Comparten la pasión de coleccionar. Lo hicieron con tanto ahínco que abrieron museos en los que exhiben sus tesoros con orgullo.
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El Museo Beatle de Buenos Aires, Butterflies en Liebig, Entre Ríos y el Museo Polifacético Rocsen en Nono, Córdoba son el resultado de la laboriosa búsqueda de tres exploradores incansables. Cada uno detrás de su pasión atesoró cientos de objetos que hoy pueden visitarse en diferentes ciudades argentinas. Aquí tres historias que enlazan la memorabilia beatle con mariposas exquisitas y objetos de la cultura universal.
Museo Beatle de Buenos Aires
Beatlemanía criolla
Rodolfo Vázquez es el mayor coleccionista de memorabilia Beatle del mundo, tiene dos récord Guinness en el tema (2001 y 2011) y una colección que hoy asciende a los 11.000 objetos, algunos pueden verse en el Museo Beatle que funciona en el Complejo La Plaza.
Muñequitos, figuritas, discos, juegos, pero también un ladrillo del Cavern Club original antes de la demolición, instrumentos musicales, las partidas de nacimiento de John, Ringo, Paul y George y el primer contrato de la banda, todas copias certificadas y autenticadas, son algunos de los valiosos tesoros de Vázquez. Además, tiene una carta de la tía Mimí a Lennon y otra de la hermana de Harrison y por supuesto autógrafos de cada uno de los músicos, la lista es interminable.
Vázquez fue un apasionado de Los Beatles desde siempre. El entusiasmo por los cuatro de Liverpool se inició a los 10 años cuando le regalaron el primer disco, Rubber Soul. Desde entonces se convirtió en incondicional del grupo y comenzó a juntar cuanto objeto relacionado con el tema se le cruzaba en el camino. Primero tímidamente como hacen los pibes con sus ídolos y luego con un énfasis arrollador. Hoy a los 64 años cuenta con un invaluable tesoro de 11.000 piezas, hasta ahora su récord Guinees se mantiene imbatible.
“Siempre junté cosas de los Beatles, pero decidí convertirme en coleccionista luego de la muerte de John Lennon. Entonces, los fans soñábamos con la vuelta del grupo sin embargo, la muerte de John puso fin a esas esperanzas.”, cuenta Rodolfo a LUGARES.
Quizá la colección fue un manera de no dejar morir ese sueño, lo cierto es que por aquellos años Vázquez organizó todo lo que había atesorados pacientemente y comenzó a cartearse con fans clubs de todo el mundo. Muchos ya habían desaparecido, pero estos contactos le permitieron encontrar a otros coleccionistas.
Entonces descubrió que el material en español relacionado con los Beatles era escaso; en eso Rodolfo era rico. Esto le posibilitó hacer valiosos intercambios con extranjeros y tener nuevos medios para comprar lo que aquí no llegaba.
“Por entonces una de mis actividades favoritas era ir al Parque Rivadavia a comprar discos con tapas en español”, recuerda. Más tarde cuando tuvo la posibilidad económica viajó y participó de varias subastas y su colección siguió creciendo.
En 1997 cuando se cumplieron los treinta años de la edición de Sargent Pepper, Vázquez organizó la primer gran muestra pública de su colección. El evento tuvo lugar en el Centro Cultural Borges y asistieron 25.000 personas. Luego vinieron varias otras en el interior del país y una en Mar del Plata que le valió el Premio Estrella de Mar. Pero las muestras son efímeras y los fans querían más. Así nació la idea del museo.
Rodolfo abrió The Cavern en 1998, luego el café Beatle y más tarde dos salas de teatro. Entonces, el Complejo La Plaza le ofreció el espacio donde hoy está el Museo Beatle de Buenos Aires.
Allí se exhibe parte de la colección organizada a partir de un time line que recorre la vida de la banda y los objetos acompañan esas historias. El sitio es muy visitado y hacen un trabajo especial con los colegios primarios y secundarios.
Personalmente, Vázquez solo conoció a Ringo Starr. El ex Beatle vino a tocar en el Luna Park y fue una casualidad total. Ringo se enteró de la existencia del museo y envió a varios músicos y a su manager a conocerlo. “Luego me envió una invitación para el recital y para visitarlo en el camarín, desde entonces nos vimos varias veces”, recuerda.
La idea del museo es difundir el amor por los Beatles, pero también la pasión por el coleccionismo, una actividad que según Vázquez enseña a los chicos a ser metódicos, prolijos a la vez que promueve la investigación y la comunicación a partir de un tema, cualquiera sea. “No es una cuestión de dinero, sino de poner en juego la habilidad de cada uno y sentir esa adrenalina que aflora cuando te propones conseguir algo, en este caso un objeto más para tu colección”
Butterflies
Mariposas en el alma
En Pueblo Liebig, Entre Ríos, existe una de las colecciones de mariposas más increíbles del país y quizá del mundo.
Las mariposas fueron el gran amor del doctor Mateo Zelich, un médico rural que dedicó su vida al arte de curar en el interior entrerriano. Zelich, además, consagró cada minuto libre al estudio de la naturaleza y armó preciosas colecciones que hoy pueden visitarse.
Sonia, su hija, recuerda las múltiples salidas familiares al campo en busca de ejemplares. No solo las mariposas y los coleópteros – insectos– seducían al médico, la naturaleza toda fue su objeto de estudio. De hecho, en Butterflies también pueden verse caracoles, huevos de aves, fósiles, rocas y minerales.
“Las colecciones eran su modo de aprender, se enfocaba sobre tema y así nacía el primer muestrario que no dejaba nunca de crecer”, recuerda su hija.
