo vivido– para regalarme unos minutos viendo el agua caer, tan potente y tan magnética.
Datos útiles:
Dónde dormir
Hotel Loi Suites. Selva Iryapú s/n, Puerto Iguazú. T: (3757) 498300. IG: @loisuiteshoteles. En medio de la selva, las piletas al aire libre y frente al Tiki Bar son el sector predilecto de los huéspedes que se alojan en alguna de las 160 habitaciones amplias y de distintas categorías. Tiene salón de jugos para niños y un muy buen restaurante. Desde $22.500 la doble.
Cómo llegar
A Puerto Iguazú. Flybondi. Desde el Aeroparque Metropolitano al Aeropuerto Internacional de Iguazú hay entre cinco y quince frecuencias semanales los días martes, jueves, viernes, sábado y domingo. El vuelo dura 1 hora 50 minutos. Desde $5.623 por tramo, con impuestos y tasas incluidas. Se paga equipaje en cabina hasta 9 kg por $1.299 por tramo y en bodega, hasta 12 kg, $1.079 por tramo.
Al PN Iguazú. Está a 17 kilómetros de Puerto Iguazú. Se puede llegar en auto por la Av. Victoria Aguirre, RN 12, RN 101, Acceso a Cataratas. Sino en transporte público por la empresa Río Uruguay. Salen colectivos todos los días cada veinte minutos desde el Hito Tres Fronteras o desde la Terminal de Puerto Iguazú. Cuesta $300 por persona. Menores de seis años, gratis. T: (3757) 423169. Además hay taxis disponibles en la ciudad.
Entradas. Se adquieren únicamente de manera anticipada ingresando a la web de ventas del parque o por la página web de Iguazú. A partir del 1ro de octubre el aforo es ilimitado. Se pueden revalidar para ingresar al día siguiente con el 50% de descuento. Cuestan $530 para adultos argentinos. $300, niños. $110, estudiantes. $1.200 para habitantes del Mercosur. $2.000 para extranjeros. Locales, jubilados y discapacitados entran gratis. Entre el 8 y el 15 de octubre, los jóvenes de entre 16 y 29 años tampoco pagan. Estacionamiento: $200.
Guías: Como parte del nuevo protocolo el parque se visita con guía en grupos de hasta 30 personas y el costo es de $200 por persona mayor de 16 años y $150 para menores de 6 a 15 años. Se puede reservar previamente por la web o al llegar al parque.
Gran Aventura: paseo en lancha para meterse debajo de las Cataratas. $7.000. Hay 20% de descuento para jubilados y niños de entre 12 y 16 años. Menores de esa edad no son admitidos.
Paseo Ecológico: recorrido en bote por el río. Cuesta $2.000. Ideal para hacer en familia. Ofrece el mismo descuento y los menores de hasta 6 años no abonan.
Paseo de Luna Llena: se hacen durante cinco días y las salidas son en tres turnos, con cupo de hasta 130 personas. Se reservan en la web.
Dónde comer. Restaurante El Fortín. Ofrece comidas rápidas y servicio de bufete con parrilla. Abre de 11 a 16 horas.
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