Costanza Addiechi estudió en Florencia, Italia, pero eligió quedarse en su ciudad como Directora de Restauración de Monumentos Históricos. Recuperó las farolas de la rambla, los lobos de Fioravanti y muchas esculturas más.
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Cuando Costanza Addiechi comenzó a restaurar las esculturas, fuentes y estatuas de Mar del Plata, las notas periodísticas empezaron a titular “la guardiana”, “la protectora”, “la médica del arte”. La gente se sorprendía al verla saltar de la cama a las 5 y media de la mañana porque alguien la arrobaba en Twitter para avisarle que habían vandalizado un buzón del antiguo sistema postal de la ciudad. O de iniciar una incansable cruzada en redes para recuperar una escultura de hierro fundido de más de 100 años que adornaba la Plaza San Martín.
Con tiempo, los marplatenses se fueron acostumbrando a verla dentro de una fuente vacía, vestida de overol y riñonera, pasando largas jornadas bajo el sol inclemente del verano, o enfrentando el viento gélido del mar en invierno. Esa que trabaja sola y en silencio al aire libre, sobre una grúa o una escalera. Esa que surca la ciudad en un pequeño auto blanco en el que guarda todas sus herramientas: pinceles, bisturíes, pinzas, pistolas para pintar.. Esa es ella: una mujer con agallas que aunque tiene ofertas para trabajar en distintas coordenadas del planeta elige permanecer en su ciudad natal, restaurando las estatuas de las plazas donde aprendió a andar en bicicleta.
En términos formales Costanza Addiechi es Directora de Restauración de Monumentos Históricos de Mar del Plata desde hace seis años y medio –tres gestiones la mantuvieron en su cargo– y responsable de haber restaurado en este lapso la mitad de los 200 monumentos catalogados de importancia histórica, desde los legendarios lobos de Fioravanti en Playa Bristol hasta las farolas de motivos marinos de la antigua rambla francesa. También de sostener un permanente trabajo de concientización sobre el patrimonio local, que hace que hoy Mar del Plata solo tenga entre cinco y siete actos de vandalismo por año, una estadística que la llena de orgullo.
Restauradora se nace
Entre tantos oficios y profesiones posibles en este mundo, ¿cómo se decide ser restauradora? ¿Cómo surge ese deseo? “Siempre digo que nací restauradora. De chica no me interesaban los juegos habituales, jugaba a pegar lo que se rompía, a los 14 empecé a investigar sobre la restauración, leía sobre el tema y ponía en práctica. Formalmente estudié Bellas Artes”, dice. El comienzo de todo fue una alcancía que su hermano hizo estallar de un pelotazo, pero el fondo puede resumirse en esta frase que dirá en algún momento de la entrevista en un café frente al Casino. “Mi trabajo es rescatar la belleza del olvido, eso es lo que me gusta hacer”. Tras licenciarse partió con una beca a Florencia, una especie de parque de diversiones para un restaurador, donde trabajó con distintos maestros y continuó sus estudios.
Riqueza escultórica
Aunque Mar del Plata, donde finalmente decidió asentarse y trabajar, también cuenta con lo suyo. “Tenemos un patrimonio histórico muy rico, la mayoría de las esculturas hoy están ubicadas en las siete plazas históricas según el plano original de 1874″, cuenta.
Existen dos grandes grupos escultóricos de valor. Por un lado, una primera partida que llegó desde Florencia en 1903 para decorar el desaparecido parque costero General Paz, diseñado por Carlos Thays y que se extendía desde la calle Rivadavia hasta el Torreón de Monje. Las piezas eran de mármol de Carrara y se desplegaban entre calesitas, puentes, canchas de criquet, confiterías y un anfiteatro para 700 personas. En 1909 llegó otra gran partida, esta vez desde Francia, más precisamente de los famosos talleres de fundición Val D’ Osne, pioneros en el arte industrial. Eran grandes piezas de hierro forjado que se acomodaron en la Explanada Sur, el sector que comprendía desde el Torreón hasta Playa Grande. El Tritón, La Venus de Milo, Mujer bañándose o el Triunfo de la luz, en mármol de Carrara, son algunas de las piezas más famosas. Pero Costanza no puede elegir solo una: “Me enamoro de cada pieza escultórica, conozco cada una de sus dolencias y patologías”.
Las farolas de plaza Mitre
Sin embargo, uno de los trabajos que más gratificaciones le dio fue la restauración de 19 farolas de motivos marinos que durante 30 años iluminaron la hermosa rambla francesa que tuvo Mar del Plata entre 1913 y 1940, símbolo de la Belle Epoque, y que actualmente conforman el Paseo de las Farolas en Plaza Mitre, la misma donde Costanza aprendió a andar en bicicleta. Son piezas fundidas y ensambladas en Buenos Aires y diseñadas por el arquitecto francés Luis Jamin en la que destacan hipocampos, caracoles, tortugas, estrellas de mar, redes, medusas, algas y cangrejos entre otros motivos marinos. “Hace cuatro años que el paseo se inauguró y nunca fue vandalizado”, dice con orgullo Costanza, a sabiendas de que buena parte de su trabajo, tal vez el más importante, es generar conciencia sobre el patrimonio. “Cuando la gente ve cuidado, cuida”.
Costanza suele organizar visitas guiadas y charlas para chicos, locales y turistas con la intención de que conozcan la historia detrás de cada farola o copón que adorna una plaza y que puedan sentirlos suyos. “Solo podés cuidar lo que conocés y valorás. Hay cosas que quedan opacadas por el desconocimiento, el desconocimiento invisibiliza”.
Por eso, cuando el 30 de abril de 2021 desapareció de Plaza San Martín la Sirena, una escultura de hierro fundido de Val D’ Osne, la comunidad entera se comprometió en la campaña para recuperarla. La noticia se viralizó y en pocos días la encontraron. Costanza, la misma que se divertía desde chica pegando lo que se rompía, lloró de emoción en ese momento.
Los maltratados lobos
Aunque hoy sea casi nulo, en el reparto de vandalismo los dos lobos de la rambla son los que salen perdiendo. El icónico spot de la rambla, el lugar donde los turistas hacen fila desde temprano para hacerse de su postal, es también el lugar por excelencia para organizar las protestas. La última vez, a uno de ellos lo bañaron con brea y Costanza pasó dos semanas subida a un andamio y bisturí en mano para que la escultura de los años 40 recuperara la nobleza de la piedra Mar del Plata original. “Por suerte era invierno y la brea no logró penetrar la piedra, se mantuvo en la superficie”.
Aunque cuenta con su propio taller o también trabaja en los galpones de Emvial –el Ente de Vialidad y Alumbrado de la Municipalidad de General Pueyrredón– dice que no hay lugar donde se sienta mejor que en una plaza. “Tengo el privilegio de trabajar en lo que me gusta: hace frío y yo no me doy cuenta, hace calor y tampoco. En ningún lado del mundo soy más feliz que en la plaza”.
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