Aventuras submarinas, exploraciones por cavernas subterráneas y fiestas coloridas se suceden en este país de gente alegre. Dos costas: una paradisíaca sobre el Caribe y otra ideal para el surf sobre el Atlántico.
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Si hay algo que diferencia a Barbados de buena parte de las islas del Caribe es que los huracanes no pasan por allí. Beneficiada por esos caprichos de la madre naturaleza, es un país de gente amable y extrovertida. El 90% de la población desciende de los africanos que llegaron como esclavos.
Aquí se habla inglés, ya que fue colonia británica hasta 1966. En la vida de todos los días, se usa asimismo el bajan –se pronuncia beiyan–, un lenguaje que combina el inglés con vocablos africanos. Esta palabra se emplea también como sinónimo de barbadense. Hay cocina bajan, tradiciones bajan, apellidos bajan. Y hasta una cadena de comida rápida, Chefette, que logró desbancar a McDonald’s en los 90, pero tuvo que aceptar la competencia de KFC: el pollo lidera la preferencia de los locales.
Otros platos típicos para tener en cuenta son el macaroni pie, los fish cakes, y el cou cou, una especie de polenta de breadfruit, una fruta que se comporta casi igual que una batata, y se consume en puré, frita, en sopa, además de que se hace harina con ella.
Con respecto al transporte público, encontrará grandes buses que tienen una frecuencia cada media hora y los ZR –con esas letras inician sus patentes–, pequeños buses particulares sin horario, ni aire acondicionado ni paradas establecidas, que van a las playas más concurridas, a las ferias y a los shoppings, incluso al centro de Bridgetown, la ciudad capital.
Por el litoral
Por ley, aquí todas las playas son públicas. Una ruta posible para conocerlas es empezar por el oeste, que da al mar Caribe. Entre las ciudades de Bridgetown y Speightstown, encontrará las típicas de postal y los mejores resorts, pocos all inclusive, pero con encanto. Por otro lado, está el paseo marítimo Richard Haynes, el boardwalk que invita a caminar junto al mar. Se construyó para contener el avance del agua sobre la costa, pero rápidamente se convirtió en un atractivo turístico. Se extiende por poco más de un kilómetro y hoy concentra a su alrededor gran parte de la movida cultural y económica del país.
Deténgase en Holetown, a mitad de camino, donde se pueden ver las chattel houses, las clásicas casitas de madera trasladables que usaba el personal jerárquico durante la zafra del azúcar. Pintadas en tonos pastel rosa, celeste y amarillo, son muy instagrameables.
Holetown, además, es un buen sitio para aquellos que no alquilen auto, porque tiene servicios muy a mano.
El litoral atlántico, sobre la costa este, es salvaje y famoso por las olas gigantes. De hecho, es un lugar preciado por los surfistas. Para conocerlo puede alquilar un auto, aunque deberá afrontar la complicación extra que significa manejar por la izquierda. Mucho más relajado es sumarse a una excursión o contratar los servicios de un taxi.
The Crane, en el sureste de Barbados, es el destino para los que apuesten a una estadía a todo lujo. Es el hotel más antiguo y sofisticado de la isla. Está emplazado en St Philip, junto al Atlántico. Nació en 1886, cuando el ingeniero Donald Simpson compró una mansión y la transformó en un hotel de cuatro cuartos que, con el paso del tiempo, creció a 18.
A mediados del siglo pasado, un inversionista canadiense lo adquirió y decidió darle un empuje fuera de escala, que lo llevó a 274 habitaciones y 128 piscinas: sólo cuatro son públicas, casi todas pertenecen a las villas privadas y beach houses, el nuevo concepto del emprendimiento.
Por lo demás, The Crane conserva las 18 habitaciones originales, tal como fueron concebidas, sin aire acondicionado, para aquellos que quieran probarlas.
Barbados adentro
El interior de Barbados está recorrido por una red vial de 1.600 kilómetros asfaltados, caminos angostos y llenos de curvas que se hicieron sobre el trazado de los tiempos coloniales. El territorio está dividido en parroquias, una herencia de la organización de la iglesia inglesa. Cada una conserva sus templos de piedra.
Haga un alto en St Andrew, al norte, camino a los baños de Bathsheba, para visitar Morgan Lewis Mill, el único molino en pie de los 500 que tuvo la isla.
Otra visita para considerar es la destilaría de Mount Gay. Fue fundada en 1703 y es la marca de ron más antigua del mundo.
Desde allí, unos 20 kilómetros hacia el sur llevan a Hunte’s Gardens. El jardín, obra de Anthony Hunte, abrió en 2007; el hombre había comenzado su tarea a puertas cerradas en 1990. Hoy es un edén de 10 hectáreas de palmeras, rosas de porcelana, heliconias, bromelias y múltiples flores que congregan a mariposas, monos y aves. Al final del recorrido, nada mejor que un punch ron en la galería para esperar el atardecer.
Otra atracción clave del interior de Barbados es la Harrison’s Cave, una cueva única en el corazón de la tierra que se recorre en carro tipo trencito. Esta formación natural surgió por la erosión constante del agua sobre la roca caliza. Es todo un plan sumergirse en la oscuridad para descubrir estalactitas que cuelgan del techo y estalagmitas que emergen del suelo, con las formas más extrañas. El agua corre cristalina y cae en llamativas cascadas para crear una suerte de estanque de agua color esmeralda.
Desde el siglo XVIII ya se tenían noticias de esta cueva. Sin embargo, fue preciso mapear el interior y cavar los túneles para abrirla al turismo en 1981. La Great Hall, con 15 metros de altura, es el sector más impresionante del complejo.
Crop Over
Durante seis semanas –entre la última de junio y la primera de agosto– Barbados es escenario del Crop Over, la celebración más importante del país.
Nació de una tradición del siglo XVII vinculada a la cosecha de la caña de azúcar. Con el tiempo se fue perdiendo, pero la costumbre se recobró renovada, a mediados de la década del 70. Ahora es un gran acontecimiento que convoca a multitudes. La fiesta comienza con una gala de apertura donde se corona a los reyes, los cortadores de caña más productivos de la temporada.
Después sigue una intensa agenda de eventos con desfiles muy coloridos y música en las calles al ritmo del calipso, la música preferida de los barbadenses.
Al final, el Grand Kadooment es el momento de clausura. Las bandas participantes, vestidas con trajes de lentejuelas, decorados con plumas de colores y joyas brillantes, se dirigen a la autopista Mighty Grynner y bailan a lo largo de esa vía para deleite del público.
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