Zelich empezó con estos afanes a principios de los años ‘50 cuando estaba por recibirse de médico y siguió con el mismo sueño durante toda su vida. Creó las colecciones con ejemplares que recogía en el campo, pero también gracias al intercambio con otros coleccionistas.
Durante mucho tiempo se dedicó a criar Papilios, Nynphalidos, Saturnidos, Sfingidos, Pieridos que son las variedades de mariposas típicas de Entre Ríos. Así podía obtener ejemplares de calidad para intercambiar por mariposas exóticas de los sitios más remotos del planeta.
Butterflies emplazada en pueblo Liebig guarda el trabajo de toda una vida de Zelich, “No es un museo–aclara Sonia– sino una exposición de colecciones.”
Entre la singularidades que encontrará el visitante vale destacar una colección de mariposas Papilio machaon, una variedad oriunda de Asia y Europa, que Zelich adquirió en la década del 60. Es muy valiosa ya que fue iniciada por un irlandés a principios de 1902. Zelich le sumó ejemplares y hoy puede verse en Liebig.
Otro de los destacados del sitio es un huevo de dinosaurio petrificado que se exhibe intacto. “Lo encontró un paciente de mi padre en el campo, cuenta Sonia a LUGARES. Por entonces todas las cosas raras se la llevaban a él”.
Hoy se sabe que perteneció a un saurópodo, aunque resulta imposible identificar la especie porque no cuenta con el embrión dentro, se trata solo del cascarón. Su gran valor reside en ser el único huevo de dinosaurio encontrado hasta hoy en todo el departamento de Colón.
Para llegar a Pueblo Liebig solo hay que hacer unos 10 minutos en auto desde Colón con rumbo norte. Allí Sonia muestra cada finde semana las colecciones que con talento y dedicación extrema armó su papá a lo largo de toda una vida.
El pueblo vale un recorrido. Caminar por sus calles devela las típicas construcciones estilo inglés que datan de la época de oro de sitio, cuando se instaló allí la Liebig Extract of Meat Company Limited, una compañía británica que a principios del siglo XX supo ser la segunda productora de carne envasada del mundo.
Museo Polifacético Rocsen
El universo está aquí
El museo causó sensación desde el primer día que abrió sus puertas, allá por 1969. Esa misma sorpresa se mantiene hoy entre los visitantes que recorren las salas. Casi se diría que Juan Santiago Bouchon, su fundador, quiso guardar allí un muestrario del universo y esa diversidad es su gran atractivo.
Cien temas diferentes y más de 60.000 objetos son el heterogéneo acervo de este museo ubicado Nono, Córdoba.
El Rocsen nació de la mente prodigiosa y el espíritu de búsqueda de este francés que llegó a la Argentina de la mano de su padre quien traía 23 contenedores llenos de tesoros, muchos de los cuales ya estaban en la familia desde varias generaciones atrás. Bouchon se quedó aquí para siempre. Estudió Bellas Artes, antropología, museología, pero sobre todo continuo esa costumbre que traía desde niño: juntar objetos. Esos objetos son los que hoy se pueden ver en el museo que fundó sierras cordobesas.
A los ocho años encontró en Niza un soldadito romano de barro de 2.000 años de antigüedad, el hecho fue una suerte de confirmación de su destino y desde entonces no pudo parar de buscar.
Las puertas del museo de Nono estuvieron siempre abiertas porque Bouchon,, que falleció a los 90 años en 2019, no cerró ni un solo día. En aquellos tiempos era fácil encontrarlo en las salas charlando con los visitantes y juntando información. También recibía a aquellos que llegaban a traerle cosas porque los aportes de la gente también enriquecieron las colecciones.
Hoy es su hijo Pedro el que sigue al frente del museo. El sitio está organizado por grandes temas cada uno de los cuales alberga diferentes colecciones. Entre ellas vale mencionar las de minerales americanos y colección la paleontológica con 400 objetos de diferente antigüedad. Los muestrarios de zoología, vida marina, entomología y ornitología, con especial énfasis en animales en vías de extinción, son de destacar. Además, el museo cuenta con una colección botánica cuya estrella es un herbario de 180 especies medicinales.
En el Rocsen no faltan las colecciones de carácter antropológico y arqueológico, también está contemplado el aspecto social e histórico de cada época que se refleja en la reconstrucción de ambientes típicos: la mujer europea, una tejedora, un zapatero en su taller, una peluquería y sigue.
A la hora de mencionar los objetos favoritos de su padre, Pedro, recuerda el colmillo de marval, un objeto del siglo XII que se mantuvo en la familia por varias generaciones. Al parecer lo habrían conseguido unos antepasados lejanos, pescadores en el Mar del Norte. El piano de salón hecho con raíz de guindo era otro de los más queridos por su padre, hoy está en el sector del Rincón Francés.
En los últimos tiempos se sumó el Rincón Familiar realizado en honor a su fundador, allí están los muebles de roble y marquetería que se construyeron en el taller que los Bouchon tenían en Niza antes de la Gran Guerra. “Eran los muebles de mi casa –recuerda Pedro– ahora ya son parte del museo”.
Aquí hay de todo, un caballo tibetano de barro de 1.000 años, el primer libro de bolsillo impreso en 1546, alfombras persas del siglo XVII, pinturas cuzqueñas del siglo XVIII, copas de vidrio soplado del siglo XV y mucho más. La lista es interminable, resultaría poco justo enumerar solo algunos objetos y la lista completa sería una tarea casi infinitita.
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