Es uno de los tesoros mejor guardados del sur de Mendoza. Su particularidad es que es posible ingresar a su interior a través de pasadizos y cárcavas.
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Para tener una idea de todo lo que es capaz la Tierra, de cómo puede explotar de furia, escupir fuego, despedazarse y volver a renacer, éste es uno de los lugares para comprobarlo. En esta zona del sur mendocino se da una de las mayores concentraciones de volcanes (más de 800 conos, ya inactivos) del mundo, apenas comparable a lo que puede encontrarse en Hawai o quizás incluso en Marte.
Si bien la mayor cantidad se encuentra en los dominios de la Reserva Provincial La Payunia, hay un volcán que está apartado del resto, más precisamente a 42 km de Malargüe y camino a la reserva Laguna Llancanelo. Sin embargo, es uno de los más buscados, por su rareza. Se trata del volcán Malacara, una imponente estructura natural de 2.450 metros de alto.
Lo peculiar de este volcán, lo que lo distingue de sus vecinos, es su origen hidromagmático. Este tipo de violenta erupción se produce cuando el agua acumulada entra en contacto con el magma y da lugar a pasadizos, chimeneas y cárcavas (cavidades) de más de 30 metros de altura, que se pueden recorrer en toda su extensión. Pocos volcanes en el mundo permiten visitarlos por dentro.
Para poder ingresar a sus cárcavas es necesario pagar una entrada, porque la otra particularidad del Malacara es que se sitúa dentro de una propiedad privada: la estancia de la familia Quezada, en el paraje La Batra. Con previa reserva en la agencia que organiza las excursiones (de dos horas aproximádamente), se accede a su interior con la compañía de guías que cuentan la historia geológica de la formación y muestran sus detalles desde adentro.
Con un poco de imaginación, los relieves de las paredes dibujan rostros de seres extraños o animales fantásticos, que se resaltan con la luz del día. De hecho, su nombre se debe a que, visto desde lejos, se percibe en su ladera una mancha parecida a la que tienen en la cara los caballos Malacara.
Durante el recorrido hay que subir escaleras de hierro para sortear grandes piedras. Y así se llega a un gran mirador (La Cresta) desde donde se obtiene una vista panorámica privilegiada de la apacible Laguna Llancanelo (humedal declarado sitio RAMSAR y la mayor reserva de aves de Mendoza), la imponente antena DS3 perteneciente a la Agencia Espacial Europea, la Cordillera de los Andes y el norte de La Payunia.
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