Carmen y Jana son la cara visible del establecimiento y las nietas del pintor español Antonio Ortiz Echagüe, que en su campo montó un estudio.
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“Estamos en pleno monte de caldén”, anuncia Carmen Ortiz Echagüe desde la galería del casco principal de La Holanda, en La Pampa. “Es una planta autóctona y no crece en ningún otro lugar del mundo. Deberíamos valorarla más”, agrega la profesora de artes plásticas y nieta del pintor Antonio Ortiz Echagüe. Habla mientras recibe huéspedes en la estancia que heredó de su abuela holandesa, Elisabeth Smidt y que data de 1897. La acompaña Jana, su hermana menor, que agrega: “Somos la cara visible de este establecimiento que manejamos los seis hermanos”. Y entre risas apuntan que muchas veces los viajantes se asombran al ver dos mujeres al frente de aquellas tierras signadas por el matriarcado que las precede.
La Holanda queda a 25 kilómetros de Carro Quemado, una localidad que está 110 kilómetros al oeste de Santa Rosa, sobre la RP 13 –asfaltada desde 2015–. “Es el pueblito a dónde fuimos a la escuela, donde mamá fue directora, a donde hacíamos las compras y papá fue intendente”, apunta Carmen antes de empezar a hablar de la propuesta de alojamiento rural que montaron hace veinte años para recibir huéspedes con un plus, el museo del abuelo pintor. Porque Carmen y Jana –con Jorge, Patricia, Federico y Fernando– son hijas de Federico, que es hijo del artista español Antonio Ortiz Echagüe, quien entre Europa y nuestra pampa seca trascendió como “el pintor alegre”. Un genio realista y costumbrista, pero con aires de modernismo e impresionismo, que pintaba retratos a escala real.
“Nuestros bisabuelos holandeses, suegros del pintor, compraron este campo”, detalla Jana sobre el emprendimiento que les permite sostener y dar a conocer la obra del artista. Entonces Carmen detalla: “En 1895 nuestro bisabuelo holandés y diplomático, Fritz Smidt, llegó destinado a Buenos Aires. Dos años más tarde, mientras hacía negocios, le mostraron un mapa con tierras despobladas en lo que mucho más tarde sería La Pampa. Era tan aventurero, que las compró. Ese mismo año nació Elisabeth, nuestra abuela –única hija del matrimonio–, en Buenos Aires. Si bien volvieron a Holanda, cada vez que podían regresaban a nuestro país para hacer mejoras en el campo. Entonces dormían en unas casas de chapa, muy sencillas, que habían dejado los militares tras la Conquista del Desierto”.
Con el sol pegando de lleno en el parque de la estancia, las hermanas Ortiz Echagüe cuentan que en 1911 los Smidt decidieron llamar La Holanda al establecimiento pampeano. “Fue como un intercambio simbólico, después de instalarse en una finca de 82 hectáreas en Hilversum, al sudoeste de Amsterdam, y de bautizarla De Pampa - Hoeve”, comentan sobre la propiedad que todavía existe y conserva el nombre, pero que se vendió porque era demasiado grande y difícil de mantener tras la muerte del señor Smidt, en 1919. “Fue una decisión de nuestra bisabuela Nonnie. ¿Qué hizo con el dinero? Construyó esta casa donde estamos ahora. Era raro que una mujer extranjera vendiera una propiedad en su país para construir una casa en el medio de La Pampa”, apunta Carmen sobre el casco que se llamó Carmen de Granada en honor a su tía, la primogénita de Elisabeth Smidt, nacida en la ciudad española.
Porque en paralelo, en 1919, Elisabeth se casó con un pintor español 14 años mayor, que llevaba años siguiéndola de cerca y era amigo de la familia. “Antonio Ortiz Echagüe había nacido en Guadalajara y desde muy chico tenía inclinación por la pintura. A los catorce años su padre militar lo dejó viajar a Paris para estudiar. Tras perfeccionarse en Roma y en Cerdeña, Antonio le dio forma a su carrera. Era inquieto y cosmopolita. Y a los 26 años, mientras exponía en la capital italiana, conoció a la familia Smidt, que estaba de vacaciones”, cuenta Carmen y repara en un detalle: Elisabeth tenía solo 12 años.
