Con lana de ovejas santafesinas, las alfombras de Mantara se hilan en Santiago del Estero y ponen en valor las técnicas ancestrales de comunidades de artesanas que brillan en ferias de diseño de Londres y Nueva York.
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La trama de las alfombras de Mantara está tejida por manos de artesanas y artesanos de Santiago del Estero, desde los montes donde crecen plantas nativas como el árbol de lloro, el ancoche, el suncho, cebolla y la manzanilla.
“No utilizamos químicos, investigamos las propiedades de la flora autóctona. Es nuestro aporte, entre otros, al cuidado del medio ambiente. Seguimos los lineamientos de la economía circular”, plantea Carolina Pavetto, la artífice de este emprendimiento, seleccionado como empresa B.
La vegetación es tan importante como las técnicas ancestrales que se descubren en cada hilo. De las plantas nativas se obtienen los colores, en tintes naturales que se procesan como se hizo siempre: se recolectan las ramas y hojas específicas, se limpian y se hierven siguiendo la receta que las abuelas hoy transmiten a las siguientes generaciones.
Geométricas, lisas, multicolores. De pelo cortado, chusi o baetón, estas técnicas evidencian el valor patrimonial de las piezas que viajan por el país y llegan a distintas ciudades del mundo: a consulados, residencias y delegaciones de Londres y Nueva York, condominios en Miami y Montreal o casas de playa en Punta del Este. También, a refugios de montaña en Bariloche, barrios privados y departamentos de Buenos Aires, rutas de Cafayate, hoteles y complejos en Córdoba y Santa Fe, el punto de partida donde la diseñadora Carolina Pavetto desarrolla las colecciones. En el corazón de Gálvez, a 120 kilómetros de Rosario, Pavetto montó un laboratorio textil que expande sus hilos y cruza fronteras.
La investigación sobre la cultura de la región la llevó a conocer en profundidad a los pueblos originarios. Por eso, elige nombres en quechua para sus diseños. Munaay (amor, belleza, libertad), por ejemplo, se llama la pieza de pura lana natural que en 2021 ganó el Sello Buen Diseño, la distinción oficial que otorga el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación a los productos de la industria nacional que se destacan por su innovación, por su participación en la producción local sustentable, por su posicionamiento en el mercado y por su calidad de diseño.
En 2022, por su parte, se distinguió a la colección Muju: “En quechua la palabra Muju significa semilla. La metáfora se cumplió con el premio ya que esta semilla dio sus frutos”, comenta Pavetto. Otra de las alfombras distinguidas es Musskkucuna, que significa soñar, una pieza teñida a partir de la resina del árbol del lloro. “Poner en valor lo nuestro es la misión y el propósito que perseguimos en cada historia textil”, señala la diseñadora al frente del emprendimiento que en 2023 también fue seleccionado por el programa Marca País y nuevamente por el Sello Buen Diseño por las colecciones Rayos, Gemelas y Azul Profundo, desarrolladas en colaboración con distintos artistas.
Pavetto busca sitios emblemáticos, con identidad para montar producciones fotográficas. Desde el Monumento a la Bandera, un punto imperdible de Rosario, a otros menos conocidos, las curvas en el camino a Cafayate, la Biblioteca de Gálvez o las ruinas de la Iglesia “Vieja” que data de 1889 en la ciudad donde Pavetto teje el proyecto que, asegura, es su pasión.
“El poder transformador del diseño es clave para el bienestar de las personas en sus espacios personales. La energía de las fibras naturales aporta beneficios que mejoran la inteligencia emocional a partir del puente directo a la naturaleza, promueven el relax y contribuyen con el confort térmico natural de las casas”, explica. Y agrega: “Las texturas nos ponen en contacto directo con los saberes ancestrales y nos llevan de viaje por paisajes puros, donde el equilibrio con el medio ambiente nos predispone a tejer mejores vínculos”, destaca la diseñadora, que convocó a un equipo de antropólogos para recuperar piezas patrimoniales con las mismas técnicas del siglo pasado. “Cada vez son más los coleccionistas que nos confían sus tesoros”, afirma.
Pavetto se involucra en todo el proceso: desde la esquila de la lana de “las ovejas que crecen felices en el campo familiar”, hasta el desarrollo de packaging a partir de bolsas de tela confeccionadas con descartes de producción y realizadas por organizaciones que apoyan a mujeres en situación de vulnerabilidad y grupos de chicos y chicas discapacitados.
“La selección de la lana es clave porque es el momento de acopie para todo el año, donde elegimos qué fibras reutilizar para aumentar la vida útil del producto. A las artesanas de Santiago del Estero le donamos 15 toneladas de lana de primera calidad para que se aseguren el trabajo”, dice Carolina Pavetto, que obtuvo los fondos del programa Emprender con Perspectiva de Género, de la secretaría de Industria y Desarrollo Productivo.
La ruta que la llevaba al campo familiar en Santiago del Estero atravesaba Ojo de Agua, donde las comunidades de artesanas y artesanos desplegaban alfombras, ponchos y mantas al borde de la banquina. Los colores y, sobre todo, las historias detrás de esas texturas encendieron la inquietud de Pavetto, quien trabó un vínculo entrañable con una de las artesanas; Bernardina de Jesús Paz Silva, “pilar y guía, que murió en 2020 y nos dejó un legado increíble, su huella sigue viva, contagiando el amor por los valores artesanales”, manifiesta sobre “Berna”, la artesana cuyos nietos y nietas heredaron su habilidad y creatividad.
Mapear el territorio, comunicarse día a día con la comunidad de artesanos y relevar sus necesidades es parte del trabajo: “Desde que me involucré personalmente me prometí, y les prometí, contribuir a mejorar su calidad de vida. Y el agua potable es la gran carencia en localidades como Parajes Blanco Pozo, Quimilí, Añatuya y Sunchituyo”, enumera. Por esta preocupación y el formato del proyecto, Mantara obtuvo la certificación B. Junto a 1200 emprendimientos de Latinoamérica, aporta al compromiso de la organización que trabaja para promover el cambio hacia economías sustentables, cuya narrativa pone el foco en la creación de un sistema “inclusivo, equitativo y regenerativo para las personas y el planeta”.
Las fibras argentinas de Mantara se exhibieron en distintas expos internacionales. Este año, en Visions of Time (Argentine Expressions of art & design), en el consulado argentino de Nueva York, con curaduría de Dalia Forman. Y en el marco de la Semana de Diseño de NY se vieron en el festival ICFF NYCxDesign, junto a otros protagonistas del diseño argentino. En tanto, en 2022, en la 20° edición del Festival de Diseño de Londres. Nuevamente con el apoyo de la cancillería, la muestra Creative experience- From Argentina to the world se instaló en la residencia oficial del embajador, una histórica mansión en la calle Belgrave, donde quedó de regalo una bandera argentina tejida por artesanas salteñas.
“Seguimos tejiendo sueños, tenemos un adn creativo y ancestral que necesitamos transmitir y ponerlo en valor para que nuestras raíces viajen por el mundo reflejando la cultura argentina”, apuesta Pavetto, diseñadora de experiencias textiles.