Emigró de la Argentina en plena crisis del 2001, pero regresó para dedicarse al paisajismo en barrios cerrados de la costa. En 2019 abrió una hostería gauchesca en General Madariaga.
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Cada vez que su padre anunciaba un viaje al campo familiar de Córdoba, del cual era administrador, el pequeño Mauro no dudaba un segundo y se sumaba a la travesía. No veía la hora de huir del bullicio del sur del conurbano bonaerense para escapar hacia el verde arriba de su caballo Pampa o de cualquier otro que tuviera enfrente: mañoso o corcoveador, él se subía con absoluta soltura, naturalidad y confianza. El campo era su hábitat predilecto. Su padre solía bromear: “Este chico nació arriba de un caballo”.
En realidad, Mauro Rossi nació en General Madariaga hace 46 años. Sus padres, Miguel y Claudia, eran una joven pareja pionera asentada en Mar de Ajó. La falta de infraestructura médica hizo que, ante el inminente parto, decidieran recorrer los 58 km de tierra que separaban el pueblo costero del hospital por entonces mejor equipado de la zona. Primera señal del destino.
Como todo camino de vida, las rectas no son más que una ilusión. Cuando Mauro tenía tres años, los Rossi se mudaron a Temperley, donde incursionaron en el negocio de las plantas. Pusieron un vivero y se metieron de lleno en un emprendimiento bello, pero muy sacrificado, sin fines de semana ni feriados. “Las plantas son seres vivos que requieren atención completa”, dice.
Mauro creció entre plantines, pimpollos y retoños, aprendiendo y enamorándose del oficio. Ya adolescente, empezó a hacer mantenimiento de jardines y se volcó hacia el paisajismo. Y se convirtió en un trotamundos. Juntaba dinero trabajando con sus padres y viajaba. Vivió en Bariloche y deambuló por otras provincias. Hasta que logró gestionar la doble ciudadanía italiana y, crisis mediante, enfiló hacia Europa. Era el 2001 cuando llegó a Londres.
“De a poco me fui metiendo más y más, interiorizando sobre todo en el paisajismo. En Londres terminé de aprender el oficio”, cuenta. Ya afincado en Inglaterra, logró conseguir un puesto en una empresa que hacía mantenimiento de los parques públicos.
El Mundial que lo cambió todo
Sin embargo, algo no cuajaba. Los años pasaron y llegó el mundial de Alemania 2006. Mauro sacó entradas para ver a la selección Argentina sin siquiera imaginarse lo que desataría esa decisión. El 24 de junio de ese año, vio el agónico triunfo en octavos de final de Argentina contra México, con el recordado golazo de Maxi Rodríguez en el minuto 98. Y luego llegó el turno de Alemania, en cuartos, donde la selección quedó eliminada por penales, con Lionel Messi sentado en el banco de suplentes. Mauro recuerda que cada vez que sonaba el himno en el estadio, lloraba “como un bebé”. “El mundial me aflojó mal”, reconoce.
Hacía dos años que no venía al país para visitar a sus padres. “Entonces dije: pego la vuelta, es tiempo de volver”. Comenzó entonces una nueva etapa de su vida, signada por el reencuentro con la identidad argentina: “Con lo nuestro, con la esencia.”
En 2007, Mauro regresó a la Argentina. Un año después conoció a quien se convertiría en su mujer, Rosana. Había vuelto al sur del conurbano para retomar su vida familiar. Poco tiempo después nació Malvina y pronto surgió una nueva necesidad: irse de la ciudad. Viajes interminables, estrés. Demasiado estrés. “Cuando Malvina tenía cuatros años, tomamos la decisión de irnos a vivir a Pinamar”, dice.
La vuelta al origen
Mauro y Rosana pusieron un vivero y él se abocó a ofrecer sus servicios como paisajista, sobre todo en Costa Esmeralda, un barrio cerrado a 10 km de Pinamar. Pero en su cabeza comenzaba a crecer el deseo de volver a tener el campo cerca, sentir sus aromas, perderse en la geografía pampeana. “Me acuerdo que le dije a mi mujer: ‘El día en que nos mudemos, lo primero que hago es comprar un caballo’”.
Una vez instalado en Pinamar, la reconexión con General Madariaga -ubicado a 30 km de la ciudad costera- fue inmediata. Campo, caballos y tradición estaban al alcance de la mano, en un pago que está completamente atravesado por la impronta gauchesca. Y así Mauro volvió al lugar donde nació, como designio del destino.
En el interín, lo invitaron a desfilar para una agrupación tradicionalista de la zona. Todo lo iba llevando hacia el mismo lugar. “Lo sentí muy natural, enseguida me calcé la bombacha de gaucho y las alpargatas; ahora estoy todo el día vestido como paisano, es como si fuese mi piel”, dice.
Tradición y emprendimiento
Hastiado del paisajismo y con la necesidad de cambiar de rumbo, Mauro encontró una quinta abandonada y decidió a armar un hospedaje de campo, La Bodega Espacio Rural, donde volcó toda su experiencia de viajes. Pudo dejar su profesión de toda la vida y meterse de lleno en el tradicionalismo con una empresa, Eventos Criollos, con la que organiza encuentros y festejos. Además, como para completar el combo, creó un programa de TV para el canal local de Madariaga, Galopando nuestros pagos, donde hace entrevistas paisanos, cubre jineteadas y otros eventos para mostrar la esencia criolla.
Luego de un desfile tradicionalista que organizó para la final del torneo de polo de Costa Esmeralda, surgió la posibilidad de hacer una fiesta con platos típicos y música que, tras idas y vueltas por la pandemia, se concretó el 20 de junio del 2022. Hubo un desfile de caballos, folklore en vivo y patio de comidas. Ahora, la idea es que esa fecha quede como una celebración fija.
Con el hospedaje como sustento, su rutina de criollo asentado y sus siete caballos (con los que tiene una “conexión mágica”), Mauro se permite reflexionar acerca de la procesión que lo devolvió a los pagos de Madariaga. Así pudo reencontrarse con el amor que sentía por la Argentina, como si se tratara de una huella machucada del alma. “Este es un país tan maltratado, pero reencontrarme con nuestras costumbres, con lo que somos, nuestra música, la manera de honrar a nuestros antepasados, me hizo amar esta tierra mucho más. Y sobre todo a la gente, el paisanaje… se siente. Hay que amar a este país hermoso y aprender de nuestras costumbres. Vale la pena”.
Datos útiles
La Bodega Espacio Rural. Camino de las Tropas s/n (a 50 m de Av. Güiraldes). T: (02254) 50-0751. Casona con pileta y cuidado parque de una hectárea que se alquila entera y, en temporada, por quincena. El valor es de $20 mil la noche para 8 personas. Son 4 dormitorios, uno en suite, los otros tres comparten dos baños. Cerca del centro, pero con ritmo rural. FB: LaBodegaMadariaga
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