“Lo contrataron para retratarla, con su pelo rubio y un gran moño. Se llevaron la pintura a Holanda y el éxito fue tal que muchos quisieron sus obras. Entonces Antonio se instaló cuatro años en el reino de los Orange. Todo mientras mi abuela crecía… En 1914, con la Primera Guerra Mundial, el pintor volvió a España, pero en 1919, cuando supo que mi bisabuelo había muerto, viajó a Holanda a saludar a los Smidt. A esa altura mi abuela era más grande y en menos de un mes estaban casados”, cuenta Jana sobre el flamante matrimonio que tuvo a Carmen y a Federico, padre de las actuales anfitrionas.
A mediados de la década del 20, los Ortiz Echagüe Smidt se radicaron por un tiempo en La Pampa, dónde Antonio pintó muchos motivos pampeanos que fueron vendidos entre Europa y Estados Unidos y expuestos en grandes salas como el Museo Reina Sofía de Madrid y el San Telmo de San Sebastián, entre otras. “Tenía dos amores: la pintura y el campo”, cuenta Carmen y explica entonces cómo fue que en 1933, ya cansado de ser un trotamundos, el artista se quedó en La Pampa, justo cuando una gran sequía azotaba a la región. “Armó su estudio con todos sus cuadros. Y murió nueve años después, con solo 58 años, de una neumonía que pudo haber sido cáncer de pulmón”, agrega la nieta.
¿Qué fue de la vida de Elisabeth? “Lo sobrevivió varios años. Escribía y leía muchísimo. Su lugar en el mundo era este campo. No nos contaba cuentitos… Sino historias apasionantes de viajes. Dueña de una dulzura increíble, hablaba con acento extranjero, porque dominaba cinco idiomas. Tocaba el piano y animaba las navidades. Escribió sus memorias y nunca se vistió de colores oscuros. Era, como su marido, amante de la paleta colorida. Murió de un ataque de asma que derivó en una embolia en 1983. Le decíamos aela, como una deformación de abuela”, relata Carmen y agrega que ella fue quien se encargó de que la obra de Ortiz Echagüe quedara en el campo e inspiró a sus descendientes a que la conservaran.
En La Holanda, la casa principal tiene dos habitaciones para huéspedes. Hay además dos cabañas que son rústicas pero cómodas: una para ocho personas, con dos habitaciones, comedor y cocina; y otra para tres. “Todo es sencillo, pero muy agradable. Nosotros no entregamos una llave y nos vemos al final del día. Nosotros compartimos la vida en La Pampa con nuestros visitantes. Ofrecemos asados, cabalgatas, caminatas y cielos estrellados que resultan increíbles”, apunta Carmen sobre la propuesta que puede ser de pensión completa, media pensión, para pasar el día o incluso el alquiler de las cabañas. Todo con flexibilidad y a la medida de los pasajeros.
Claro que la estadía incluye la visita al museo, que está a 700 metros de la casa, después de caminar por un lindísimo sendero. Entonces, las salas que abarcan 900 metros cuadrados de superficie son una invitación a descubrir la obra del pintor trotamundos, entre Holanda, Marruecos y España. “Hacía retratos en tamaño natural, siguiendo los preceptos de la escuela española, con horizontes bajos, siempre apostando al color”, apunta Carmen. El espacio –ampliado en 2013– es el resultado de un convenio que data de 1998, entre el gobierno provincial y la familia.
Entonces, frente a los cuadros que Ortiz Echagüe pintó para hablar de un mundo en crisis por las guerras del Viejo Continente, sus nietas reflexionan: “No hay muchos campos de 1897 que todavía permanezcan en manos de la familia que los compró. Nosotros tenemos un compromiso con la tierra por nuestra abuela y una herencia cultural que honrar, por nuestro abuelo”.
Estancia La Holanda. RP 13, Carro Quemado, La Pampa. T: 02954 15534167 / 02954 473237. info@estancialaholanda.com.ar
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