Proponen avistaje de aves, paseos en kayak y relax en las afueras de Concepción del Uruguay, Entre Ríos.
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En Concepción del Uruguay, Entre Ríos, a poco menos de 300 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, la casona de reminiscencia colonial está pintada de rosa viejo, con mamposterías blancas, los mismos tonos que el cercano Palacio San José. Así como esa residencia abrigó el destino del general Urquiza y su familia durante dos décadas, mucho más acá en el tiempo, esta propiedad fue la elegida por María Belén Von der Becke y Luis María Astarloa, más conocido como Bocha, para instalarse durante los veranos con su familia desde el año 2001.
En el salón principal, ambientado con sillones cómodos de varios cuerpos, robusta mesa, ventanales por donde entra toda la luz del día, una fotografía familiar muestra al matrimonio en sus treinta y pico, casi cuarenta, rodeados de sus cinco hijos en uno de los puentes sobre el arroyo Zabala. El bebé, en brazos de su madre, ya tiene más de 20 años. Los Astarloa Von der Becke han pasado en este campo aniversarios y años nuevos, expediciones al monte entre niños y adultos, el descubrimiento de un hormiguero o un cielo estrellado, una cena en invierno al lado del fuego, partidos de fútbol y asados, más de un amanecer.
Durante muchos años, ellos ofrecieron su casa a otras familias amigas. Los que se ocupaban de organizar la logística de hospedaje eran Maitena Astarloa, junto con su padre Bocha, quien falleció en 2021. Dos años antes, en 2019, entró en escena Miriam Sattolo, actual socia gerente del proyecto. Por ese entonces, Miriam había alquilado el casco para pasar unos días. No sabía que allí encontraría un sitio que reuniría algunas de sus pasiones: el avistamiento de aves, el diseño, y un proyecto comercial que promocionaría el turismo sustentable y el cuidado por la naturaleza.
A partir del fallecimiento de Luis, Miriam comenzó a tener un vínculo más cercano con Belén. Se hicieron amigas y juntas comenzaron a trabajar un perfil de posada con claro corte naturalista. El nombre proviene del ángel guardián que Belén tenía de chica, al que llamaba “Titina”. Curiosamente, con los años, ella eligió dedicarse al arte sacro: es restauradora de piezas religiosas. Y tiene por costumbre invocar a ángeles y energías cuando lo precisa.
Una nueva etapa
En las 164 hectáreas del campo, 60 son parte de una reserva natural, y el resto se dedican a la ganadería sustentable con pastoreo rotativo, un sistema que le permite al suelo transitar etapas de descanso y regeneración. Se detectan cuatro ambientes naturales distintos: humedal, monte chaqueño (especialmente blanquizal, por el tipo de suelo), monte ribereño y pastizal. Con un registro de 196 tipos de aves, casi la mitad del número registrado en toda la provincia de Entre Ríos, el sitio es muy buscado por fanáticos de la ornitología que se entusiasman con los diferentes cantos que escuchan a toda hora.
En la casa, las habitaciones son luminosas y diseñadas en blancos y pasteles. Tienen excelente calefacción para pasar inviernos fríos y aire acondicionado para afrontar el calor del humedal. En los dos salones principales hay hogares a leña: uno tiene una amplia y cómoda cocina comunitaria (a disposición de los huéspedes) y varios sillones para leer o conversar frente a un ventanal. Afuera, en los parques que rodean las edificaciones, hay hamacas paraguayas colgadas en la galería y una piscina con vista al monte o al parque del casco, donde caballos y vacas pastan plácidamente. Los responsables del cuidado son los caseros Juan Carlos Welsh y Marina Ormaechea.
La comida es un capítulo aparte. Marina es la encargada de elaborar platos para la cena, que pueden ir de un pollo de campo al disco con verduras, fideos a la boloñesa (amasados por ella en la Pastalinda), a pizzas caseras en horno de barro. Para el mediodía, siempre tienen disponibles empanadas y tartas. A la hora del desayuno, todo lo que se ofrece es elaborado por Marina y su hija Belén Barreto, excelentes pasteleras: pan, budines y pastafrola, dulces de calabaza, pomelo, o dulce de leche, ¡también casero!
Otro punto para destacar es el rol que ocupa Aníbal Noro, conservacionista y guía naturalista, uno de los principales anfitriones de La Titina. Aníbal y Miriam son integrantes de Aves Argentinas y se conocieron en el marco de una charla sobre la Campaña Rayadores del Río Uruguay, donde se concientiza a la comunidad sobre los nidos en las playas de arena de estas aves “que parecen prehistóricas”, dice ella.
Aníbal convoca a los visitantes a participar de distintas actividades: paseos en kayak por el arroyo Zabala, caminatas monte adentro avistando aves, fogones a la hora del atardecer. Y sabe preparar mate en la cavidad perfumada de un pomelo, acto que genera admiración y sorpresa entre quienes presencian esa rara destreza.
Los “buscadores de pájaros” son pasajeros frecuentes de La Titina. Dar un paseo con ellos es una atracción en sí misma. “¡Martín pescador!”, grita uno detrás de los binoculares. “Lechuza vizcachera, biguá, tacuarita azul, ¡un verdón!”. “¿Dónde?”, pregunta el inexperto esperando ver la maravilla. “A la derecha, en el arbusto siguiente. Uno está de lomo y el otro de pecho. ¿Los ves?”.
Al finalizar el paseo, Aníbal propone cerrar los ojos y escuchar el ambiente durante dos minutos. Sopla el viento, las aves emiten sus sonidos, una ramita se quiebra. Al pasar el tiempo estipulado, los paseantes vuelven a mirar, entonces Aníbal dice: “Este es el espíritu de La Titina”.
Datos útiles
La Titina. Son 8 habitaciones con baño privado, espacios de estar y un comedor con cocina y mesa comunitaria. Hay piscina, juego de bochas, sapo, hamaca del cielo y visita al gallinero para los más chicos. Posibilidad de cena con menú fijo. Desde $105.000 la doble estándar con desayuno y senderismo guiado por guía naturalista. RP 42 y arroyo La China, Concepción del Uruguay. T: (3442) 64-9681. IG: @estancialatitina
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