Julio Bocca, Ana María Stekelman y Karina K fueron alumnos. El primer director –durante la presidencia de Alvear–, fue el gran compositor y pianista Carlos López Buchardo. Hoy es la escuela de danzas Mastrazzi y ocupa un edificio con mucha historia.
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Pocos lo saben. El 3 de octubre de 1886 fue un día increíble e histórico para la enseñanza pública y gratuita. “Cinco minutos después de la hora señalada –que eran las 13– partía del palacio de gobierno el Presidente de la República (Julio A. Roca), en el carruaje oficial de gala llevando escolta”, relató El Monitor de la Educación Común, la publicación del Consejo Nacional de Educación, para informar un acontecimiento inédito: ¡la inauguración simultánea de 40 edificios escolares!
“Desde la esquina de 25 de Mayo hasta Callao, se encontraba formado sobre el cordón de la acera derecha un ejército de preciosas criaturas de ambos sexos, vestidas todas ellas con esmero, y no pocas con verdadero lujo. Eran las escuelas del distrito con sus maestros a la cabeza”, prosiguió la crónica del sorprendente acto público que marcó un hito.
Y una de las edificaciones de esa larga lista se construyó hace 140 años en la esquina de Esmeralda y Cuyo (hoy Sarmiento) respondiendo a la inspiración sarmientina y proyectada y erigida por el influyente arquitecto italiano Francesco Tamburini (1846-1891), quien llegó a la Argentina en 1884 contratado por el Estado para conducir el Departamento de Arquitectura de la Nación. (Entre sus muchas obras tuvo que ver con la reforma de la Casa Rosada, el proyecto del Teatro Colón y el Normal Mariano Acosta.)
Ambas calles eran empedradas, surcadas por las vías del tranvía tirado por caballos e iluminadas por faroles a gas luciendo en la intersección un buzón. Al lado, por Esmeralda, se hallaba el primer Teatro San Martín, con un frente de influencia mudéjar, donde había funciones de baile, varieté, circo, patinaje, teatro y música.
La inauguración oficial del inmueble ocurrió en octubre de 1886, empero, antes, el 1 de mayo, ya disfrutaban de los recreos en el patio las alumnas de la Escuela Graduada de Niñas y, al parecer, también hubo oficinas donde habría trabajado Domingo Sarmiento, cuando era superintendente de Escuelas.
Luego, en 1895, lo ocupó la Escuela Normal de Profesoras durante casi una década, hasta que, en 1905 inició sus actividades el Profesorado en Lenguas Vivas, instalándose hasta 1962 cuando pasó a su sede actual. Previamente, un derrumbe perjudicó parte de la propiedad. Fue así que tras las restauraciones le llegó el turno a la hoy denominada Escuela Superior de Educación Artística en Danzas Aída Mastrazzi, si bien su origen era muy anterior.
Hasta en Francia se conoció su diseño
Frente a la amplia ochava se distingue el estilo del academicismo itálico. Sobre Esmeralda están los tres portales principales en arcada con portones de hierro artístico, en tanto que por Sarmiento hay una sola entrada. Grandes ventanales, angostos balcones, frontis con escudo patrio, anchas y luminosas salas, un elegante hall y patio embaldosado son características que las sucesivas reformas procuraron conservar.
La preservación tuvo su hecho más reciente y sorprendente en la galería de ingreso cuando un operario que estaba lijando el techo para pintar descubrió que se traslucía un rostro infantil. Apareció la imagen de una especie de querubín o criatura o angelito que era apenas el fragmento de un antiguo fresco de autor desconocido.
Inmediatamente se ocupó del tema el área de patrimonio y conservación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyos profesionales lograron restaurar el original. Cuatro expresivas caritas inocentes asoman en uno de los tres frisos cuadrados pintados con filetes, flores y aves de vistosos colores.
Se sumó a otros hermosos detalles que distinguen la estructura, como los sólidos portones decorados, la escultura Danza, de Mauricio Segal y los murales cerámicos de Schilman en el hall o la espléndida lucarna que inunda de luz el salón de actos.
Tal fue su valía edilicia –considerada actualmente como patrimonio arquitectónico– que fue una de las construcciones contenidas en un álbum de imágenes que se presentó en la célebre Exposición Universal de París en 1889. Fue para mostrar “la importancia de los edificios que posee la Argentina dedicados a escuelas, las comodidades que reúne y la belleza arquitectónica de los mismos”, describió el diario La Nación el 8 de febrero de 1889.
Con las barras de ballet de aquí para allá
Habitualmente citada como “La Mastrazzi”, brinda cada año una multidisciplinaria formación en danza a 700 alumnos; pero en su adn hay varios cambios de nombre y una existencia nómade. El punto de partida fue la creación del Conservatorio Nacional de Música, Arte Escénico y Declamación el 7 de julio de 1924 durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear.
