En Ushuaia, Tierra del Fuego, es visita obligada para los turistas. Cuenta con un pabellón que permanece intacto desde mediados del siglo pasado.
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“La sociedad quedó horrorizada por el cinismo del delincuente que declaró ante la prensa: ‘Muchas mañanas después de los rezongos de mi padre y de mis hermanos, salía de mi casa con el propósito de buscar trabajo, y como no lo encontraba tenía ganas de matar a alguien. Entonces buscaba a alguno para darle muerte. Si encontraba a algún chico me lo llevaba a alguna parte y lo estrangulaba’”, dice uno de los carteles del Museo del Presidio en Ushuaia. No está en un pasillo, ni en un hall cualquiera. Está en la celda N°90, que perteneció a Cayetano Santos Godino, más conocido como El Petiso Orejudo.
Hasta acá llegamos con Danilo Clément, uno de los marinos fundadores de este museo, junto con Carlos Vairo, que según cuenta fue el de la idea inicial. “Este lugar fue cárcel de 1902 a 1947 y cerró por cuestiones políticas inentendibles. Tardaron 18 años en hacerla. Luego la Armada Argentina compró el edificio, fue depósito, pero ya para los años 80 estaba abandonado. Se llovía adentro y se inundaba. No había gas, ni electricidad. Desde 1994 nos hicimos cargo y lo mantenemos con esfuerzo, con el cobro de la entrada, como asociación civil, sin subsidio del Estado”, resume Clément sobre el museo que además de la antigua cárcel rememora la historia naval de la isla.
“A principios del siglo pasado era muy común hacer cárceles en lugares alejados. De esa manera podían impedir cualquier tipo de fuga. Así como existe Alcatraz, sobre una roca en medio de una bahía, en San Francisco, esta cárcel fue construida en una isla con la idea de que si los presos se escapaban, no lleguen a ningún lado. Era una cárcel de reincidentes y criminales peligrosos”, agrega Clément mientras avanzamos por el pabellón que más turistas recibe de la ex cárcel hoy museo.
Es que El Petiso Orejudo, personaje excluyente de Tierra del Fuego, atrae turistas por lo macabro y hasta inverosímil de su historia. “Fue el primer asesino serial de la Argentina. Era un reincidente de 16 años. Comprobaron que mató a cinco o seis chicos… No hay numero cierto. Cuando lo apresaron, confesó sin ningún sentido de la culpa, ni remordimiento. No tenía un móvil. Solo disfrutaba de matar. Lo mandaron primero a reformatorio por ser menor, pero se dieron cuenta que era un peligro. Lo trajeron acá y al principio se mostró calmo, pero solo al principio…”, apunta Clément sobre este espécimen siniestro que murió en la cárcel en 1944, no se sabe bien cómo. Algunos dicen por una úlcera después de una golpiza.
¿Sus crímenes? Bien los explica otro de los carteles que repasa el historial del célebre convicto. “Durante 1912 Buenos Aires se vio envuelta en una serie de asesinatos o intentos de asesinatos menores. En enero, el niño Arturo Laurora es encontrado muerto; en marzo, un individuo prende fuego al vestido que llevaba puesto la niña Benita Vainicoff, muriendo por causa de quemaduras. El 8 de noviembre un intento de asesinato es frustrado, el niño Carmelo Russo es encontrado atado y semi asfixiado por un cordón que le envuelve el cuello. En diciembre del mismo año, es secuestrado y asesinado en una quinta de Moreno, el menor Gerardo Giordano de 3 años. La pesquisa policial dio como resultado la detención de un menor de 16 años, Cayetano Santos Godino”, detalla el cartel en las paredes de la antigua celda.
Y sigue con el derrotero: “Estos crímenes no fueron los únicos. En setiembre de 1904, secuestra al pequeño Miguel Depaoli, de 17 meses, con la intención de matarlo, pero lo golpea sin lograrlo. En setiembre de 1908 intenta ahogar a Severino Gonzáles Caló, de dos años de edad, en una pileta para caballos. Ese mismo mes quema con un cigarrillo los párpados de Julio Botte, de 22 meses de edad. Es descubierto por la madre de la víctima, pero alcanza a huir. El 20 de noviembre del mismo año secuestra a una niña, Catalina Naulener, y luego de golpearla al ser descubierto huye. El 23 del mismo mes en Deán Funes y Chiclana, intenta golpear a Carmen Gittone que fue socorrida por los vecinos. En las inmediaciones de San Carlos y Loria, trata de matar a Ana Nera, de 18 meses, pero es sorprendido por un agente”.
En base a reconstrucciones periodísticas de la época, los carteles del presidio dicen que después de ser apresado, El Petiso Orejudo pasó un tiempo recluido en un correccional hasta diciembre de 1911. “Godino fue declarado irresponsable y se lo recluyó en el Hospicio de Las Mercedes. Como allí atentó contra dos pacientes, se decidió su confinamiento por tiempo indeterminado. Los médicos lo declararon alienado mental: imbecilidad incurable que además presentaba numerosas anomalías físicas y psíquicas, siendo su impulso consciente. En 1915 fue elegido el presidio de Ushuaia para su confinamiento y allí pasó el resto de su vida, convirtiéndose en uno de los presos más famosos del penal”, cierra el cartel que los turistas leen con atención, de principio a fin, entre absortos y fascinados.
Como si fuera poco, el historial de El Petiso hace referencia a su pasión por los fuegos. “Hasta diciembre de 1912 había provocado los siguientes incendios: en la estación de tranvía Anglo Argentina, Estados Unidos 3360; en una fábrica de ladrillos, Garay 3129; en un corralón de maderas, Carlos Calvo 3950 y en un corralón en Corrientes y Pueyrredón”, se lee en uno de los afiches.
Más allá del asesino adolescente
“Las celdas eran solo para dormir porque los presos trabajaban en el bosque y en las canteras. No existía el concepto de jornada laboral de 8 horas. Acá hubo carpintería, panadería, zapatería, talleres de metalúrgica y mecánica. A los presos se les pagaba dinero que iba a una cuenta, para cuando salieran”, apunta el Clément una vez que estamos en el interior de otra celda, y menciona otros célebres prisioneros como el coronel Ramón Falcón y el hacendado Mateo Banks. Cuenta que llegó a haber cerca de 600 presos en los dos pisos de los cinco pabellones que están distribuidos en panóptico, un tipo de arquitectura carcelaria donde las diferentes alas confluyen en un hall central desde donde se controlaba todo.
Sin embargo, lo que no dice Clemént es que además del Pabellón Turístico –donde hay láminas explicativas, postales de época y celdas bien ambientadas– hay también un Pabellón Histórico que permanece tal cual lo dejaron. Caños oxidados, paredes rotosas, pintura de época, puertas que crujen… Toda una invitación a inmiscuirse en lo más lúgubre y espeluznante de aquella cárcel que se construyó en una isla bien austral de nuestro territorio con la idea de que nadie nunca pudiera escapar.
Datos Útiles
Museo del Presidio. Yaganes 119, Ushuaia, Tierra del Fuego. T: (2901) 43-7481. El sector dedicado a El Petiso Orejudo es solo una parte del antiguo presidio que compone el Museo Marítimo de Ushuaia. No perderse el Pabellón Histórico, que permanece intacto desde mediados del siglo pasado. Abre todos los días del año, de 10 a 20 horas. Feriados, consultar por teléfono. Entrada $3.400 para extranjeros, $1.800 para argentinos.
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