El 14 de noviembre de ese año, el fundador de la ciudad balnearia dirigió una carta al gobernador Mariano Acosta solicitando “la licencia que fuere necesaria” para trazar un pueblo ya formado en las costas del sur de la provincia.
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El sitio original era el puerto de la Laguna de los Padres, en el Partido de Balcarce, que años más tarde –por problemas de jurisdicción y tironeos políticos– terminaría derivando en la creación del partido de Gral Pueyrredon. Dicho partido fue fundado el 15 de octubre de 1879, con solo 2747 km2. El texto de la carta que Peralta Ramos envió al gobernador Acosta decía:
«Al Gobernador de la Prov. de Bs. As. Don Mariano Acosta Excelentísimo Señor: Patricio Peralta Ramos, ciudadano argentino, ante S. E. respetuosamente expongo: " Que vengo a solicitar de la superioridad se sirva acordar la licencia que fuera necesaria para la traza y formación de un pueblo en el partido de Balcarce, en terrenos de mi propiedad sobre el puerto conocido como Laguna de los Padres , hoy “Mar del Plata”, según las explicaciones que más adelante expondré.
Me permitiré E. S. antes de entrar a las necesarias enunciaciones, manifestar algunos hechos y consideraciones de la importancia actual y futura de aquella localidad, emporio dentro de un tiempo no largo, de la vasta extensión sobre la costa en la parte sur de nuestra provincia. Consagrado a la formación de este pueblo, desde hace muchos años y permaneciendo constantemente en el aquel paraje durante los siete últimos años, conozco exactamente todos sus recursos y elementos de desarrollo en el porvenir. Dotado de un puerto natural sobre el océano Atlántico, que lo pone en comunicación directa con el extranjero es ventajosísimo para la agrupación de los saladeros con provecho para la industria, para la ganadería y la higiene, pues es muy fácil exportar todos los productos como lo demuestra el hecho de haber entrado y salido durante mi permanencia con carga o con lastre, más de veinte buques de alto bordo sin el menor inconveniente y solo la mala intención de algunos capitanes de buques viejos asegurados eligió alguna vez aquel punto desconocido en general, para naufragar voluntariamente.
No es con los recursos de un particular que pude formarse un puerto seguro y cómodo, pero tengo la convicción, aunque incompetente profesionalmente, de que un estudio por personas idóneas, demostraría que no se requieren grandes costas para habilitar un puerto que sería de un inmensa importancia, por cuanto está llamado a ser el punto de salida natural y barata de los valiosos productos que forman la riqueza de aquella vasta extensión de la provincia. Este punto llamado a tan gran desenvolvimiento, es ya hoy un pueblo. Hay en él un gran saladero, cuyo costo primitivo fue de cuatro millones de pesos moneda corriente aproximadamente, un muelle de fierro que costó treinta y cinco mil duros, hay un molino de agua que puede elaborar la harina suficiente para las necesidades de la localidad; hay una iglesia de piedra y cal, con todo cuanto es requerido, que puede contener 400 personas erigidas recientemente en parroquia provisoria y está allí el sacerdote que debe regentearla; hay botica, panadería, herrería, zapatería y otros ramos industriales. Está listo el colegio municipal y hay además más de veinte casas de piedra, madera y ranchos, ocupadas por negocios de diversos géneros.
La población que allí se forma, está llamada a ser una de las más felices de la provincia, tanto por su clima como por la veracidad de su suelo. Los ramos a explotar se presentan desde ya de una manera fácil y productiva. A corta distancia se halla el gran criadero de lobos marinos cuyo producto estimo en quinientos pesos moneda corriente, por cabeza, siendo esto una mina inagotable. Se halla allí la piedra granito, cal, tierra hidráulica en cantidad suficiente para llenar las necesidades de toda la provincia y en cuanto a la fertilidad de su suelo baste decir que con solo una reja de arado el trigo cosechado ha dado un peso de nueve arrobas y varias libras por fanega. Los demás ramos de agricultura se producen con una mejoría notable sobre otras localidades, con circunstancia especial de no ser allí conocida la hormiga negra.
Como S. E. lo reconocerá se trata de un pueblo ya formado, con todo los elementos y establecimientos primordiales, que solo requiere la sanción de la autoridad para ser una importante población. Si S. E. me permite, me propongo delinear, amojonar y nivelar convenientemente, un pueblo de cien manzanas de cien varas por costado cada una, divididas unas de otras por calles de veinte varas de ancho las comunes. Las principales de cuarenta, y del mismo ancho las de circunvalación, cuyo pueblo será rodeado por quintas y chacras de conveniente extensión, formando su totalidad un área de dos leguas y un quinto de otra; habrá en él siete plazas de doscientas varas por costado cada una. Donaré gratuitamente, otorgando la correspondiente escritura, el terreno necesario para edificios públicos a saber: Cementerio, Iglesia, Hospital, Escuela municipal y Juzgado, no pudiendo en ningún tiempo ni caso darle otra aplicación y cuya toma de posesión deberá tener lugar antes de un año por la Municipalidad del Partido. Sentadas las bases de fundación para este pueblo, en condiciones tan generosas, S. E. ha de permitir y conceder la legítima y única propiedad para el establecimiento de todo conductor por raíl o vía recta en las calles o caminos públicos en el terreno destinado para el pueblo. La localidad de este pueblo irá sobre el puerto, llevando el nombre de Mar del Plata. En él hay agua potable en abundancia y variantes naturales.
Los más exigentes para la formación de pueblos nada tendrán que observar en cuanto al que me ocupa, por su situación, salubridad, riqueza y porvenir, y me persuado por ello que S. E. no vacilará en darme su superior aprobación, disponiendo para que él sea una inmediata realidad, que sea el asiento de las autoridades locales, dando así a los habitantes de aquel partido el gran beneficio de no tener que recurrir a lejanas y diversas localidades, en busca de los que les garanten sus intereses y labores, lo que ocasiona grandes perjuicios pudiendo dirigirse a un punto conocido, en que las autoridades tendrán residencia fija y adonde encontrarán cuanto requiere el que deja su hogar o necesita lo preciso para residir en él. Y para que se levanten todos los edificios públicos requeridos, hay E. S. fondos que tiene reunidos la Municipalidad, los provenientes de la venta de este partido que me habían sido enajenados y devolví, vendido por mucho más en remate público y cuyo producto existe en el Banco, destinado a ese objeto, según el acuerdo general de 27 de septiembre de 1867, en cumplimiento de la ley de 11 de enero del mismo año, sobre el particular, cuya suma excede de un millón de pesos moneda corriente. Y hay, además, el deseo y voluntad del vecindario del partido que consta de más de sesenta mil habitantes, ansiosos de que se realice una de sus más ardientes aspiraciones y decididos a coadyuvar por los medios a su alcance para que esto sea cuanto antes realidad.
Dictadas esas resoluciones por S. E. acerca del asiento de las autoridades y destinación de los fondos depositados, el pueblo estará inmediatamente formado. No entro en otras muchas consideraciones, que S. E. en su ilustrado criterio alcanza. Sintiendo haberme extendido distrayendo sus recargadas atenciones, dispuesto a dar cuantas explicaciones e informes se creyesen conducentes. por tanto, a S. E. suplico se sirva acordar la formación del pueblo indicado bajo el nombre expresado de “MAR DEL PLATA”, proveyendo en todo de conformidad a lo expuesto y solicitado E. S. –
Patricio Peralta Ramos».
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