Debe su nombre a que, gracias a su clima más benigno, hacia allí migraban los ancianos tehuelches para morir. Fue una de las siete localidades argentinas que compitió por ser parte de los Best Tourism Villages 2023.
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En el noroeste de la provincia de Santa Cruz, Los Antiguos es más que un pueblo productor de cerezas a orilla del lago Buenos Aires: es portal que conecta al Parque Nacional Patagonia, una de las áreas protegidas más inhóspitas de toda la Argentina.
La aldea –uno de los siete pueblos nominados por el país como Best TourismVillages en 2023– es un oasis en medio de la Patagonia. Tiene una micro atmósfera signada por el buen clima, más benigno que en el sur de esta provincia situada en los confines del continente americano.
Aquí los granjeros conviven con los dueños de las chacras en una comunidad pequeña fortalecida en la adversidad, tras la catástrofe del volcán Hudson. En 1991, la erupción cubrió al pueblo de cenizas que, a mediano plazo, favorecieron la fertilidad del suelo.
Hoy la aldea situada a sólo 3 km de Chile se destaca por sus plantaciones de álamos que dan cobijo a los valles verdes donde se cultivan las frutas. No solo hay cereza, también hay frambuesas, frutillas, peras, manzanas, membrillos, más plantaciones de olivos y gírgolas. Todo regado por acequias y canales alimentados por los ríos Los Antiguos y Jeinemeni que desembocan en las aguas del lago Buenos Aires. Este, a lo largo de miles de kilómetros, domina en toda la geografía y contrasta con en el árido paisaje de otros pueblos de la Patagonia.
“Hay días que parece un mar inmenso. En esos días de vientos se hace wind surf y kite. Hay días que parece un espejo y entonces se hace kayaks y stand up”, relata Andrea Navedo, secretaria de Desarrollo Productivo.
El pueblo –que toma su nombre de la voz ancestral tehuelche i keu ken– está en un valle bajo, muy fértil, a 200 metros a nivel del mar rodeado de mesetas hasta donde llegó un glaciar y por la cordillera de los Andes.
La capital nacional de la cereza –de tan solo siete mil habitantes– tiene un paisaje especialmente atractivo entre fines de septiembre y principios de octubre cuando los cerezos en flor tiñen de blanco todas las chacras. Entonces el pueblo adquiere una fisonomía distinta al resto de los municipios del norte de Santa Cruz que sólo se cubren de blanco por la nieve.
“La característica de Los Antiguos es que es un oasis, porque el lago Buenos Aires es un regulador térmico que lo hace distinto a otras localidades vecinas” afirma Walter Treffinger, pionero de la zona. “Acá se vive tranquilo, se trabaja la tierra a riesgo de las heladas, pero es la naturaleza. Estamos vinculados con nuestro entorno en todas las actividades de nuestro día a día”, afirma el dueño de la granja Don Neno, que es una de las decenas de chacras productoras.
Acaso por el espejo de agua que abraza las costas del pueblo, por los por álamos, o por las plantaciones de frutas, Los Antiguos se siente como Patagonia norte: una villa baja entre lago y plantaciones verdes circundadas, a lo lejos, por montañas y cordillera. Es el pueblo elegido en la región para descanso en fines de semana largo y vacaciones.
“En Los Antiguos hay dos actividades privadas predominantes: las cosechas de frutas y el turismo. En enero hay fines de semana que recibimos hasta 20 mil visitantes para la fiesta de la cereza”, asegura Federico Guerendiain de la cooperativa agrofrutícola El Oasis.
Un parque nacional nuevo
Sólo después de dejar atrás el lago Buenos Aires y las fincas productoras de cerezas, el viajero siente que perdió rastro con la civilización, al adentrarse en el parque nacional Patagonia.
Esta área protegida está tan vinculada al pueblo que el municipio cedió tierras junto al lago Buenos Aires para que allí se construya la intendencia del Parque Nacional.
“En los Antiguos concentramos nuestros centros operativos”, afirma Hernán Alberto Luisi, intendente del Parque Nacional.
A tan sólo 16 km del pueblo, por la RP 43, se accede al portal La Ascensión, para hacer senderismo y excursiones a la meseta Buenos Aires, una formación geológica que data de 5 millones de años. En esta altiplanicie el parque cuenta con mayor infraestructura para recibir a los turistas, con epicentro en una histórica estancia.
Un poco más lejos, por la escénica ruta 41 de ripio con inmejorables vistas al lago Buenos Aires y al río Jeinemeni, se llega a El Sauco, otro de los puntos de acceso que permite visitar el Río Blanco. Este trayecto atraviesa una ruta escénica por más de cien kilómetros hasta llegar al puesto donde en temporada es posible acampar.
Muy pocos viajeros visitan esta inmensa estepa: una altiplanicie de pastos dorados solo interrumpidos a la distancia por montañas nevadas y lagunas.
En su interior, este parque inhóspito de 106.000 hectáreas, situado en el centro sur de la meseta del lago Buenos Aires, próximo al departamento de Río Chico, tiene vista a los únicos glaciares extra andinos del país, que son los del Monte Zeballos.
Tiene, además, ríos, lagunas, especies en peligro de extinción y en un tesoro milenario. Un patrimonio cultural de 3000 años, que encierra importantes petroglifos, dibujos grabados en roca por habitantes trashumantes que recorrieron a pie este semidesierto con temperaturas extremas antes que los tehuelches ocuparan este territorio.
Así, la del PN Patagonia es la altiplanicie más grande de la región y un hábitat fundamental para el Macá Tobiano: un ave en peligro de extinción que es emblema de esta área protegida.
El parque nacional limita al este con el parque provincial Cueva de las Manos, cuyas pinturas datan de más de 9000 años de antigüedad, y son atribuidas a grupos humanos prototehuelches. Según la leyenda, los ancianos de estas tribus ibas a estas tierras en sus últimos años, para disfrutar del clima benigno del norte de Santa Cruz.
La comunidad de Los Antiguos está íntimamente vinculada a la creación del Parque Nacional Patagonia, ya que alzó la voz para dar protección a la cuenca del lago Buenos Aires de la actividad minera. El municipio cedió un terreno para la construcción de la intendencia en esta localidad, de modo que el pueblo y el parque avanzan en una confraternidad con el cuidado de toda la naturaleza que los circunda.
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