En octubre, bajo la dirección del pianista y compositor Carlos López Buchardo, comenzaron las clases incluyendo horas cátedra dedicadas a violín, armonía e historia del arte y un año después ya se habían inscripto 306 alumnos. Entre sus profesores estuvieron figuras como Antonio Cunill Cabanellas, Enrique García Velloso, Joaquín de Vedia, Ernesto de la Guardia, José Gil, Athos Paiva…
Pero como tuvo una impronta andariega, desplegó sus programas en el Teatro Cervantes, en el Colón, en un edificio de Quintana 31, en otro de Juncal 1278, en Juncal 1174 y en Callao y Las Heras. Un ir y venir constante hasta 1963.
El nombre de la bailarina y profesora Aída Victoria Mastrazzi (1908-1991) se estableció recién en 2003. Cuentan que a la maestra de danza no le gustaba sacarse fotos, en lo cual era tan tenaz como formando bailarines. Sólo unas pocas imágenes forman parte del archivo. Pero se sabe que blandía un bastón para reafirmar sus palabras a los alumnos a fin de corregir, alentar o exigir, matizando los golpecitos en el piso con expresiones en buen francés: grand battement, échappé, en avant o en arrière.
Pasaron por las aulas docentes prestigiosos como Lida Martinoli, Leticia de la Vega, Delia Fernández, Beatriz Chaiquín, Waldo Belloso, mientras que entre los alumnos cursaron Julio Bocca, Karina Olmedo, Leonardo Reale, Ana María Stekelman, Norma Binaghi, Daniela Fernández y Karina K.
“Se la consideró históricamente como escuela madre de la enseñanza en danza y era una única carrera que concluía en el profesorado; pero, con el correr de los años y luego de varias modificaciones programáticas –en función de las disciplinas artísticas que abarca–, surgieron diversas opciones en niveles medio y terciario que se cursan en varias instituciones estatales. Es decir, si un egresado de la carrera de intérprete aspira al profesorado de clásica y contemporánea, se forma directamente en el turno vespertino. Sin embargo, para un nivel superior en folklore o tango se debe cursar en otro establecimiento”, explicó la regente Mercedes Solare.
También remarcó que “otro factor que aporta es la labor de la cooperadora, que siempre dice ‘aquí estamos’, integrándose a la comunidad educativa para respaldar nuestras iniciativas”.
Un ejemplo destacable de la sólida instrucción es la vigencia del Ballet Institucional, conformado por estudiantes y egresados recientes, que suele presentarse con cuidadas puestas en distintas salas de espectáculos y eventos. Es el resultado de que a la par de los impecables pisos de madera para bailar clásico, contemporáneo, folklore o tango, son muchas las aulas y horas para aprender música, plástica, idiomas, coreografía, expresión corporal, maquillaje, improvisación, montaje, producción y teatro, entre otras capacitaciones.
En todo esto pone su apasionada vocación y experiencia el cuerpo de profesores y el equipo de conducción encabezado por Roxana Borrás (directora), Andrea Spagarino y Mariel La Salvia (vicedirectoras), la citada Mercedes Solare y Viviana Taccone (regentes), y Cecilia Pagano (directora nivel terciario). Por su parte, Silvana Gómez, funcionaria de la Dirección de Educación Artística del gobierno porteño –que pilotea Ada Risetto–, señaló que “la Mastrazzi forma parte de una docena de escuelas alineadas con diversos lenguajes artísticos (plástica, música, teatro, danza y cerámica)”.
Además, hay un bachillerato orientado en arte-teatro, cursos de pre-iniciación para niños grupos vocacionales barriales de danza y expresión corporal para niños, jóvenes y adultos que trabajan en instalaciones de toda la ciudad con planteles de experimentados educadores. En uno de ellos (de adultos en folklore), conducido por Nancy Abalos (hija del reconocido folklorista Adolfo Abalos), una de las participantes como bailarina, Patricia Hoogen, ex egresada de la Escuela a mediados de los 70, evocó su formación.
“Fueron fundamentales –detalló– grandes profesores como Luis Diego Pedreira, Nelly Ramicone, Arnoldo Pintos, Alicia Quereilhac de Kussrow y Olga Latour de Botas… En mi casa se valoraba mucho la música argentina, entonces aprendí a bailar a los 9 años; pero al crecer necesité una formación sistemática terciaria y la tuve de manera maravillosa y apasionante en el edificio de Esmeralda 285 en una época en que el folklore estaba en su apogeo”, concluye.
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