Con trekking, navegación o un sencillo viaje en auto, se arriba a colonias o miradores donde es posible ver de cerca una gran cantidad de pájaros.
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El avistaje es un sustantivo que no existe en el diccionario de la RAE, pero vaya si tiene adeptos. En un mundo en el que los zoológicos están cada vez más perimidos, observar fauna en su estado salvaje es una actividad que convoca cada vez más viajeros. Estos son cinco destinos o excursiones para aproximarse a importantes colonias de aves.
Ría Deseado
Santa Cruz
Se trata del gran estuario del río Deseado, declarado Reserva Provincial para proteger la gran variedad de fauna –hay más de 30 variedades de aves– y la riqueza propia de los ambientes intermareales. Esta ría es la que divisó el propio Hernando de Magallanes en 1520 en su vuelta al mundo y que luego exploraron corsarios ingleses como Cavendish y Drake, en la que ingresó Charles Darwin y que recorrió el propio perito Moreno en sus andanzas por el sur.
Se recorre en una navegación de dos horas y media que pasa por pingüineras, colonias de cormoranes y de lobos marinos. Además, se ven gaviotines, gaviotas, garzas y, en ocasiones, toninas. Después de pasar por la isla Elena se arriba a la “barranca de los cormoranes”. Los cormoranes imperiales parecen estar esperando a los turistas para mostrarles su hábitat, sus nidos y sus pichones.
La navegación prosigue hacia la isla de los Pájaros donde se observan de cerca los pingüinos de Magallanes. Toda la ría está enmarcada por un magnífico cañadón de asombrosas formas.
Datos útiles. Las empresas Darwin Expediciones, Puerto Penacho y Los Vikingos de Puerto Deseado realizan la navegación.
Mirador del Chorro
La Rioja
La zona de Olta es uno de los oasis riojanos rodeados de quebradas. En una de esas quebradas, que está llena de cóndores, es posible hacer avistajes a sólo 1.600 msnm y es fácil de acceder. Se bordea en auto el Dique de Olta por la RP 28 y se trepan las sierras durante una hora; en el ascenso se atraviesan parajes rurales como La Chimenea y Pacatala hasta alcanzar el caserío de Las Huertas y, tras un pequeño tramo, se llega a Las Higueras.
En Las Higueras arranca una caminata de 45 minutos por el sendero homónimo hasta el Mirador del Chorro –nombre que proviene de la cascada que se escucha desde la plataforma de avistaje−, un rincón de la Sierra de los Llanos Riojanos que protege a la comunidad de cóndores andinos. Allí, un lugareño construyó una plataforma de madera para sentarse a observar, además de los cóndores que sobrevuelan muy cerca, el imponente paisaje rematado por el Dique de Olta. De tan próximos que están, casi no se necesitan prismáticos para apreciar los detalles de estas aves. Se distinguen claramente los juveniles –de color marrón y más pequeños– de los adultos, de plumaje negro azabache y con la característica banda blanca que resalta en el dorso de las alas.
La gente de estos parajes dice que la tarde es el mejor momento para verlos: es cuando vuelven a su condorera en el risco.
Datos útiles. Olta Nativa. T: (+54 9 3804) 50-2833 (Sol Cosseddu) oltanativa@gmail.com
Banco Caraballo
Entre Ríos
En el último tramo del río Uruguay, donde comienza a ensanchar su curso antes de cruzarse con el Paraná, surge una extensión de arena virgen de unos 1.500 metros de largo y unos 300 de ancho. El Arenal del Caraballo, área natural protegida por la provincia de Entre Ríos, es el lugar que eligen todos los años los rayadores (los llaman así porque, cuando pescan, van con el pico abierto rayando el agua) para reproducirse y criar sus pichones en nidos minúsculos a ras del suelo.
Estas aves (monitoreadas de cerca por la Agrupación Black Skimmer, que demarca sus sitios de anidamiento con estacas protectoras) comparten territorio con el chorlito de collar, el gaviotín y el chinchirrín, un pajarito corredor tan veloz que casi no se deja ver y cuya presencia se detecta por las huellas diminutas que va dejando. Un pequeño monte de mataojos y laureles, agreste manchón verde en la inmensidad dorada, es el único refugio cuando el sol pega fuerte: es imprescindible llevar sombrilla para pasar el día y carpa si se quiere hacer noche. Las reglas de convivencia son pocas: pisar despacito y disfrutar del espléndido silencio, sólo interrumpido por los chiflidos de las garzas moras, que también abundan. Se llega en lancha desde Colón (una hora por tramo) y Pueblo Liebig (30 minutos).
Datos útiles. Miguel “Piripicho” Sampallo. T: (03447) 45-9092.
El Cóndor
Río Negro
Es el balneario de Viedma, a 30 km por RP 1. Alberga la colonia de loros barranqueros más grande del mundo. Se han contado allí unos 35.000 nidos activos. En ningún otra parte verá el visitante tantos loros como aquí. A lo largo de 12 km, los acantilados de la villa marítima El Cóndor generan un corredor turístico de gran belleza. La mayor densidad de loros se da sobre el primer kilómetro del acantilado, en la playa más popular: esto permite un contacto mágico con los pájaros bullangueros –el sonido es bellísimo también–, que entran, salen, cantan y vuelan, literalmente, sobre las cabezas de los viajeros.
La hembra incuba de uno a cinco huevos por cuatro días; nace un pichón cada dos días que alimentan tanto el macho como la hembra durante 63 días. De noche no dejan el nido para cuidarlos de los depredadores. Resulta sorprendente que una reserva tan accesible tenga tan poca difusión. Según la estación, también se observan bandadas de cauquenes, gaviotas, playeritos, chorlos, ostreros, y, con un poco más de suerte, algún halcón peregrino o un águila mora.
Laguna Pozuelos
Jujuy
Se trata de una reserva, creada en 1980, y declarada Monumento Natural. Tiene 16.000 hectáreas y se ubica en plena puna jujeña, a unas dos horas de la localidad de Abra Pampa. Protege ese ambiente de estepa puneña, a una altitud cercana a los 4.000 metros sobre el nivel del mar. La laguna de los Pozuelos, que es el ambiente de mayor relevancia del sitio, es un cambiante cuerpo de agua salobre cuyos límites dependen del aporte de los ríos de deshielo que descienden del macizo andino y las serranías circundantes.
En la laguna viven tres diferentes especies de flamencos: el flamenco austral, la parina grande y la parina chica. Las dos últimas habitan casi con exclusividad en la Puna. La emblemática parina chica (Phoenicoparrus jamesi) es la más pequeña de estas especies. El pico amarillo con el extremo negro y las patas rojizas son características útiles para diferenciarla de sus parientes. Se alimenta con pequeños crustáceos que filtran mediante el pico. Está considerada como especie amenazada. La reserva también protege a la avoceta andina, el chorlito puneño y la gallareta gigante, además de a la vicuña.
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